La
Dama Corail era una estampa digna de contemplarse: vestida con los
colores de la casa, sin apenas joyas; con la parte superior de los
cabellos recogida en multitud de pequeñas trenzas entretejidas con
hilos de plata; las mangas de finísima gasa que apenas cubrían sus
brazos bien torneados; el bello rostro delicadamente apoyado en una
mano perfecta... De hecho, Nestro no estaba perdiendo la ocasión de
mirarla a placer, y así lo encontró Caradhar cuando se unió a
ellos en los apartamentos privados de su madre. No podía
reprochárselo: él mismo encontraba a aquella elfa irresistible. Si
tan sólo no supiera...
Pero
cuando el dotado se hizo notar, el maestro de armas volvió la cabeza
y lo recibió con una amplia sonrisa complacida; para él, el
muchacho no interrumpía nada: su presencia duplicaba sencillamente
el número de cosas hermosas que disfrutar en la habitación.
-He
aquí a tu pupilo, Nestro -dijo la dama, indicándole al joven una
silla-. ¿Sus habilidades con las armas son dignas de tu maestría?
-Lo
serán cuando termine con él, mi Señora, se lo garantizo. Aunque
tengo que decir que no carece de cualidades innatas para blandir la
espada -Nestro soltó una risita burlona, y sus ojos chispearon.
Caradhar entendió al momento que no se refería a ese
tipo de espada.
-Celebro
oírlo. Estoy segura de que todo lo que hace es anhelar los
laboratorios de Llia'res.
-Sobre
eso, no puedo hacer nada. ¿Es cierto, muchacho? ¿Prefieres rodearte
de brebajes malolientes que...cruzar espadas conmigo?
-...
No alcanzo a ver para qué me servirá. ¿Tengo que garantizar la
seguridad de mi Señor? Ni siquiera he sido llamado por el Maede
Killien...
-Oh,
ten paciencia. Lord Killien no es amigo de dejarse ver; tendrás que
aprender a esperar -aseguró ella.
-Debo
confesar que me sorprende que Llia'res aceptara dejar marchar a un
dotado como este. Un pobre maestro de armas como yo, es una cosa;
pero un dotado... -confesó Nestro- Y los elfos con el Don son tan
raros... Mi Señora Corail es, sin duda, muy persuasiva, y capaz de
mover a cualquiera a complacerla...
-Por
supuesto, mi hermano también está interesado en mantener una buena
relación entre las dos Casas. No sé si me estás halagando o
censurando, Nestro -Corail arqueó las cejas y mostró una pequeña
sonrisa.
-Pongo
mi cabeza a su disposición si alguna vez me atrevo a censurarla, mi
Señora -el maestro de armas la inclinó acto seguido, con cortesía.
Caradhar
observó la escena con curiosidad. Aunque a su madre le gustara
rodearse de miembros de su antigua casa, la confianza entre aquellos
dos era bastante notable. Se preguntaba si no habría algo más entre
ellos.
La
charla continuó más tiempo, aunque el joven pelirrojo se limitó a
contestar a las preguntas que le hicieron. A la salida, Nestro
inclinó de nuevo la cabeza ante la Maeda y sonrió.
-¿Siempre
de mi lado? -preguntó ella.
-Siempre
-y, haciendo gala de una gran audacia, el elfo sostuvo la mano de su
Señora durante unos instantes, antes de despedirse.
Al
alejarse por el patio interior, el dotado preguntó, en voz baja:
-¿Te
acuestas con ella? -el elfo de más edad alzó las cejas, tomado por
sorpresa. Costaba trabajo acostumbrarse al carácter tan crudo y
directo del muchacho.
-Vaya,
vaya... No nos andamos con rodeos... -bromeó, cuando pudo
reaccionar- ¿Por qué? ¿Celoso?
-No;
sólo siento curiosidad.
Nestro
le lanzó a su acompañante una mirada penetrante.
-La
Maeda es muy hermosa; pero también es una dama sobre cuya
honorabilidad no se puede arrojar una sombra. Es mejor que recuerdes
eso, muchacho -el dotado no movió un músculo, pero a alguien que
supiera la verdad no le habría sido difícil adivinar lo que estaba
pensando-. Además... confieso, con cierto embarazo, que no frecuento
otras camas en estos días; mis jóvenes muchachas han acabado por
darme por perdido. Tú agotas todas mis energías...
El
elfo de cabellos oscuros sonrió con picardía.
-El
brazo más estirado; la pierna más adelantada; la espalda más
recta; mal, mal, mal...
La
noche estaba al caer, y en la sala de entrenamiento sólo había un
puñado de elfos practicando. Todos eran novatos con sus mentores.
Aquellos que tenían la... ¿suerte?... de contar con su propio
instructor personal recibían un entrenamiento más exhaustivo. Pero
los instructores tenían sus propias obligaciones que atender durante
el día; las clases extra debían limitarse al momento en que
aquellos quedaban libres.
Y
aquel era el caso de Nestro; el maestro de armas tenía una agenda
muy apretada. Resultaba admirable que aún tuviera energía para
dedicar aquellas veladas a su nuevo pupilo... sin contar lo que
solían hacer aún más tarde.
Pero
el elfo era un maestro exigente, que no dejaba nada a medias. Si se
iba a ocupar de adiestrar al joven, ambos se emplearían a fondo. Más
les valdría a aquellos delgados brazos ser capaces de sostener una
espada durante horas... Y, durante semanas, y a pesar de las
protestas de Caradhar, se aseguró de que así fuera.
-Lanzas
la estocada como mi bisabuela, chico: así no atravesarías ni un
pichón. He visto damas remilgadas en el comedor clavar el tenedor
con más energía que tú. No... te lo advierto: si dejas caer la
espada, la ira de los dioses no será nada en comparación con la
mía...
La
sala se fue vaciando paulatinamente, mientras Nestro seguía gritando
órdenes y haciendo comentarios sarcásticos.
-No
está mal esa pose; te la alabaría, si fueras cojo y manco. Y ahora,
supongamos que tienes los dos brazos y las dos piernas...
El
maestro de armas se acercó al joven y colocó su brazo y su espalda
en posición, sin ninguna gentileza; Caradhar casi dejó caer la
espada, ante la rudeza con la que su mentor lo sacudió.
-Esto
te encanta, ¿verdad? -masculló el dotado, la comisura derecha de
sus labios arqueada en una mueca cínica.
Nestro
miró alrededor: la sala se había vaciado, y sólo quedaban ellos
dos. Relajándose visiblemente desde su posición a la espalda del
joven, con su brazo derecho estirado en paralelo al suyo, acarició
intensamente la muñeca que sujetaba y deslizó la otra mano desde la
esbelta cintura al vientre, introduciéndola bajo sus ropas. De un
soplido apartó algunos cabellos rojos que se habían soltado de su
cinta y estorbaban el camino de sus labios hacia el suave cuello, que
besó y mordisqueó con pasión; lo suficiente para dejar marcas
rojas, que desaparecieron enseguida.
-Por
supuesto que me encanta... -respondió, a su oído- Antes de que
empezáramos te advertí que iba a hacer de ti un espadachín
decente. Y aquí -palpó el brazo y los abdominales del joven- han
aparecido músculos que no estaban antes. Pero, además, si en la
cama me vas a poner siempre en el extremo que recibe -la mano sobre
el vientre se introdujo bajo la cintura del pantalón- este es el
único lugar donde puedo reivindicar mi fuerza, ¿verdad?
La
respiración del dotado se hizo más agitada. Nestro, satisfecho,
disfrutó sintiéndolo temblar en sus brazos. Atrás había quedado
aquella idílica visión suya de Caradhar como un ser delicado que
podría tratar como a una jovencita. A veces se sentía avergonzado
cuando pensaba en la forma que tenía de dominarlo en la cama; dónde
habría aprendido aquel condenado chico todo aquello, sólo los
dioses lo sabían... Y que las llamas lo devoraran si no sentía cada
día el deseo de hacerle lo mismo a él, pero... Tenía bien claro
que, entonces, no volvería a dejar que le pusiera las manos encima.
Bueno; tal vez algún día cambiara de idea; podría esperar.
-Uh...
¿debo entender... que la clase se ha acabado por hoy? -se las
arregló para preguntar el dotado. El brazo que sostenía la espada
bajó completamente y la apoyó contra el suelo.
Nestro
no respondió. Con los dientes, tiró de la cinta del pelo y liberó
sus cabellos, en los que sepultó su rostro; aspiró con deleite y
lamió la piel de su nuca y de sus hombros.
-Estoy...
cubierto de sudor... Deberías esperar a que tomara un...
-¿A
quién diablos le importa? Hmmm... Así hueles y sabes mejor que
nadie con quien haya estado... Es increíble...
La
mano dentro del pantalón aceleró el ritmo; la que sujetaba su brazo
se le unió, bajo la apretada tela, deslizándose hasta la zona justo
por encima de los muslos, y comenzó a juguetear a su alrededor,
hasta que Cardhar lanzó un gemido ahogado y se estremeció; entonces
soltó la espada, la cual cayó al suelo con un estridente sonido
metálico.
Nestro
aguardó unos segundos a que su pareja se calmara. Al sacar la mano
húmeda de los pantalones, sonrió.
-Has
dejado caer la espada: ahora tendré que pensar en un castigo
ejemplar...
Los
nuevos reclutas de la Guardia de la Casa Elore'il habían sido
conducidos a realizar su primera misión de campo, cuyo éxito les
permitiría adquirir su nuevo rango, armadura, y consiguientes
deberes. En los tiempos que corrían, la carrera de las armas era una
de las profesiones más prestigiosas a las que podía aspirar un
joven; siendo Elore'il una Casa del Primer Círculo, el solo hecho de
pasear su librea por las calles de Argailias infundía respeto en la
población.
Caradhar
había mejorado notablemente sus habilidades y se las había
arreglado para formar parte del grupo; no era nada común que un
dotado fuera incluido en esas expediciones, pero el joven hizo todo
lo que estuvo en su mano, pues sentía verdadera curiosidad por el
lugar que sería su objetivo.
En
un agostado valle en medio de la frontera entre Therendanar y los
territorios élficos se agazapaban algunas de las consecuencias
vivientes de la rotura del tejido mágico y de la Gran Blasfemia,
aunque por entonces ya nadie se refería a ellas con ese nombre;
salvo los elfos Silvanos, últimos herederos de las viejas crónicas,
que habían desaparecido en los bosques con toda su sabiduría.
Según
estaba escrito, los primeros experimentos que Therendas y sus
discípulos perpetraron sobre tejedores de hechizos, cuando los
alquimistas aún se movían en la oscuridad, dieron como fruto
terribles abominaciones.
Los
humanos, horrorizados, dispusieron de ellas y pusieron gran empeño
en que sus fracasos no vieran la luz. Pero algunos seres se las
arreglaron para escapar con vida de aquellos laboratorios
subterráneos; cómo llegaron hasta el valle, se escondieron , se
multiplicaron y corrompieron la red de cavernas que serpenteaba en
las entrañas de las montañas que lo rodeaban... eso nadie lo supo.
Lo
cierto es que años y años de práctica de la alquimia habían
convertido el lugar en una especie de vertedero químico, donde iban
a parar experimentos fallidos. Por alguna razón desconocida, las
abominaciones nunca abandonaban el valle, por lo que humanos y elfos
se limitaron a emplazar destacamentos de guardia en sus respectivas
zonas de influencia, junto con algunos audaces investigadores en sus
laboratorios de campaña. El pueblo llano rehuía la zona, conocida
como el Valle de Ummankor, y hablaba de aquellas tierras con temor
supersticioso.
También
Casa Elore'il, como era de esperar, tenía su propios planes en
Ummankor, y sus propios investigadores trabajando a las órdenes del
Gran Alquimista. Era un trabajo muy arriesgado...
Al
no recibir noticias de uno de los destacamentos, se habían enviado
exploradores, que habían reportado la pérdida total de los
efectivos. Por el momento todo parecía estar en calma; se organizó,
pues, una expedición, integrada por los nuevos reclutas, para
recuperar los cadáveres y tanto material como fuera posible. El Gran
Alquimista había hecho gran hincapié en el material.
El
emplazamiento estaba desierto. Los cuerpos muertos de varios elfos
yacían en el suelo de laboratorio de campaña, entre viales rotos,
libros deshojados y retorcidas piezas de metal y cristal. Los jóvenes
guardias, los oficiales y los alquimistas emprendieron las tareas de
recuperación.
Caradhar
se encontraba entre ellos.
Manteniéndose un poco apartado se puso a curiosear; sus ojos se
toparon con algo que llamó su atención: el lateral de un pequeño
cofre decorado que sobresalía bajo una pila de pergaminos. Llevaba
un sello que le resultó muy familiar, aunque sólo lo había visto
una vez: un ser mitológico, que parecía compuesto de partes de
diferentes animales, y que era el escudo de armas personal del Gran
Alquimista. Caradhar no era impulsivo por naturaleza, pero decidió
que tenía que hacerse con aquel objeto. Subrepticiamente se acercó,
comprobó que nadie lo observaba y escamoteó el cofre, deslizándolo
dentro de su armadura.
Me gusto mucho este capitulo en especial la ultima parte pero cuando empeze con la lectura me quede pensando en el intro y en si se me olvida algo importante de esa parte ya estoy perdida... pero espero no sea asi
ResponderEliminarEl amor? donde estan mis secciones melosas jajaja no se si ya hizo su aparicion la otra parte de la pareja principal y no quiero ver sus ilustraciones para darme spoiler (si esq hay una) quiero mis ecenas de amorcito de miel
Espero tener mas tiempo pronto y no olvidarme de nada impotante
Fuerzas!! :)
¡Holaaa! No pasa nada, a tu ritmo, linda. Sobre si se te ha olvidado algo de la introducción, hmmm, no tiene por qué; no son tantas cosas al final, ya lo verás. Y en referencia al los protagonistas principales, si están ambos presentes y si interactúan de la manera que tú estás esperando ; ), bueno, yo te diría que tienes que tener un poco de paciencia. Alguien ha de surgir aún... de las sombras. Un abrazo ^^
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