2012/02/24

EL DON ENCADENADO II: Tomando posiciones







Caradhar volvió la cabeza y se encontró con los ojos de la joven elfa clavados en él. Tumbada boca arriba sobre la cama, con la cabeza colgando desde el borde, su melena castaña era una lisa cortina sedosa que llegaba hasta el suelo. Desde la posición invertida en que le contemplaba, su boca, curvada en una sonrisa ladina, dotaba a su rostro de una curiosa apariencia de depredador.



-Todavía eres un crío... ¿Dónde están tus músculos? -se burló ella, mirando su cuerpo desnudo de la cabeza a los pies-. Tendremos que rogar a Nestro que se emplee a fondo contigo, ¿eh?



El joven pelirrojo se volvió hacia la mesa frente a la que se encontraba y sirvió dos copas de vino espumoso. Lo cierto era que se sentía molesto por el comentario; tenía en la punta de la lengua replicarle a su acompañante que aquello no había parecido importarle hacía cinco minutos, cuando aún se retorcía gimiendo de placer debajo de él, pero se contuvo. Volvió hasta el lecho de sábanas revueltas y le tendió un copa a la elfa; ella se giró sobre su vientre y aceptó la copa con satisfacción.



-Mmmmmm... ¡hace cosquillas! -afirmó, refiriéndose al vino, y vació la copa de dos tragos, pidiendo luego más. Sosteniendo de nuevo el recipiente lleno, reanudó la inspección de su compañero de cama-. Así que tú eres el dotado de Llia'res... Nunca había tenido uno tan cerca. ¿Puedo...? -La elfa rebuscó en sus ropas, tiradas en el suelo, y encontró una insignia de afiladas puntas. Antes de que él pudiera protestar, deslizó una de las puntas sobre el costado de Caradhar, cortando la piel; la herida se cerró casi al instante, para el asombro y deleite de la joven-. Vaaaaya...



-No soy insensible al dolor -comentó él, con el ceño ligeramente fruncido.



-Sólo es un corte diminuto, no seas crío -se burló la elfa-. Y dime, ¿qué estabas haciendo, rondando el laboratorio a altas horas de la noche? Si no te hubiéramos encontrado antes que los guardias de turno, dotado o no dotado ahora estarías sentado con el capitán, explicándole tu bonita historia, y el capitán es famoso por su falta de paciencia. Tienes suerte de haberle caído en gracia a Nestro... Ah, espera, ya lo recuerdo, tú eras de la misma Casa que él, ¿verdad? Bueno, todavía estará presentando su informe, así que tardará, y tu obligación es seguir entreteniéndome hasta que vuelva. Habla, pues: ¿qué esperabas encontrar? El laboratorio está totalmente fuera de los límites; un chico como tú nunca tendría posibilidades de colarse...



Caradhar miró a su alrededor y pasó revista a los acontecimientos de la noche, que le habían llevado, finalmente, a compartir cama con una miembro de la guardia en lo que resultó ser la habitación privada del maestro de armas, Nestro. Se prometió mentalmente, en primer lugar, mejorar sus habilidades de sigilo... Aunque, siendo realistas, nunca las había necesitado hasta entonces, y menos aún cuando le habían hecho pasearse durante los últimos días portando una cota de mallas completa, como parte de su entrenamiento de armas. La cuestión era que le habían pillado rondando por el laboratorio; había tenido, cierto era, el encuentro más afortunado posible: Nestro. Al ver de quién se trataba el espía amateur, el maestro de armas había acudido a presentar un reporte presumiblemente espurio y había enviado a su compañera y al joven elfo a esperar en su alojamiento.



-Sentía curiosidad -se decidió al fin a hablar el interpelado-. Aún no he conocido al Maede, pero he oído cosas sobre él; cosas que sólo pueden explicarse con la ayuda de la alquimia. Sólo quería echar un vistazo al lugar donde debe trabajar uno de los alquimistas más poderosos de Argailias.



-Nadie que aprecie su vida trata de colarse en el laboratorio sin previa invitación. Créeme, chico, si quieres seguir creciendo, te guardarás muy bien de hacer nada que moleste a Maede Killien. Se te comería para desayunar, sin ningún problema; nadie puede oponérsele, y se dice que mantiene una guardia personal por puro protocolo. No se conoce a nadie que haya desobedecido una orden suya directa, o intentado un ataque personal contra él -había en la voz de la elfa un toque de orgullo, pero también de temor.



-Es cierto, entonces, que el Gran Alquimista tiene mucho talento...



-Mejor no hables de ciertas cosas por ahí, si no quieres tener una experiencia desagradable, chico. Pero sí: es la mano derecha de nuestro señor - dijo, con una sonrisilla malvada.



-Me pregunto cómo será... cómo lo consigue, tener ese efecto sobre la gente. ¿Me afectará a mí también?



-Puedes apostar a que sí... ¡Ja! Yo no he estado cerca de él en muchas ocasiones, pero tiene... una especie de aura, o algo que... En fin: si me hubiera mandado ponerme a cuatro patas, ¡lo habría hecho sin pestañear!



-No me cabe duda -dijo él, comentario en el que la elfa sólo quiso ver mala intención.



Con un bufido, la joven vació su copa y se la arrojó a su compañero, es cual la esquivó con facilidad. Ella se arrodilló en la cama, sonriendo maliciosamente, un hilillo de vino escapándose por la comisura de su boca. Caradhar se le acercó, interceptando con su lengua el rosado líquido, y deslizándola después a lo largo de su cuello; su rostro hundido en suave piel y fragante cabello.



-¿Te gusta mi perfume? -preguntó la elfa, estirándose voluptuosamente-. Nestro me lo regaló. Dijo que volvería loco a cualquiera de mis amantes...



-... Y veo que no has perdido tiempo en correr a probarlo con otro -comentó alguien con voz sardónica, desde la puerta.



La pareja se volvió de inmediato hacia el recién llegado. De pie, bajo el arco de piedra, los contemplaba un alto elfo de penetrantes ojos oscuros. Llevaba la armadura con la librea plateada, roja y negra de la Casa Elore'il, y los largos cabellos negros sueltos sobre los anchos hombros. El elfo cerró la puerta a sus espaldas, la aseguró, y caminó lentamente hacia los otros dos, despojándose de los guantes y arrojándolos al suelo. A la altura del lecho, estiró la mano y alzó el rostro de la joven, inclinándose para apretar sus labios contra los de ella, que los separó, respondiendo a su caricia con un roce de su lengua. Caradhar asistió a la escena con interés, sin molestarse en cubrirse; acababa de conocerlo aquella misma noche, pero aquel era Nestro, el propietario, por cierto, de la alcoba donde se había estado divirtiendo con su compañera. Ella comenzó a desatarle el tahalí, y dejándolo todo a un lado, continuó con las correas que aseguraban su armadura. Nestro la dejó hacer, volviéndose entonces al elfo más joven con una sonrisa lasciva en sus labios sensuales.



- Y bien, ¿qué tenemos aquí? Nuestro joven rondador, al cual tendré que vigilar con gran dedicación, si no queremos que se meta en líos. Ten cuidado, si no quieres dar un mal nombre a nuestra Casa madre. ¿Se ha ocupado mi compañera bien de ti en mi ausencia? Seguro que sí, seguro que sí; ella siempre ha sido muy hospitalaria. No es que me importe... siempre y cuando, claro está, hayáis dejado algo para mí...



Nestro se quedó mirando a Caradhar con admiración; la Dama Corail ya le había advertido de que debería prestar especial atención a un joven de su Casa materna, y el maestro de armas se lo había tomado como una tarea ineludible, pero fastidiosa: hacer de niñera de un dotado... No le interesaban los críos, ni solía mirar a otros elfos. Pero este de aquí... No esperaba encontrárselo en su propia cama, en toda la desvergüenza de su desnudez, después de haberse acostado con su propia amante; y por los dioses, que era hermoso. Se preguntaba si en sus obligaciones de mentor estaría incluido el estipendio de probar un poco de aquello que custodiaba... Tentativamente, estiró la mano; tomó un mechón de sus cabellos rojos y lo enrolló ligeramente alrededor de su dedo índice. El joven no retrocedió en absoluto; en vez de ello, se quedó mirando de arriba abajo el cuerpo que la muchacha acababa de desnudar: alto, musculoso, bronceado, ostentando orgullosamente las cicatrices obtenidas en combate. Todo aquello de lo que él carecía y que, paradójicamente, lo hacía aún más atractivo a los ojos de Nestro. Y cuando sus ojos rojos se posaron descaradamente en su entrepierna, el maestro de armas sintió cómo vibraba su miembro, excitándose simplemente por ser el objetivo de aquella mirada intensa.

Para acallar una muestra tan reveladora de su deseo, el elfo se dio la vuelta y caminó hacia la mesa donde esperaba el vino. Se sirvió, tomó asiento y fijó la vista en sus dos compañeros de dormitorio.



-A lo mejor os apetece enseñarme qué es lo que estabais haciendo antes de que yo os interrumpiera... No soy nada celoso, joven, no hay de qué preocuparse. Hay mucha noche por delante, no tenemos prisa y, como dueño del dormitorio, me reservo el derecho de poner las reglas...



La muchacha mostró una sonrisa felina; se inclinó, para volver a alzar con sus labios el mástil de su joven compañero, mas se encontró que la tarea era innecesaria, pues este ya se hallaba en todo lo alto de su gloria. Caradhar la tomó por las mejillas y levantó su rostro, pasando la lengua lentamente a lo largo de sus labios, antes de hacerla volverse y tirar de sus caderas, apuntar entre sus muslos abiertos y tomarse su tiempo penetrándola, asegurándose de que Nestro no se perdiera detalle de la rígida barra siendo engullida por aquellas sedosas paredes. Comenzó a empujar, y, apartándose los largos cabellos del rostro, volvió los ojos hacia su público y lo miró sin pudor; el maestro de armas escudaba su rostro tras la copa de vino, pero sus ojos se cruzaron; y no hizo falta la experiencia del dotado para leer lo que revelaban. Bajó la mirada entonces a su ingle, y tuvo una clara visión de carne excitada apuntando al norte... Inclinándose sobre su pareja, empujó con más fuerza, sus cabellos cubriendo la esbelta espalda con suaves hebras rojas. La joven hundió la mejilla entre las sábanas y gimió con deleite.



Cuando ambos terminaron, respirando con dificultad, la chica se volvió hacia el elfo al que entretenían, con una amplia sonrisa en el rostro sofocado. Nestro cubría parcialmente el suyo con su mano, como intentando ocultar sus pensamientos.



-Querida, acércate, por favor -dijo, finalmente. Ella obedeció, y rodeó con sus brazos los amplios hombros de su amante habitual mientras acariciaba juguetonamente su oreja con la punta de la lengua. El elfo le acarició la cintura, con aire ausente-. Creo que voy a necesitar unos momentos a solas con nuestro nuevo amigo, para... instruirle sobre comportamiento. Si no te importa, vuelve a tu cuarto por esta noche.



La elfa se puso rígida, y sus mejillas se volvieron aún más rojas por la indignación. Pero no discutió con Nestro; simplemente se vistió y salió dando un portazo.

En cuanto a este, se levantó y se sentó en la cama, donde Caradhar había estado aguardando en silencio, echado indolentemente. Su mirada en calma se posó sobre su compañero, sobre su atractivas facciones, su cuerpo esculpido a base de espada, y su rígida entrepierna. Alzándose sobre sus rodillas, alargó la mano y la deslizó de un extremo a otro, deteniéndose en la humedecida hendidura. Nestro lo agarró por la muñeca y la apartó, con un ligero gruñido.



-Llevo mucho rato observándote, muchacho, ¿crees que necesito más estímulos? -y, aprovechándose de la proximidad de aquel delgado cuerpo, lo enlazó por la cintura y lo atrajo hacia sí; sus manos ansiosas se pasearon por su piel inmaculada y suave, y se enredaron en sus cabellos; pronto se les unieron los labios, que no quisieron esperar más a probar el sabor de aquellos arcos rosados que había estado disfrutando la muchacha; apoderándose de su nuca, hizo que se pusieran al nivel de los suyos y los besó, hambriento, su cabeza inclinándose de un lado a otro para acceder a cada rincón de la húmeda caverna- Hmmm... ah... ¿estás ya a punto para ofrecerme otra de estas? -dijo, refiriéndose a su erección; y al echar un vistazo, constató que el joven enarbolaba de nuevo su arma, otra vez preparado para la lucha- Oh, por todos los dioses... ¿hay algo más sorprendente que el cuerpo de un dotado? -y volvió a besarlo, saboreando con delicia.



Caradhar notó la calidez de su aliento ardiente, cuando se separó para respirar; sintió el intenso contacto de sus manos, al bajar a lo largo de su espalda, y cuando se detuvieron a manosear sus nalgas, separándolas ligeramente; sintió el roce de sus dedos sobre su entrada...



-No -dijo el joven pelirrojo, sencillamente, sosteniendo las muñecas de su pareja y mirándolo a los ojos-. Eso no se lo permito a nadie. Pero -añadió, bajando la vista a sus labios, y frotando ligeramente su miembro contra el de Nestro, que se estremeció-, si quieres, puedo hacértelo a ti -y coronó su ofrecimiento acariciando sus labios con la punta de la lengua.



El elfo más maduro no podía dar crédito a sus oídos. ¿Estaba aquel jovencito delgado, que apenas le llegaba a los hombros, realmente sugiriendo que...?



-Chico... ¿crees, de verdad, que voy a dejar que me la metas? -preguntó, con sonrisa burlona.



-Te aseguro que te gustará. Si no, dejaré que seas tú el que lo haga.



La sonrisa de Nestro se desvaneció ligeramente. La situación le parecía vagamente irreal, como si fuera una muchacha la que estuviera haciendo la sugerencia. Volvió a poner las manos sobre los firmes glúteos del elfo que estaba en sus brazos, y lo miró con lujuria.



-Y, ¿quién podría impedirme tomar, simplemente, lo que quiero?



Caradhar frunció el ceño y se revolvió; su cuerpo ligero se escurrió del abrazo del maestro de armas, y saltó de la cama. Nestro lo agarró por la muñeca.



-¡No, espera! Lo... lo haremos a tu modo. Pero te lo advierto: si no es como dices... me aseguraré de que no puedas sentarte en una semana.



Caradhar sonrió levemente; como amenaza a un dotado, no resultaba nada intimidante. Nestro también se dio cuenta, y se mordió la lengua. Pero sus palabras tuvieron el efecto deseado: el elfo volvió junto a él, lo empujó suavemente sobre el colchón y se instaló entre sus piernas.



-Te gustará -repitió, con voz suave.



Y, hundiendo el dedo índice en la boca de su pareja, se aseguró de que quedaba bien empapado con su saliva. Sus labios anduvieron todo el camino sobre su pecho agitado hasta su vientre, y comenzaron a juguetear con su enardecido apéndice. Cuando la respiración de Nestro se hizo claramente audible, y sus manos se perdieron en su cabellera roja, el dotado deslizó el índice dentro de su estrecho túnel posterior. El maestro de armas lanzó un ligero gruñido, que no tardó mucho en alcanzar tintes más sensuales.







Caradhar cumplió su palabra. Casi había amanecido cuando recorrió silenciosamente el camino de vuelta a su propio dormitorio. Puede que Nestro no fuera celoso; pero, ciertamente, podía volverse bastante posesivo...

En la piel del joven, y en sus ropas arrugadas, flotaba persistente el aroma del perfume de sus compañeros de cama. Claro que, para él, aquello poco podía significar; y es que el dotado carecía por completo del sentido del olfato.

Mas no era algo que se pudiera confesar fácilmente a un amante. Especialmente, no después de haber pasado una sola noche con él.




      
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2 comentarios:

  1. wow veo q no te podias esperar mas para ponerle algo de sabor a lemon a la novela pero me encanto :)))
    No se si te acordaras pero antes yo era de las q decia el uke asi justamente como describes a Caradhar y Nestro seme que se respeta pero entre tanto me he leido varios en los cuales ambos dan y reciben y le he cogido el gusto a esto al menos en lo q literatura se refiero ya en el mundo de la manga y el anime son mas directos con esto...
    ni decir creo q al final voy a delietarme como nunca cuando Caradhar sea el que reciba amor :)
    Y si estoy perdida con los nombres otra vez y eso q no son muchos.... XD

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    1. Oooh, pues eso de que empieces a considerar interesante la versatilidad es estupendo : D. Ya te aviso que aquí se vuelven todos un poco locos, hehehe, y lo del lemon, uf, es que a Caradhar le cuesta guardársela dentro de las calzas XDDD. Respecto a los nombres, es cuestión de paciencia, ya verás; no son muchos, pero tampoco con comunes y pueden confundir. Espero que te entretenga la lectura, un abrazote.

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