Caradhar
volvió la cabeza y se encontró con los ojos de la joven elfa
clavados en él. Tumbada boca arriba sobre la cama, con la cabeza
colgando desde el borde, su melena castaña era una lisa cortina
sedosa que llegaba hasta el suelo. Desde la posición invertida en
que le contemplaba, su boca, curvada en una sonrisa ladina, dotaba a
su rostro de una curiosa apariencia de depredador.
-Todavía
eres un crío... ¿Dónde están tus músculos? -se burló ella,
mirando su cuerpo desnudo de la cabeza a los pies-. Tendremos que
rogar a Nestro que se emplee a fondo contigo, ¿eh?
El
joven pelirrojo se volvió hacia la mesa frente a la que se
encontraba y sirvió dos copas de vino espumoso. Lo cierto era que se
sentía molesto por el comentario; tenía en la punta de la lengua
replicarle a su acompañante que aquello no había parecido
importarle hacía cinco minutos, cuando aún se retorcía gimiendo de
placer debajo de él, pero se contuvo. Volvió hasta el lecho de
sábanas revueltas y le tendió un copa a la elfa; ella se giró
sobre su vientre y aceptó la copa con satisfacción.
-Mmmmmm...
¡hace cosquillas! -afirmó, refiriéndose al vino, y vació la copa
de dos tragos, pidiendo luego más. Sosteniendo de nuevo el
recipiente lleno, reanudó la inspección de su compañero de cama-.
Así que tú eres el dotado de Llia'res... Nunca había tenido uno
tan cerca. ¿Puedo...? -La elfa rebuscó en sus ropas, tiradas en el
suelo, y encontró una insignia de afiladas puntas. Antes de que él
pudiera protestar, deslizó una de las puntas sobre el costado de
Caradhar, cortando la piel; la herida se cerró casi al instante,
para el asombro y deleite de la joven-. Vaaaaya...
-No
soy insensible al dolor -comentó él, con el ceño ligeramente
fruncido.
-Sólo
es un corte diminuto, no seas crío -se burló la elfa-. Y dime, ¿qué
estabas haciendo, rondando el laboratorio a altas horas de la noche?
Si no te hubiéramos encontrado antes que los guardias de turno,
dotado o no dotado ahora estarías sentado con el capitán,
explicándole tu bonita historia, y el capitán es famoso por su
falta de paciencia. Tienes suerte de haberle
caído en gracia a Nestro...
Ah, espera, ya lo recuerdo, tú eras de la misma Casa que él,
¿verdad? Bueno,
todavía estará presentando su informe, así que tardará, y tu
obligación es seguir entreteniéndome hasta que vuelva.
Habla, pues: ¿qué esperabas encontrar? El laboratorio está
totalmente fuera de los límites; un chico como tú nunca tendría
posibilidades de colarse...
Caradhar
miró a su alrededor y pasó revista a los acontecimientos de la
noche, que le habían llevado, finalmente, a compartir cama con una
miembro de la guardia en lo que resultó ser la habitación privada
del maestro de armas, Nestro. Se prometió mentalmente, en primer
lugar, mejorar sus habilidades de sigilo... Aunque, siendo realistas,
nunca las había necesitado hasta entonces, y menos aún cuando le
habían hecho pasearse durante los últimos días portando una cota
de mallas completa, como parte de su entrenamiento de armas. La
cuestión era que le habían pillado rondando por el laboratorio;
había tenido, cierto era, el encuentro más afortunado posible:
Nestro. Al ver de quién se trataba el espía amateur,
el maestro de armas había acudido a presentar un reporte
presumiblemente espurio y había enviado a su compañera y al joven
elfo a esperar en su alojamiento.
-Sentía
curiosidad -se decidió al fin a hablar el interpelado-. Aún no he
conocido al Maede, pero he oído cosas sobre él; cosas que sólo
pueden explicarse con la ayuda de la alquimia. Sólo quería echar un
vistazo al lugar donde debe trabajar uno de los alquimistas más
poderosos de Argailias.
-Nadie
que aprecie su vida trata de colarse en el laboratorio sin previa
invitación. Créeme, chico, si quieres seguir creciendo, te
guardarás muy bien de hacer nada que moleste a Maede Killien. Se te
comería para desayunar, sin ningún problema; nadie puede
oponérsele, y se dice que mantiene una guardia personal por puro
protocolo. No se conoce a nadie que haya desobedecido una orden suya
directa, o intentado un ataque personal contra él -había en la voz
de la elfa un toque de orgullo, pero también de temor.
-Es
cierto, entonces, que el Gran Alquimista tiene mucho talento...
-Mejor
no hables de ciertas cosas por ahí, si no quieres tener una
experiencia desagradable, chico. Pero sí: es la mano derecha de
nuestro señor - dijo, con una sonrisilla malvada.
-Me
pregunto cómo será... cómo lo consigue, tener ese efecto sobre la
gente. ¿Me afectará a mí también?
-Puedes
apostar a que sí... ¡Ja! Yo no he estado cerca de él en muchas
ocasiones, pero tiene... una especie de aura, o algo que... En fin:
si me hubiera mandado ponerme a cuatro patas, ¡lo habría hecho sin
pestañear!
-No
me cabe duda -dijo él, comentario en el que la elfa sólo quiso ver
mala intención.
Con
un bufido,
la joven vació su copa y se la arrojó a su compañero, es cual la
esquivó con facilidad. Ella se arrodilló en la cama, sonriendo
maliciosamente, un hilillo de vino escapándose por la comisura de su
boca. Caradhar se le acercó, interceptando con su lengua el rosado
líquido, y deslizándola después a lo largo de su cuello; su rostro
hundido en suave piel y fragante cabello.
-¿Te
gusta mi perfume? -preguntó la elfa, estirándose voluptuosamente-.
Nestro me lo regaló. Dijo que volvería loco a cualquiera de mis
amantes...
-...
Y veo que no has perdido tiempo en correr a probarlo con otro
-comentó alguien con voz sardónica, desde la puerta.
La
pareja se volvió de inmediato hacia el recién llegado. De pie, bajo
el arco de piedra, los contemplaba un alto elfo de penetrantes ojos
oscuros. Llevaba la armadura con la librea plateada, roja y negra de
la Casa Elore'il, y los largos cabellos negros sueltos sobre los
anchos
hombros.
El elfo cerró la puerta a sus espaldas, la aseguró, y caminó
lentamente hacia los otros dos, despojándose de los guantes y
arrojándolos al suelo. A la altura del lecho, estiró la mano y alzó
el rostro de la joven, inclinándose para apretar sus labios contra
los de ella, que los separó, respondiendo a su caricia con un roce
de su lengua. Caradhar asistió a la escena con interés, sin
molestarse en cubrirse;
acababa de conocerlo aquella misma noche, pero aquel era Nestro, el
propietario, por cierto, de la alcoba donde se había estado
divirtiendo con su compañera. Ella comenzó a desatarle el tahalí,
y dejándolo todo a un lado, continuó con las correas que aseguraban
su armadura. Nestro la dejó hacer, volviéndose entonces al elfo más
joven con una sonrisa lasciva en
sus labios sensuales.
-
Y bien, ¿qué tenemos aquí? Nuestro joven rondador, al cual tendré
que vigilar con gran dedicación, si no queremos que se meta en líos.
Ten cuidado, si no quieres dar un mal nombre a nuestra Casa madre.
¿Se ha ocupado mi compañera bien de ti en mi ausencia? Seguro que
sí, seguro que sí; ella siempre ha sido muy hospitalaria.
No es que me importe... siempre y cuando, claro está, hayáis dejado
algo para mí...
Nestro
se quedó mirando a Caradhar con admiración; la
Dama Corail ya le había advertido de que debería prestar especial
atención a un joven de su Casa materna, y el maestro de armas se lo
había tomado como una tarea ineludible, pero fastidiosa: hacer de
niñera de un dotado... No le interesaban los críos, ni solía mirar
a otros elfos. Pero este de aquí... No esperaba encontrárselo en su
propia cama, en toda la desvergüenza de su desnudez, después de
haberse acostado con su propia amante; y por los dioses, que era
hermoso. Se preguntaba si en sus obligaciones de mentor estaría
incluido el estipendio de probar un poco de aquello que custodiaba...
Tentativamente, estiró
la mano; tomó un mechón de sus cabellos rojos y lo enrolló
ligeramente alrededor de su dedo índice. El
joven no retrocedió en absoluto; en vez de ello, se quedó mirando
de arriba abajo el cuerpo que la muchacha acababa de desnudar: alto,
musculoso, bronceado, ostentando orgullosamente las cicatrices
obtenidas en combate. Todo aquello de lo que él carecía y que,
paradójicamente, lo hacía aún más atractivo a los ojos de Nestro.
Y cuando sus ojos rojos se posaron descaradamente en su entrepierna,
el maestro de armas sintió cómo vibraba su miembro, excitándose
simplemente por ser el objetivo de aquella mirada intensa.
Para
acallar una muestra tan reveladora de su deseo, el elfo se dio la
vuelta y caminó hacia la mesa donde esperaba el vino. Se sirvió,
tomó asiento y fijó la vista en sus dos compañeros de dormitorio.
-A
lo mejor os apetece enseñarme qué es lo que estabais haciendo antes
de que yo os interrumpiera... No soy nada celoso, joven, no hay de
qué preocuparse. Hay mucha noche por delante, no tenemos prisa y,
como dueño del dormitorio, me reservo el derecho de poner las
reglas...
La
muchacha mostró una sonrisa felina; se inclinó, para volver a alzar
con sus labios el mástil de su joven compañero, mas se encontró
que la tarea era innecesaria, pues este ya se hallaba en todo lo alto
de su gloria. Caradhar la tomó por las mejillas y levantó su
rostro, pasando la lengua lentamente a lo largo de sus labios, antes
de hacerla volverse y tirar de sus caderas, apuntar entre sus muslos
abiertos y tomarse su tiempo penetrándola, asegurándose de que
Nestro no se perdiera detalle de la rígida barra siendo engullida
por aquellas sedosas paredes. Comenzó a empujar, y, apartándose los
largos cabellos del rostro, volvió los ojos hacia su público y lo
miró sin pudor; el maestro de armas escudaba su rostro tras la copa
de vino, pero sus ojos se cruzaron; y no hizo falta la experiencia
del dotado para leer lo que revelaban. Bajó la mirada entonces a su
ingle, y tuvo una clara visión de carne excitada apuntando al
norte... Inclinándose sobre su pareja, empujó con más fuerza, sus
cabellos cubriendo la esbelta espalda con suaves hebras rojas. La
joven hundió la mejilla entre las sábanas y gimió con deleite.
Cuando
ambos terminaron, respirando con dificultad, la chica se volvió
hacia el elfo al que entretenían, con una amplia sonrisa en el
rostro sofocado. Nestro cubría parcialmente el suyo con su mano,
como intentando ocultar sus pensamientos.
-Querida,
acércate, por favor -dijo, finalmente. Ella obedeció, y rodeó con
sus brazos los amplios hombros de su amante habitual mientras
acariciaba juguetonamente su oreja con la punta de la lengua. El elfo
le acarició la cintura, con aire ausente-. Creo que voy a necesitar
unos momentos a solas con nuestro nuevo amigo, para... instruirle
sobre comportamiento. Si no te importa, vuelve a tu cuarto por esta
noche.
La
elfa se puso rígida, y sus mejillas se volvieron aún más rojas por
la indignación. Pero no discutió con Nestro; simplemente se vistió
y salió dando un portazo.
En
cuanto a este, se levantó y se sentó en la cama, donde Caradhar
había estado aguardando en silencio, echado indolentemente. Su
mirada en calma se posó sobre su compañero, sobre su atractivas
facciones, su cuerpo esculpido a base de espada, y su rígida
entrepierna. Alzándose sobre sus rodillas, alargó la mano y la
deslizó de un extremo a otro, deteniéndose en la humedecida
hendidura. Nestro lo agarró por la muñeca y la apartó, con un
ligero gruñido.
-Llevo
mucho rato observándote, muchacho, ¿crees que necesito más
estímulos? -y, aprovechándose de la proximidad de aquel delgado
cuerpo, lo enlazó por la cintura y lo atrajo hacia sí; sus manos
ansiosas se pasearon por su piel inmaculada y suave, y se enredaron
en sus cabellos; pronto se les unieron los labios, que no quisieron
esperar más a probar el sabor de aquellos arcos rosados que había
estado disfrutando la muchacha; apoderándose de su nuca, hizo que se
pusieran al nivel de los suyos y los besó, hambriento, su cabeza
inclinándose de un lado a otro para acceder a cada rincón de la
húmeda caverna- Hmmm... ah... ¿estás ya a punto para ofrecerme
otra de estas? -dijo, refiriéndose a su erección; y al echar un
vistazo, constató que el joven enarbolaba de nuevo su arma, otra vez
preparado para la lucha- Oh, por todos los dioses... ¿hay algo más
sorprendente que el cuerpo de un dotado? -y volvió a besarlo,
saboreando con delicia.
Caradhar
notó la calidez de su aliento ardiente, cuando se separó para
respirar; sintió el intenso contacto de sus manos, al bajar a lo
largo de su espalda, y cuando se detuvieron a manosear sus nalgas,
separándolas ligeramente; sintió el roce de sus dedos sobre su
entrada...
-No
-dijo el joven pelirrojo, sencillamente, sosteniendo las muñecas de
su pareja y mirándolo a los ojos-. Eso no se lo permito a nadie.
Pero -añadió, bajando la vista a sus labios, y frotando ligeramente
su miembro contra el de Nestro, que se estremeció-, si quieres,
puedo hacértelo a ti -y coronó su ofrecimiento acariciando sus
labios con la punta de la lengua.
El
elfo más maduro no podía dar crédito a sus oídos. ¿Estaba aquel
jovencito delgado, que apenas le llegaba a los hombros, realmente
sugiriendo que...?
-Chico...
¿crees, de verdad, que voy a dejar que me la metas? -preguntó, con
sonrisa burlona.
-Te
aseguro que te gustará. Si no, dejaré que seas tú el que lo haga.
La
sonrisa de Nestro se desvaneció ligeramente. La situación le
parecía vagamente irreal, como si fuera una muchacha la que
estuviera haciendo la sugerencia. Volvió a poner las manos sobre los
firmes glúteos del elfo que estaba en sus brazos, y lo miró con
lujuria.
-Y,
¿quién podría impedirme tomar, simplemente, lo que quiero?
Caradhar
frunció el ceño y se revolvió; su cuerpo ligero se escurrió del
abrazo del maestro de armas, y saltó de la cama. Nestro lo agarró
por la muñeca.
-¡No,
espera! Lo... lo haremos a tu modo. Pero te lo advierto: si no es
como dices... me aseguraré de que no puedas sentarte en una semana.
Caradhar
sonrió levemente; como amenaza a un dotado, no resultaba nada
intimidante. Nestro también se dio cuenta, y se mordió la lengua.
Pero sus palabras tuvieron el efecto deseado: el elfo volvió junto a
él, lo empujó suavemente sobre el colchón y se instaló entre sus
piernas.
-Te
gustará -repitió, con voz suave.
Y,
hundiendo el dedo índice en la boca de su pareja, se aseguró de que
quedaba bien empapado con su saliva. Sus labios anduvieron todo el
camino sobre su pecho agitado hasta su vientre, y comenzaron a
juguetear con su enardecido apéndice. Cuando la respiración de
Nestro se hizo claramente audible, y sus manos se perdieron en su
cabellera roja, el dotado deslizó el índice dentro de su estrecho
túnel posterior. El maestro de armas lanzó un ligero gruñido, que
no tardó mucho en alcanzar tintes más sensuales.
Caradhar
cumplió su palabra. Casi
había amanecido cuando recorrió silenciosamente el camino de vuelta
a su propio dormitorio. Puede
que Nestro no fuera celoso; pero, ciertamente, podía volverse
bastante posesivo...
En
la piel del joven, y en sus ropas arrugadas, flotaba persistente el
aroma del perfume de sus compañeros de cama. Claro que, para él,
aquello poco podía significar; y es que el dotado carecía por
completo del sentido del olfato.
Mas
no era algo que se pudiera confesar fácilmente a un amante.
Especialmente, no después de haber pasado una
sola
noche con él.
wow veo q no te podias esperar mas para ponerle algo de sabor a lemon a la novela pero me encanto :)))
ResponderEliminarNo se si te acordaras pero antes yo era de las q decia el uke asi justamente como describes a Caradhar y Nestro seme que se respeta pero entre tanto me he leido varios en los cuales ambos dan y reciben y le he cogido el gusto a esto al menos en lo q literatura se refiero ya en el mundo de la manga y el anime son mas directos con esto...
ni decir creo q al final voy a delietarme como nunca cuando Caradhar sea el que reciba amor :)
Y si estoy perdida con los nombres otra vez y eso q no son muchos.... XD
Oooh, pues eso de que empieces a considerar interesante la versatilidad es estupendo : D. Ya te aviso que aquí se vuelven todos un poco locos, hehehe, y lo del lemon, uf, es que a Caradhar le cuesta guardársela dentro de las calzas XDDD. Respecto a los nombres, es cuestión de paciencia, ya verás; no son muchos, pero tampoco con comunes y pueden confundir. Espero que te entretenga la lectura, un abrazote.
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