SEGUNDA
PARTE
IX:
Reunión en Therendanar
-¡Reduce
ese fuego! Bien, y ahora hazlo hervir, y cuídate de que el
recipiente esté siempre descubierto. No queremos que haya vapor de
agua presionando contra la tapa, oh, no, no queremos eso... Uno de
mis aprendices decidió que era fatigoso escucharme y el gas
acumulado le voló las cejas... Más habría valido que la tapa
hubiera apuntado a su cerebro, sí señor, aunque, claro, entonces no
habría habido nada que volar... Hum, veamos ahora, ¿dónde dejé
esos viales? Mejor los busco cerca de la chimenea, porque el calor
los arruinaría, y claro: ¿dónde más iba a dejarlos ese chiste que
tengo por asistente? Juro que uno de estos días lo reemplazaré con
una abominación putrefacta de Ummankor y ni su madre notaría la
diferencia... si él tuviera una madre, claro. ¡Ah, los has
apartado, chico! Siempre al tanto, sí señor. Pásamelos; haré que
los entregue, si es que es capaz de arreglárselas y mantener a la
vez la cabeza sobre los hombros... y no es que fuera a ser una gran
pérdida... Pero, pensándolo mejor, esta vez los entregaré yo
mismo, sí señor. Que el diablo se me lleve si no tengo mejores
cosas que hacer, pero necesito hablar como ese ladrón de herbalista,
de todas formas. Volveré más tarde; te quedas al mando.
Una
vez que Viejo Zorro abandonó la habitación, el silencio se adueñó
del lugar, sólo perturbado por el ligero sonido de la mezcla
borboteando sobre el fuego. Caradhar respiró. Cuando Maese Jaexias
hablaba de esa forma era difícil distinguir si se estaba dirigiendo
a alguien o simplemente lo hacía para sí mismo; y aunque se había
acostumbrado a esos monólogos largo tiempo atrás, el joven elfo se
sintió agradecido por la calma. Le ayudaba a oír sus propios
pensamientos.
Más
de ocho años habían pasado desde que el humano lo había acogido
como su aprendiz de alquimista. Caradhar recordaba muy bien el día
en que le había pedido a Viejo Zorro que le enseñara tanto como
pudiera de su oficio, y cómo le había ofrecido su obediencia y
trabajo a cambio. El humano se había sentido extremadamente
sorprendido de que el elfo hubiera abandonado la Ciudad Argéntea; ya
el hecho de que se lo hubieran permitido era un milagro... No
obstante, no le hizo muchas preguntas: apreciaba sinceramente al
joven, y dado que había demostrado ser digno de confianza, diligente
y útil, que no le importaba habitar en un lugar tan sórdido como lo
era su laboratorio, y que parecía ser insensible a la atmósfera
sofocante y pestilente, el alquimista había estimado que sería un
buen aprendiz.
Desde
el punto de vista de Caradhar, la única cosa que podía reprochar a
las condiciones de su aprendizaje era la ocasional costumbre de Viejo
Zorro de hablar como si no hubiera un mañana. Durante las primeras
semanas le había resultado difícil mantener la concentración y
arreglárselas para separar la charla puramente insustancial de la
información valiosa. Conforme había ido pasando el tiempo, el elfo
había desarrollado un método de escucha selectiva; esto, y el
disfrute de esos periodos en los que el alquimista estaba tan absorto
que apenas decía una palabra, le ayudaron a adquirir un vasto
conocimiento sobre hierbas, destilación, formulación, y todos los
demás aspectos de la alquimia.
Había
mantenido la fórmula robada de Casa Elore'il en un lugar secreto, y
a lo largo de los años había realizado intentos de reproducirla,
sin éxito, porque era bastante vaga en la descripción de algunos de
sus ingredientes y utilizaba palabras clave. Pero siempre perseveró,
y sus habilidades mejoraron poco a poco, hasta que llegó el día en
que se preparó para realizar la que, esperaba, sería la prueba
definitiva.
Como
en todas las otras ocasiones, Caradhar había salido a los bajos
fondos de Therendanar en busca de un pordiosero que estuviera
razonablemente sobrio. No era una tarea fácil: un fracaso de la
fórmula no significaba nada, pero un éxito, aunque fuera parcial,
implicaría la eliminación de un testigo potencial.
Localizó
uno, tratando de pescar con una caña rudimentaria en un tramo
maloliente del río que cruzaba la ciudad. Bebió la fórmula y se
colocó junto al mendigo, que lanzó una mirada desconfiada al
extraño embozado pero no reaccionó de forma especial. El elfo probó
entonces una orden sencilla, pero sólo obtuvo una respuesta que
expresaba, de manera muy gráfica, un lugar al que podía ir y qué
podía introducir por cierta parte de su anatomía una vez que
estuviera allí.
De
vuelta al laboratorio, Caradhar no había podido evitar sentirse
frustrado. ¿Qué había hecho mal? Había transcrito, de eso estaba
seguro, los ingredientes a la perfección; había calculado las
proporciones con un margen de error despreciable; lo había refinado,
y vuelto a refinar, y aun así... Sostenía lo que quedaba del
líquido dorado en alto; había estado tentado de lanzarlo al fuego,
cuando algo llamó su atención. Los componentes de la mezcla, de
diferente densidad, se arremolinaban en ondas de formas caprichosas
suspendidas en el fluido. Aquí y allá, las capas menos densas
tendían a agruparse, y en la superficie, una pequeña mancha
proyectaba dos extensiones que se cerraban formando un círculo, en
el centro del cual había quedado atrapada una porción de líquido
más denso, de un color más intenso. Aquello le inspiró una
asociación de ideas, y revisando por centésima vez la lista de
componentes se percató de que dos de ellos, relativamente inocuos
por separado, reaccionaban cuando se mezclaban y adquirían
propiedades alucinógenas y ligeramente tóxicas. Ahora bien, su
cuerpo dotado estaba preparado para neutralizar cualquier substancia
que pudiera resultar perjudicial. ¿Significaría eso que no podía
procesar la fórmula? Y en ese caso, ¿cómo se las arreglaría para
probarla?
Aún
con todas estas consideraciones en su mente, Caradhar decidió
abandonar el mundo de los recuerdos y centrarse en su trabajo actual.
La cocción de la que se ocupaba había alcanzado su punto de
ebullición, así que la retiró del fuego cuidadosamente y la vertió
en un contenedor que colocó en lugar seguro. Como Viejo Zorro
parecía haberse entretenido con algún otro asunto, decidió cerrar
el laboratorio con llave, tras comprobar que todo estaba en su sitio,
y se encaminó a la habitación en la que dormía. Supuso que ya
había anochecido; en el área de los alquimistas, especialmente en
la suya, no había muchas ventanas, y a veces pasaba días y días
sin ver la luz del sol. Se dio cuenta de que estaba lloviendo: lo
notaba por el sonido del canal de los desperdicios y las ocasionales
filtraciones en las esquinas superiores de los corredores. Decían
que el pestilente lugar tenía una cualidad diferente en su olor, los
días de lluvia; aunque eso el elfo no podía notarlo.
Una
vez en su sombrío cuarto sin ventanas, el joven se sentó en el
colchón que le servía de cama, se abrazó las rodillas y aguzó el
oído, intentando escuchar el sonido del agua.
Jonshian
Flik, consejero del Príncipe, celebraba una reunión especial. A
ambos lados del alto y bien vestido caballero que presidía la mesa,
varias personalidades de Therendanar ocupaban las ornadas sillas de
madera.
-...
Y como varios de vosotros sabéis, tenemos que decidir muy
cuidadosamente nuestro próximo movimiento -se dirigía Flik a la
concurrencia-. El Príncipe insistió en que lo tratáramos con
premura y discreción. Pero, para aquellos que no estéis
familiarizados con todos los detalles, el Caballero Lenkares, adjunto
de nuestro embajador en la Ciudad Argéntea, os dará una idea de la
situación.
Flik
extendió la mano hacia su derecha, a un gentilhombre incluso mejor
vestido que él, con detalles élficos aquí y allá, de maneras y
rostro plácidos, pero cuyos ojos brillaban con inteligencia. Inclinó
la cabeza a modo de saludo y se reclinó ligeramente sobre la mesa,
con las cuidadas manos descansando delante de él.
-Hace
algún tiempo -habló- el Príncipe en persona aprobó el envío de
un destacamento, bajo la supervisión del Gran Laboratorio, con el
propósito de establecer un área de dominio y estudio sobre cierta
zona de Ummankor. Nuestro objetivo era obtener especímenes de las
abominaciones y usarlos como sujetos de estudio para comprender cómo
llegaron a formarse el valle y las cavernas. No es nada nuevo: varias
Casas élficas siguieron nuestro ejemplo, e incluso destacamentos de
otras ciudades humanas han intentado establecerse. Y ha demostrado no
ser vana iniciativa: los descubrimientos que han realizado nuestros
alquimistas en esas áreas más profundas han compensado las
dificultades de la tarea.
"Cierto
día, los mensajeros del grupo de estudio situado en el área más
profunda en la que nos hemos adentrado en las cavernas fallaron en
informar. Temiendo una desgracia, enviamos un grupo de reconocimiento
y, para nuestra sorpresa, encontramos nuestra base ocupada por los
elfos, y ni rastro de nuestra gente. Al ser interrogados al respecto,
los elfos replicaron que se habían encontrado la zona devastada,
infestada de abominaciones, y ningún superviviente humano.
"Cuando
se les requirió que nos devolvieran la base, se negaron, pretextando
que suyos habían sido el riesgo y las pérdidas de limpiar la zona
de abominaciones. Bien: para resumir la historia, contaré que la vía
diplomática con Argailias también fracasó. Como sabéis, el poder
político en la sociedad élfica está muy fragmentado; la Casa del
Príncipe está, por supuesto, al mando, pero necesita el apoyo de
las familias nobles. Los ocupantes pertenecen a una de las Casas del
Primer Círculo, y su influencia, me temo, no se puede obviar.
"Hace
varios días, los rastreadores hallaron el cuerpo sin vida de uno de
nuestros hombres en el emplazamiento original, no muy lejos de la
zona. Examinado el cadáver, encontraron algo bastante revelador: una
punta de flecha; una flecha que resultó ser de manufactura élfica.
El
discurso de Lenkares, que había recibido algún que otro comentario
en voz baja hasta entonces, provocó en este punto un estallido de
indignación entre los asistentes. El Caballero Raff-Kein, principal
maestro de armas, se levantó, posó la mano abierta en la mesa con
un fuerte golpe y gritó, con indignación:
-Yo
digo que paguemos a esos orejas puntiagudas con la misma moneda:
¡matémoslos a todos y recuperemos lo que es nuestro!
Las
palabras de Raff-Kein fueron apoyadas por varios de los asistentes,
originando una acalorada discusión. Lenkares esperó pacientemente,
sin dejar traslucir ninguna emoción en su rostro. Flik lo miró, y
entonces alzó la voz, demandando silencio. Cuando el maestro de
armas transigió en sentarse y callarse, Lenkares retomó su
discurso.
-No
digo que no hayamos considerado la fuerza, Caballero Raff-Kein, pero
conservar las relaciones diplomáticas con Argailias es uno de
nuestros principales intereses -el aludido iba a protestar, mas Flik
alzó la palma de la mano, en gesto de silencio. El maestro de armas
gruñó, pero no dijo nada-. No hago sino comunicar los deseos del
Príncipe, el cual nos exhorta a encontrar otra... solución a
nuestro problema.
-Tal
vez deberíais compartir con los demás el nombre de la Casa que ha
provocado el problema -apunto Verella Dep'Attedern, que pertenecía
al Gabinete de Inteligencia, o, lo que era lo mismo, los espías, y
por ello era muy improbable que fuera a oír algún dato que no
conociera ya.
-Oh,
por supuesto: Casa Arestinias. Como todos sabéis, nuestra relación
con un puñado de Casas argailianas es muy satisfactoria, pero la que
nos ocupa... El Príncipe elfo no tomará partido contra una del
Primer Círculo, pues podría romper su delicado equilibrio de poder;
y menos por una punta de flecha.
"Ahora
bien: se da la circunstancia de que otra de las Casas ha manifestado
un gran interés en uno de los descubrimientos de nuestro laboratorio
-los ojos se volvieron al Gran Alquimista, que asintió con la cabeza
e invitó a Lenkares a continuar-. Como es de esperar, conocen
perfectamente la situación en la que nos encontramos, y aunque no
pueden actuar directamente contra Arestinias, nos han revelado que la
posición de esta Casa en el Primer Círculo no es todo lo estable
que debería ser; un... golpecito en la dirección apropiada podría
hacerlos caer, y otra Casa aliada ocuparía su lugar y nos
restablecería nuestros derechos en Ummankor de manera incontestable.
Nos ofrecen su colaboración si tenemos, eso sí, la paciencia de
aguardar una solución que puede tomar algún tiempo.
-Pues
yo creo que es un negocio redondo para los elfos -indicó
Dep'Attedern, con cínica sonrisa-. No sólo colaboramos en la
consecución de sus taimados intereses políticos sino que, además,
se hacen con lo que necesitan de nuestro laboratorio. Ganancia doble
para ellos. ¿No nos hará eso quedar como unos principiantes? Por
otro lado, dejar el asunto de Arestinias en manos de los propios
elfos no me parece satisfactorio: yo opino que debemos descubrir lo
que tramaban desde un principio al usurpar nuestra base de las
cavernas. Coloquemos a nuestros propios agentes en la Casa.
-Admito
que nuestros... socios obtendrán un gran beneficio del acuerdo
-concedió Lenkares-, pero también a nosotros nos dará un nuevo
aliado en el Primer Círculo, si tiene éxito. Y en cuanto a su
interés en reunir inteligencia de nuestros antagonistas, es
perfectamente legítimo y lo comparto sin reservas, pero admitámoslo:
no será tarea fácil emplazar agentes humanos en una Casa élfica.
¿O alguien tiene alguna idea?
Lenkares
se volvió hacia la asamblea, de la que se había adueñado un
silencio incómodo. Y entonces alguien habló; alguien que se había
mantenido callado y aparentemente ajeno al encuentro. Muchos rostros
sorprendidos se volvieron hacia él.
-Creo
que yo tengo una o, al menos, un candidato -dijo Maese Jaexias.
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