2015/07/20

NOVELA «PARA EXTENDER LAS ALAS»




Esta es la portada de mi segunda novela publicada en Ediciones el Antro. ¿Qué os parece? ¿Familiar? La ilustración de portada es de la estupenda Lehanan Aida. ¿Y qué encontraréis dentro?
 
«Hace mucho tiempo, tres hermanos recibieron una merced de los cielos. La promesa de un premio aún mayor, destinado a un único ganador, los impulsó a elegir heraldos que se batiesen por ellos. Noche tras noche han recorrido las calles, espiando desde las sombras y elaborando estrategias para derrotar a las otras facciones, con la esperanza de compartir el triunfo de sus señores. Y la confrontación ha continuado, ciclo tras ciclo, hasta ahora.
Munro, uno de los afortunados, es un joven al que muchos envidiarían: tiene talento, tiempo libre, un protector que satisface sus necesidades... Su vida parece transcurrir sin complicaciones, dedicada a intensas veladas de baile en el club y a ese otro placer, más íntimo, que solo la música es capaz de despertar en él.
Cienfuegos posee un temperamento y un cabello que hacen honor a su apellido, además de una tenacidad sin límites. Sabe muy bien lo que quiere, y a quién... y hará cuanto sea preciso para conseguir ambos objetivos».

 
Podéis leer los primeros capítulos editados en la página de la editorial y en Wattpad. Y, si no queréis esperar más y reservaros uno (con regalo de una libreta y una sorpresita), ya está en PREVENTA.


«Los hermanos volvieron a mirar hacia la Tierra, después de tantos años, y decidieron que harían a los humanos partícipes de su secreto e instrumentos para determinar un ganador. Habían aprendido muchas cosas durante su estancia en el palacio, así que elegirían avatares entre ellos, almas que se reencarnarían cada ciento once años, que compartirían sus dones, que serían prácticamente inmunes a las heridas y a las enfermedades y que competirían entre sí hasta que solo quedase una facción... Y esa facción otorgaría la victoria a su señor».


«La noche estaba en calma y la superficie del agua reflejaba el cielo como un espejo, apenas alterada por algún que otro chapoteo. La luna creciente brillaba bajo la sombra de la isla, un ojo entreabierto sobre un fondo negro.
Una figura plateada en medio de una pirámide.
Los dos buscaron en el cielo, donde la silueta oscura del palacio se recortaba sobre el panorama nocturno de la ciudad. Ahora era una simple imagen, un espejismo suspendido allí, en algún lugar, y que aún no... podían alcanzar. Quizás un día...».



«Su débil esfuerzo por soltarse del apretón no obtuvo más resultado que una respuesta serena y solemne, pronunciada con una voz distinta, despojada incluso del acento.
—Que no haya varios retratos tuyos en los Uffizi es un simple error de cálculo temporal y espacial, Mìcheal.
¿Qué significaba eso? ¿Era un cumplido? ¿Quién lanzaba cumplidos así? Munro no lo sabía; de lo que estaba seguro era de que nunca le habían dicho nada similar, ni había sentido antes un fuego tan vivo en... las mejillas y en el estómago».



«Procuraba pensar de manera racional, procesar lo que le había contado, poner en orden sus ideas, trazar sus planes, dar el primer paso..., pero no podía hacerlo, no aquella noche. No, cuando su pecho aún golpeaba con tanta fuerza que le dolía.
Mìcheal, Mìcheal, Mìcheal...
Repitió sin cesar su nombre —su nuevo nombre— hasta que logró hacerlo uno con el rostro y el alma de la única persona a la que había amado en el mundo».


«Por entonces no se llamaba Mìcheal, por supuesto. Al principio disfrutaba atesorando el nombre que, para mí, era una de sus señas de identidad. Cuando lo pronunciaba, el sonido se convertía en un mantra que hacía rodar en mi lengua y me apaciguaba si estábamos separados. Lo utilicé muchos, muchos años, hasta que comprendí que eso no tenía sentido y mi mente dejó de relacionar ambos conceptos. No, él no era su nombre, y en el increíble cúmulo de detalles que le eran únicos y se repetían vida tras vida, ¿qué importancia tenía una palabra?».