2012/08/03

PARA EXTENDER LAS ALAS IV: Los Tres Hermanos









K-Town, el enclave coreano de la ciudad, se encontraba al noreste; una pequeña porción de Asia que daba la bienvenida a los visitantes a sus calles, sembradas de brillantes y abigarrados letreros, al cruzar junto a una estilizada pagoda de piedra y madera decorada en rojo y azul. La población que allí se concentraba era de varios miles, y si bien los edificios principales y más conocidos se alzaban en la primera línea, aventurarse en las embarulladas callejuelas centrales podía ser toda una odisea para quienes no estuvieran familiarizados con el trazado.

Bien podía ser el caso de Mìcheal, que acababa de emerger de las entrañas de la tierra con su uniforme de camuflaje: su pelo rubio recogido bajo una gorra, las manos en los bolsillos, gafas oscuras, camiseta azul de manga larga, a pesar del calor, y anchos vaqueros. Hacía más de dos años que el joven no volvía a poner un pie sobre aquellos adoquines de tonos grises que inmediatamente le trajeron recuerdos... "No hay muchos que sepan que este pedazo de tierra junto a la pagoda es especial. Tienes que hacer todo el camino pisando con cuidado en los de color claro; si pones aunque sea un dedo en los oscuros, despertarás a la Bestia del Submundo, y ella clavará en ti su ojo somnoliento cuya mirada atraviesa la tierra. La habrás hecho buena, entonces: la Bestia, que normalmente otorga buena suerte a través de los sueños de los que se alimenta, se desperezará y buscará algo más sustancioso que comer... y devorará la suerte que te pertenece." "Claro, y como yo soy un mocoso y un gili, voy y me lo creo..." "Tú mismo; te desafío a que me pilles pisando las piedras oscuras. ¿Por qué te piensas que soy un tipo afortunado?"

Munro sonrió con nostalgia mientras sus pies se posaban inconscientemente en los cuadrados apropiados. Idéntica melancolía destilaron sus ojos, ocultos tras las gafas, al detenerse sobre la pagoda que marcaba el paso de su mundo cotidiano a otro más exótico para él. La experiencia más cercana a viajar al extranjero que había tenido, dado que nunca había cruzado ninguna frontera...

Todo seguía tal cual lo recordaba, más o menos. Lo suficiente para encontrar el lugar que buscaba, no muy lejos de la pagoda roja y azul y el camino de adoquines que un día, hacía varios años, había decidido su suerte.




K-Town contaba con muchos restaurantes, comercios pintorescos, almacenes de todo tipo, y también con establecimientos cuyos artículos eran selectos y costosos. Tras la fachada de mármol negro y los cristales blindados de aquella tienda en concreto se disponían algunas piezas exquisitas de joyería tradicional, así como objetos elaborados en jade, malaquita, turquesa y otras piedras semipreciosas. Pero lo que la hacía estar realmente solicitada entre los entendidos eran las antigüedades asiáticas que ofrecía. Su catálogo no era muy extenso, pero era el más exclusivo; se ofrecían, además, a remover cielo y tierra para satisfacer los encargos de sus clientes. Y por último, pero no menos importante: su joven gerente de veintiocho años, que estaba de vuelta tras una ausencia de tres, era una fuente inagotable de conocimientos, hablaba varios idiomas con una fluidez admirable y su encanto no tenía parangón. Más de una cliente había ambicionado poner las manos en algo más que la joya o el delicado objeto que estuviera adquiriendo en el momento, pudiera permitírselo o no... Y era el mismo hijo del dueño, por añadidura. Y tan apuesto...

El culto, encantador, atractivo y adinerado gerente salía de su despacho a buen paso, tras recibir un extraño recado de alguien que deseaba verlo "para continuar la conversación que empezamos anoche". Parecía fuera de lugar en medio de tantas antigüedades, con su traje de corte moderno y su camisa de Prada color gris perla. Al cruzar el arco de piedra del pasillo su mirada se paseó por establecimiento, y rápidamente se detuvo en la otra persona que desentonaba en aquella atmósfera: el joven cohibido de gafas oscuras y gorra, cuyas mangas eran tan largas que casi le cubrían las puntas de los dedos... Se quedó sin aliento.




-Mìcheal...




Cuando reaccionó, sus labios se convirtieron en una línea fina y tensa. Susurró a la encargada que no debían molestarlo bajo ningún concepto, tomó al muchacho por el antebrazo, poniendo buen cuidado en que la tela se interpusiera en todo momento entre la piel de ambos, y lo arrastró por el mismo camino por el que había llegado. En un piso superior había un apartamento que su familia había dispuesto para él pero que permanecía vacío; allá fue donde se dirigió con el invitado que llevaba a remolque, y cuando estuvieron dentro cerró bien la puerta. Luego se volvió hacia él y lo miró fijamente, aún sorprendido.

Munro se quitó las gafas y deslizó la gorra hacia atrás, con lentitud. Sus cabellos rubios se esparcieron, en desorden, sobre sus hombros. Sus ojos azules se atrevieron, finalmente, a enfrentar la rasgada mirada oscura de Jang.




-Ho-Jun...




El alto coreano no había despegado aún los labios; seguía estudiando al joven atractivo, al que le costaba reconocer, en el que se había convertido el muchachito de dieciséis años que había dejado atrás cuando se marchó. Los ojos aguamarina, al menos, seguían siendo los mismos: aquellos ojos grandes y hermosos, bordeados por sedosas pestañas doradas. Su expresión, no obstante, era diferente...




-¿Sabe Faulkner que estás aquí? -Mìcheal sacudió la cabeza, y se recogió un mechón rubio tras la oreja. Ese gesto tan casual capturó la atención de su compañero, que lo siguió como si fuera un espectáculo; y también se las arregló para enfurecerlo, sin que alcanzara a saber por qué. Salvó la escasa distancia que lo separaba de él y lo sujetó firmemente por los codos.




-¡No deberían verte aquí, Mìcheal! ¿Confraternizando en casa del enemigo...? ¡Deberías haber sido más discreto! Y ahora...




-Yo... no tenía tu teléfono... y pensé que podrías estar en este lugar, y...




Jang apretó los dientes, arrastró al joven hasta la silla más próxima y lo empujó sobre el asiento, con brusquedad. Éste ahogó un gemido y se revolvió, como si lo hubiera obligado a sentarse sobre una cama de clavos.




-¿Qué te sucede? -preguntó el anfitrión, extrañado.




-Es... Owen no se sintió muy feliz al ver que habías regresado... y menos aún cuando le dije que solo quería saludarte... Me... -bajó la cabeza, turbado-. Durante toda la noche me ha...




La mirada oscura se endureció hasta el extremo; la voz armoniosa se volvió cortante al pronunciar:




-¿No es suficiente con tener que verte con él, Mìcheal? ¿También has de venir a torturarme?




El rubio alzó la vista y lo miró, sin entender. Había tal angustia en su rostro que Jang se arrepintió al instante de sus palabras; pero no pudo librarse de la frustración que sentía, porque ni siquiera podía tomarlo en sus brazos y tranquilizarlo sin que lo atenazara el miedo a hacerle daño. Haciendo acopio de todo su autodominio se acuclilló frente a él, colocando las palmas de las manos sobre las rodillas cubiertas por los anchos vaqueros.




-Lo siento, Mìcheal; no es culpa tuya en absoluto. Es que me resulta muy duro que...




-No, soy un imbécil. Cuando te conocí, solía contártelo todo, y mi mente retrasada se ha quedado atascada en aquellos meses de hace tres años. Y tú ya tienes bastante sobre tus espaldas... No... no pensé lo que hacía, al venir. Me voy.




Hizo ademán de levantarse, pero Jang no se lo permitió; mantuvo las manos fijas sobre sus rodillas y los ojos prendidos en su rostro, como si estuviera memorizando sus facciones.




-Tres años sin verte. No quiero que te vayas; te aseguro que es lo último que deseo. -El más joven tragó saliva; su mano enfundada en la larga manga rozó suavemente la que reposaba sobre su pierna-. Mìcheal, ¿te trata bien? ¿Te hace daño?




-No. -Sacudió la cabeza negativamente-. Hace todo lo que está en su mano para complacerme. El hueso duro de roer soy yo... Pero él se desvive por hacerme feliz...




-Entonces, ¿por qué no lo pareces?




El interpelado no respondió en seguida. La mano envuelta en algodón azul siguió frotando distraídamente la de su compañero.




-Porque acabo de darme cuenta de que esto no es ninguna broma -respondió finalmente-, de que tú y yo estamos en bandos opuestos, y de que tarde o temprano tendrás que...




No pudo continuar; volvió a bajar la vista. Jang acarició su antebrazo con cuidado.




-¿Crees que yo sería capaz de levantar una mano contra ti?




-No tienes elección...




-¿Por qué crees que me marché? No soportaba la idea de verlo con... Aunque esa no fue la razón principal; lo único que pretendía era evitar el conflicto entre nuestras dos facciones. He estado ocupado en este tiempo; tan ocupado, que casi he evitado tener que pensar. Y, de repente, me he visto impulsado a volver... Los míos me presionaban, la sangre me llamaba... supongo que no podemos cambiar lo que somos. Y tengo que confesar que la posibilidad de verte de nuevo -su mano apretó con más fuerza- no dejó de rondarme por la cabeza.




-Y te he decepcionado...




-¿Decepcionado? -El asiático resopló ligeramente, sus labios curvados en una sonrisa melancólica-. Faulkner es un bastardo que no se merece la suerte que tiene. -El joven lo miró, ligeramente alarmado-. En fin... El destino dispuso las cosas de esta manera y tendré que adaptarme a las circunstancias. No, no podemos cambiar lo que somos... pero, Mìcheal, yo jamás podría hacerte daño. Y si se diera el caso de que todos los tuyos fueran borrados de la faz de la tierra, y solo quedaras tú, te doy mi palabra de que idearía alguna manera de protegerte.




Munro suspiró casi imperceptiblemente. No le gustaba perderse en ominosas visiones del futuro, cuando lo único que quería era disfrutar de aquella calidez que había echado tanto de menos.




-Solía venir a buscarte, los primeros meses, después de que te fueras. Me escapaba cuando podía y rondaba por aquí, pisando con mucho cuidado los adoquines claros, porque no quería gafarlo. Pensaba que estabas enfadado por mi culpa, que no querías verme, pero que, al final, me perdonarías. Aquel Día Marcado... siempre se lo achaqué a la Bestia, ¿sabes? La Bestia del Submundo devoró mi suerte, hizo que Owen me encontrara primero que tú, y yo perdí al mejor amigo que había tenido jamás. Habría dado lo que fuera para que nuestras vidas hubieran seguido igual... y todo, pensaba, porque aquel anochecer me había distraído y había pisado, sin querer, uno de los cuadrados oscuros.




Jang apenas podía dar crédito a lo que oía. Que el muchacho recordara una de las mil fábulas que le había contado para entretenerlo; que se culpara de que Faulkner lo hubiera iniciado, le hubiera hecho extender las alas; que creyera que él tenía el menor motivo para censurarlo...




-Ah, no, no te preocupes, Ho-Jun -el joven sonrió, adivinando lo que pensaba su compañero-, sé que era un idiota ingenuo. Pronto me di cuenta de que no tenía sentido que intentara cargar con la responsabilidad, y que al marcharte habías actuado de la manera más noble posible. Entonces dejé de venir. Deseaba volver a verte, y también temía que regresaras.

"A veces pienso en cómo habrían sido las cosas si tú me hubieras encontrado primero aquel día. Muy diferentes, supongo: eras mi amigo, mi hermano mayor, no me veías de la misma forma que Owen. Él siempre me dice que se sintió atraído por mí desde el principio; tú, en cambio...




-Creo que obras a la ligera, atribuyéndome sentimientos altruistas que no creo que tuviera, Mìcheal.




Jang se incorporó y enfrentó al rubio, sus rostros tan cerca que casi se tocaban. La expresión nostálgica del más joven se convirtió en una mirada intensa y ligeramente asombrada a los ojos que lo traspasaban. La otra mano del asiático se deslizó a lo largo de su brazo, hasta el hombro, y bajó por su pecho y su costado; siempre cuidadosa, siempre compuesta, asegurándose de que el tejido no dejara de interponerse entre ellos... pero proclamando a gritos su deseo.

De repente se detuvo, tomó aire y se apartó.




-¿Sabes lo duro que me resulta aceptar que no puedo tocarte? Creí que era difícil entonces, pero ahora... -Se libró de la chaqueta y la arrojó con indiferencia sobre la mesa baja, aflojándose entonces la corbata y dejándose caer sobre el gran sofá de cuero color marfil-. Nunca te consideré mi hermanito, si es eso lo que piensas. Ansiaba que llegara el día en que maduraras; en ese sentido no era mejor que Faulkner, siento decepcionarte. Bueno, qué importa ahora...




Mìcheal se levantó y caminó lentamente hasta quedarse de pie frente a él. Era aún más atractivo de lo que lo recordaba. A pesar de ser más o menos de la misma edad que Owen, e igual de grande, aparentaba varios años menos; sin duda eran diferentes. Sus rasgos eran más finos y delicados; sus pestañas eran largas y espesas, y bordeaban sus ojos como un trazo de color azabache; el arco de su labio superior era pronunciado y sensual; algunos mechones habían escapado de su flequillo, inmaculadamente peinado, y se cimbreaban sobre su frente. A su manera, ambos Alpheh eran un regalo para la vista.




-Y ahora que soy uno de los Negros, y nadie más que Owen puede ponerme las manos encima... ¿ya no querrás saber nada de mí? -se atrevió a preguntar Munro; parecía un crío confuso, de vuelta a su ingenua adolescencia, tal cual Jang lo había conocido. Seguramente nadie más era testigo de aquella faceta del joven que muchas noches se quitaba la camiseta en una plataforma y balanceaba las caderas de forma explícita hasta que su cuerpo se cubría de sudor.




-No seas injusto, por favor...




-Sé que lo que pido puede ser egoísta e infantil, Ho-Jun, pero quisiera... quisiera que las cosas volvieran a ser como antes de que te marcharas.




-Eso es imposible, Mìcheal.




-¿Y no podríamos volver a ser amigos? Incluso si solo fuera de vez en cuando... Tendría cuidado y sería discreto... jamás hablaríamos de lo que no debemos... eres... te he echado tanto de menos...




Jang alzó los torturados ojos hacia él. ¿Cómo demonios se suponía que podía rehusar? Dios... se moría por abrazarlo y acariciar aquellos cabellos alborotados; y también se moría por lanzarlo contra el sofá y desnudarlo, y...

En lugar de todo eso, se encontró diciendo:




-Claro... Haré lo que pueda, te lo prometo. Te daré mi línea privada, y podrás contactarme siempre que quieras. Pero evita meterte en líos.




Al ver la esperanzada sonrisa en el hermoso rostro, el coreano suspiró.




-Encargaré algo de comer, espero que me contarás algo de tu vida. No tengo ni idea de lo que prefieres ahora; dudo que las hamburguesas con jalapeño y salsa mexicana especial que devorabas entonces sigan siendo de tu agrado...




-Hamburguesas con jalapeño y salsa mexicana me parece perfecto. -La sonrisa de Munro se hizo aún más abierta.




-¿Puedes creerlo? Estamos en K-Town y el caprichoso caballero me hace pedir hamburguesas con aderezo mexicano... -refunfuñó Jang. Pero él también sonreía mientras buscaba el número de teléfono en su smartphone y lo marcaba.







El almuerzo fue realmente agradable, reconoció el asiático para sí. No se molestaron en trasladarse a la mesa de comedor: Mìcheal lanzó varios cojines al suelo y allí se instaló cuidadosamente, contándole a su compañero todo lo que pudo sobre su vida en aquellos últimos años. Jang frunció el ceño cuando oyó que había abandonado el Conservatorio; en su opinión, era un desperdicio de talento imperdonable, y tampoco se aplacó cuando le dijo que seguía tocando en casa.

En cuanto a él, no había mucho que pudiera contar que no estuviera relacionado con el tema que no podían tratar. Había viajado por todo el mundo; eras las ventajas de tener una familia muy adinerada que prefería que su hijo hiciera el vago, como ellos lo llamaban, en el extranjero, en vez de hacerlo abiertamente en Seul. El comercio de antigüedades era únicamente una de sus muchas inversiones, y una excusa para permitir a Ho-Jun establecerse en aquella ciudad y aparentar que tenía un trabajo serio. Lo cierto era que al joven se le daba extremadamente bien tratar con los clientes; las ventas habían descendido alarmantemente durante su ausencia...

Y es que era una delicia escuchar su voz suave y melodiosa cuando narraba la historia de cada objeto y ponderaba sus virtudes; si existía una versión moderna de los cuenta-cuentos que debían recorrer antaño ciudades y pueblos, distrayendo a los aburridos ciudadanos por unas monedas, ese debía ser él. Y el mágico efecto tenía lugar, no tanto por lo que narraba, como por la manera en que lo hacía, su lenguaje corporal, las inflexiones de su voz. El joven Mìcheal nunca se había cansado de escucharlo cuando se conocieron; le alegraba saber que eso no había cambiado.

Se había ido acercando, poco a poco, mientras hablaba, y había acabado sentado a su lado, con el costado reclinado sobre el frontal del sofá, la mejilla apoyada en la mano, el codo sobre el asiento. Jang lo contemplaba de reojo, y a veces tenía problemas para concentrarse. Apenas quedaba nada del chaval que había sido, aunque una cosa era cierta: si aún había algo, debía estar allí, justo en aquel momento, asomando a través de los grandes ojos aguamarina.

Las manos de Munro se posaron sobre sus rodillas; estaba expectante... un pájaro hambriento que esperaba unas migas de pan.




-Cuéntamela, Ho-Jun -pidió-. La historia de los Tres Hermanos.




El coreano se sobresaltó.




-Ya debes conocerla, Mìcheal -afirmó, suavemente.




-Sí, pero Owen... Él solo me ha contado lo básico; supongo que guarda toda la labia que tiene para los tribunales. Quisiera oírtela contar a ti. Por favor... por favor, Ho-Jun...




Puede que la voz de Jang obrara maravillas, pero la de su joven compañero no le andaba a la zaga... Asintió y el muchacho, complacido, colocó el antebrazo sobre sus muslos y reclinó la mejilla sobre él; una copia exacta de la postura que solía adoptar años atrás... El moreno lo contempló, incrédulo: ¿por ventura tenía idea del suplicio que eso suponía? Esos cabellos rubios, extendidos sobre sus piernas, y sin poder alargar un dedo para rozarlos... Iba a protestar cuando una reflexión lo golpeó. ¿Era un martirio para él? Puede; pero aquel chico no había sido capaz de tocar a nadie más que a su amante en todo ese tiempo. Si para Jang era duro, debería imaginar lo que significaba tener que llevar capas de tela innecesaria que lo aislaran de todo contacto. El pensamiento lo calmó al instante; alargó la mano y la posó sobre su espalda, con delicadeza.




-La historia se remonta a una época que nadie recuerda o, mejor dicho, que a nadie le ha sido revelada... -Munro inclinó la cabeza ligeramente y lo miró de soslayo-. ¿Qué? ¿Esperabas que comenzara con un "érase una vez, hace mucho tiempo..."? Bien podría haberlo hecho. A veces tengo el firme convencimiento de que ocurrió hace miles de años... lo cual es perturbador, pero supongo que adecuado. Un tiempo donde todo era aún sencillo, y el dinero no se había inventado.

"En cuanto al lugar, me temo que he de decir lo mismo. Para nosotros es irrelevante la ciudad donde nos encontremos, ya lo sabes. Solo hay una cosa cuya ubicación es esencial, y va cambiando en cada ocasión. Ya llegaremos a ese punto de la historia a su debido tiempo; baste decir que ocurrió en algún lugar habitado por hombres, posiblemente antes de nuestra era.

"En ese rincón desconocido habitaban tres hermanos, Gelak, Beland y Nurand. Una posible explicación al porqué de que los tres Alpheh no tengamos por costumbre reunirnos y departir amablemente sobre historia antigua es que nadie sabe tampoco quién era el mayor, o el menor, y decidirlo nos haría llegar a las manos, fuera o no un Día Marcado.

"Los tres eran jóvenes, pero habían perdido a sus padres. Vivían juntos en una casa humilde a las afueras de su pueblo, en el corazón de un valle. El poblado se alzaba a orillas de un lago, y era hermoso ver el reflejo de las casas de adobe y piedra en el agua; cuando el agua escasea, hace el paisaje aún más maravilloso... Es una máxima que puedes aplicar a todo.

"Un oasis en un valle rodeado de áridas peñas que se calentaban al rojo vivo bajo el sol... no era el mejor lugar para vivir, mas cuando todo lo que conoces es tierra, arena y rocas peladas, no lo cambiarías por otra cosa.

"Aun en las noches frías, a los hermanos les gustaba caminar a la otra orilla del lago y contemplar, en silencio, el brillo de las estrellas atrapadas allá abajo; también ver a la luna asomarse, con sus diferentes rostros. Había una luna llena justo en el centro del agua, y era difícil quitar los ojos de ella, pues relucía como la plata en un manto de terciopelo negro. Y de pronto, uno de ellos señaló al reflejo, muy excitado.




-¡Allí! -gritó-. ¿No lo veis? ¡Hay una montaña alrededor de la luna en el agua!




-¿Qué andas inventando? -preguntó otro, desdeñoso-. Ahora no se puede ver la imagen de las peñas en el lago...




-¡Os digo que está ahí! ¿Cómo es que no lo veis? ¡Es una montaña perfecta! Solo que... -El primero volvió a mirar, extrañado; había algo que no podía comprender-. No se refleja como es debido...




-Eso sí que tiene gracia -comentó en tono de burla el tercero, el que no había hablado aún, ya que su hermano tenía que haber estado abusando de alguna planta fermentada-. ¿Y cómo debería reflejarse, pues, esa montaña perfecta que solo tú puedes ver?




-No tiene sentido -siguió explicando, insensible a la chanza- pues las montañas son anchas por abajo y estrechas por arriba -y al hablar, juntó ambas manos extendidas frente a su cara, formando un triángulo con la base hacia abajo-, y cuando se reflejan en el agua se ven al revés. En cambio... la montaña alrededor de la luna tiene la parte ancha hacia abajo... como si estuviera sumergida.




-Déjate de necedades. Ahí no hay nada; has debido excederte con la bebida.




-¡No es cierto! Puedo verla con la misma claridad que el disco plateado... Mirad bien, la luna está justo en el centro... ¡mirad!




"El que había hablado el último propinó un codazo al segundo, animándolo a que continuara con los comentarios de mofa; pero este no le prestó atención. Hacía rato que miraba la oscura superficie con el ceño fruncido, y se había olvidado de cerrar la boca. Tenía un aspecto cómico que impulsó al otro a incluirlo en la burla, pero antes de que pudiera decir nada...




-Es verdad... yo también puedo verla. Es una montaña sobre su base, pero no se apoya en ningún sitio; es como si flotara...




"El tercer hermano se impacientó, ya que sospechaba que se habían puesto de acuerdo para bastarle una broma. Y una broma idiota, todo había que decirlo. Allí no había nada en absoluto. Nada de nada.

"Pero...




-Es... es cierto... veo una silueta de tres lados... y es cierto que tiene la forma de una montaña, si bien... los lados son muy rectos. Creo... creo que es una pirámide. Pero... ¿qué puede hacer una pirámide dentro del agua?




"Los tres se quedaron mudos durante un instante. Una pirámide, flotando sobre su base, con el rostro de la luna brillando en su centro... cual un ojo gigantesco. ¿Es que habían abusado todos de las bebidas fuertes? ¿Y estaban compartiendo los delirios? Era difícil de entender; cualquier persona sensata habría apuntado que era improbable que hubiera aparecido una pirámide en el fondo del lago, cuando aquella misma mañana no había habido ninguna, tan cierto como que el sol salía de día.

"Y he aquí que a uno de ellos le dio por alzar la vista al cielo...

"Una pirámide en el fondo del lago... casi imposible; una, en cambio, invertida y flotando sobre él, no era casi imposible: era una soberana locura. Los tres se pusieron de pie a un tiempo, como si hubieran descubierto que llevaban un buen rato sentados sobre brasas o escorpiones, y comenzaron a dar saltos y a señalar arriba. ¿Cómo era posible que nadie más la viera? ¡Era gigantesca!

"Era un espectáculo digno de verse. La luz de la luna llena la iluminaba, y sus contornos estaban perfectamente delineados. Parecía ciertamente una pirámide, formada por hileras de sillares gargantuescos, lisos y brillantes. Multitud de sombras se abrían a lo largo de sus caras visibles, a la manera de ventanas, y el vértice inferior era enorme y, cosa curiosa, transparente, porque la luz plateada lo atravesaba. Lo que había sobre la base estaba oculto a sus ojos, si es que realmente había algo... y podrían jurar que un bulto sobresalía ligeramente, apenas una mancha negra sobre un cielo oscuro.

"Un jinete pasó junto a ellos; un vecino, regresando tranquilamente a su pueblo. Los hermanos gritaron frases incoherentes y, ya que no lograban domar a sus lenguas, optaron por señalar al cielo. El jinete los miró, miró entonces arriba, volvió a bajar la cabeza hacia ellos y se encogió de hombros. No podían creerlo; ¿acaso estaba ciego? ¿Era imbécil? El tipo se cansó de ver a aquellos jóvenes haciendo aspavientos como dementes. Hizo un gesto que indicaba locura, y continuó su camino.

"Lo mismo sucedió con un cazador, y con una pareja que venía a arrullarse. Había que rendirse a la evidencia: nadie más que ellos era capaz de verla. Y antes de hacer que todo el pueblo los mirase con desconfianza o los alejase de allí a pedradas, más les valía callarse... Pero... ¡era tan hermosa...! ¡Era tan increíble...! Se les hacía muy duro pensar que no podrían compartir algo así con nadie.

"Aquello no se podía remediar, así que el siguiente paso de su línea de pensamiento fue bastante lógico: ¿cómo podrían llegar hasta ella?







Jang hizo un alto en su narración para tomar un sorbo de agua; estiró el brazo hasta la mesa, cuidándose de no rozar al joven que continuaba en aquella posición y levantaba la cabeza para indagar por qué se había detenido. La manera en que Mìcheal lo escuchaba siempre, sin interrumpirlo jamás, sin moverse, para no molestarlo... aquello tampoco había cambiado. Sonrió, y el deseo de rodearlo con sus brazos se hizo tan avasallador que tuvo que apartar la vista y retomar el hilo de la historia para distraer su mente de tales impulsos.







-¿Cómo podrían llegar hasta ella? -repitió el asiático-. Era una tarea aparentemente imposible. Ni trepando a la montaña más alta podrían rozar el vértice de aquella construcción colosal. Haría falta tener alas, las alas de un pájaro, para ver cumplido su anhelo...

"En medio de estas consideraciones, apenas se percataron de que una figura se había detenido junto al lago y los miraba, ora a ellos, ora al cielo. Movió la cabeza un buen número de veces hasta que los hermanos se dieron cuenta de que sus ojos siempre se fijaban en el punto exacto donde estaba la pirámide... de que realmente la veía. Excitados, reanudaron su algarabía, preguntando al extraño si alguna vez se había encontrado con algo más prodigioso. Éste se limitó a sonreír, bien que apenas curvó los labios. Pasó un buen rato hasta que se dignó a comentar:




-Puesto que sois los únicos capaces de ver lo que muchos han mirado, os merecéis una recompensa. Sois libres, cada uno de vosotros, de solicitar una merced, la que sea, y os será concedida. Hablad.




"Ellos se asombraron. ¿Acaso estaba bromeando? Y si no lo hacía, ¿con qué poder les otorgaría lo que pidieran? ¿Era un semidiós bajado a la tierra? Pero parecía un hombre corriente, contemplando tranquilamente la luna llena... Con una sonrisa de suficiencia, uno de ellos exclamó:




-Si es cierto lo que dices, concédenos, pues, unas alas para que podamos llegar hasta la pirámide, pues no se nos ocurre otra manera de hacerlo, más que imitando a los pájaros.




"Sus hermanos rieron entre dientes y estuvieron de acuerdo. Mas el desconocido asintió, con gravedad, y posó los ojos en otro de ellos. Curiosamente, aquella mirada aplacó ligeramente su hilaridad, aunque seguía sin poder creerse su ofrecimiento, por supuesto. Ahora bien, le dedicó algún pensamiento al asunto y dijo, finalmente:




-Para ganarnos la vida, debemos dedicarnos a la caza. No habría nada que quisiera más que un arco que fuera tan ligero y tan potente que ninguna pieza volviera a escaparse jamás, y un carcaj cuyas flechas fueran inagotables, pues la madera es difícil de conseguir, y su elaboración, trabajosa.




"Nuevamente asintieron los otros, con una sonrisa; y nuevamente inclinó aquel hombre la cabeza con solemnidad. Y sus mirada se posó entonces en el tercero, quien la sostuvo con la boca abierta. Ya no sentía ningunas ganas de reír.




-Yo... yo quisiera tener la habilidad de ser invisible a los ojos de hombres y animales. Para cazar, para esconderme cuando no deseo que me encuentren, para huir del peligro... para ver sin ser visto... como esa pirámide en el cielo...




"Los hermanos ni se molestaron en corroborarlo. Miraban al extraño, expectantes, preguntándose si habría algo de verdad en todo aquello. Éste volvió a asentir y dijo:




-Marchaos a casa. Mañana será un día especial, y veréis cumplidas vuestras peticiones. Cuando lo deseéis, sabréis dónde encontrarme.




"El hombre se alejó. Ellos ya dudaban que se tratara de una broma; había algo en él... Para empezar, era capaz de ver lo que aguardaba allá arriba. Y había tal seriedad en sus palabras que daba que pensar. Decidieron regresar a casa y dejar pasar la noche.

"Y el día siguiente...

"El día siguiente fue el primer Día Marcado de la historia. ¿Qué puedo decirte, que tú no sepas? Ni hombres ni animales fueron capaces de verlos, a menos que ellos lo desearan. El desconocido había cumplido su palabra... Y no solo respecto a eso: consiguieron, ciertamente, el arco más liviano y potente que jamás hubiera estado en manos de los hombres... y una provisión de flechas infinita. Y en cuanto a la tercera petición...

"Eso también lo sabes, Mìcheal. Unas alas grises crecieron en la espalda de Gelak; blancas, en la de Beland; negras, en la de Nurand...

"En medio de tales prodigios, era difícil razonar con claridad. ¿Crees que se apresuraron a volar hasta su destino? No: se quedaron mucho tiempo allá abajo, probando sus nuevos talentos entre los hombres. Debo afirmar, con cierto pesar, que no lo hicieron de la manera más sabia y prudente posible, porque eran jóvenes, y aquel poder increíble se les escapaba de las manos... La habilidad de volar, de ser invisible en ciertos días, la posesión de un arma tan poderosa... No hay que ser un lince para imaginar que lo usaron a expensas de sus congéneres, y que los escrúpulos iniciales fueron disminuyendo más y más... hasta que no hubo deseo que no intentaran satisfacer, y sin que les preocuparan las consecuencias. La vida se tornó fácil... y aburrida.

"Y de nuevo volvieron sus ojos a la pirámide. Debía ser sencillo llegar ahora hasta ella, puesto que contaban con sus nuevos dones. Emprendieron el vuelo, y resultó estar más lejos de lo que esperaban... La tuvieron, al fin, al alcance de la mano, y con un último batir de las magníficas alas, se posaron en una de aquellas ventanas. Aparentaban ser pequeñas desde abajo, pero en realidad eran tan altas que los obligaban a echar la cabeza hacia atrás para ser capaces de ver su dintel. Descansaron, pues aún debían hallar una entrada para poder acceder a su interior.

"No diré que fue fácil. Hubieron de volar hasta la colosal plataforma superior, cuya magnitud no podía abarcarse con la vista, y buscar con ahínco hasta que se toparon con una entrada. Pero antes pudieron admirar qué es lo que había en lo alto, aquello qué solo habían adivinado desde la tierra. No tenían modo de saber lo que era, no lo supieron hasta mucho más tarde: una semiesfera translúcida, tan grande como todo su pueblo junto... Un prodigio más, en medio de tantos.

"Entraron. ¿Adivinas qué fue lo primero que encontraron? Al desconocido; daba la impresión de que supiera el momento exacto en el que iban a aparecer. Lo cual, bien pensado, era curioso...




-Bienvenidos al palacio -dijo el hombre, sencillamente.





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2 comentarios:

  1. este capitulo sin duda es el que mas me ha gustado hasta el momento. Te había dejado un comentario en amor yaoi como shiela pero de repente encontre este sitio y me parecio mas comodo leer aca
    De todos modos vayaaa eres realmente asombrosa ya decia yo que habia encontrado buen material de lectura jajaja y pues dicho y echo me salio cierto :D
    y pues que mejor ni te numero las dudas que tengo por ahora asi que mejor me espero haber que se resuelve en el proximo jiji

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    1. ¡Hey, Joseline, me encanta verte por aquí también! Si te resulta más cómoda la lectura, adelante; más tranquilo será, porque no hay publicidad, hehe. Lo que sí es cierto es que en Amor Yaoi había notas aclaratorias al final de algunas entregas, aunque tampoco era demasiado.
      A estas alturas ya verás que los chicos no son muy normales, y en este capítulo se empieza a explicar el origen de toda la historia, tal y como se adelanta en el resumen. Si tienes dudas, es de lo más normal, porque se va explicando todo poco a poco hasta el final, no desesperes X ). De todas formas no te cortes en preguntar si quieres : ).
      Espero que sigas leyendo y no te aburras, ya me contarás qué te parecen los chavales. ¡Un saludo!

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