K-Town, el enclave
coreano de la ciudad, se encontraba al noreste; una pequeña porción
de Asia que daba la bienvenida a los visitantes a sus calles,
sembradas de brillantes y abigarrados letreros, al cruzar junto a una
estilizada pagoda de piedra y madera decorada en rojo y azul. La
población que allí se concentraba era de varios miles, y si bien
los edificios principales y más conocidos se alzaban en la primera
línea, aventurarse en las embarulladas callejuelas centrales podía
ser toda una odisea para quienes no estuvieran familiarizados con el
trazado.
Bien podía ser el
caso de Mìcheal, que acababa de emerger de las entrañas de la
tierra con su uniforme
de
camuflaje:
su pelo rubio recogido bajo una gorra, las manos en los bolsillos,
gafas oscuras, camiseta azul de manga larga, a pesar del calor, y
anchos vaqueros. Hacía más de dos años que el joven no volvía a
poner un pie sobre aquellos adoquines de tonos grises que
inmediatamente le trajeron recuerdos... "No
hay muchos que sepan que este pedazo de tierra junto a la pagoda es
especial. Tienes que hacer todo el camino pisando con cuidado en los
de color claro; si pones aunque sea un dedo en los oscuros,
despertarás a la Bestia del Submundo, y ella clavará en ti su ojo
somnoliento cuya mirada atraviesa la tierra. La habrás hecho buena,
entonces: la Bestia, que normalmente otorga buena suerte a través de
los sueños de los que se alimenta, se desperezará y buscará algo
más sustancioso que comer... y devorará la suerte que te
pertenece." "Claro, y como yo soy un mocoso y un gili, voy
y me lo creo..." "Tú mismo; te desafío a que me pilles
pisando las piedras oscuras. ¿Por qué te piensas que soy un tipo
afortunado?"
Munro sonrió con
nostalgia mientras sus pies se posaban inconscientemente en los
cuadrados apropiados. Idéntica melancolía destilaron sus ojos,
ocultos tras las gafas, al detenerse sobre la pagoda que marcaba el
paso de su mundo cotidiano a otro más exótico para él. La
experiencia más cercana a viajar al extranjero que había tenido,
dado que nunca había cruzado ninguna frontera...
Todo seguía tal
cual lo recordaba, más o menos. Lo suficiente para encontrar el
lugar que buscaba, no muy lejos de la pagoda roja y azul y el camino
de adoquines que un día, hacía varios años, había decidido su
suerte.
K-Town contaba con
muchos restaurantes, comercios pintorescos, almacenes de todo tipo, y
también con establecimientos cuyos artículos eran selectos y
costosos. Tras la fachada de mármol negro y los cristales blindados
de aquella tienda en concreto se disponían algunas piezas exquisitas
de joyería tradicional, así como objetos elaborados en jade,
malaquita, turquesa y otras piedras semipreciosas. Pero lo que la
hacía estar realmente solicitada entre los entendidos eran las
antigüedades asiáticas que ofrecía. Su catálogo no era muy
extenso, pero era el más exclusivo; se ofrecían, además, a remover
cielo y tierra para satisfacer los encargos de sus clientes. Y por
último, pero no menos importante: su joven gerente de veintiocho
años, que estaba de vuelta tras una ausencia de tres, era una fuente
inagotable de conocimientos, hablaba varios idiomas con una fluidez
admirable y su encanto no tenía parangón. Más de una cliente había
ambicionado poner las manos en algo más que la joya o el delicado
objeto que estuviera adquiriendo en el momento, pudiera permitírselo
o no... Y era el mismo hijo del dueño, por añadidura. Y tan
apuesto...
El culto,
encantador, atractivo y adinerado gerente salía de su despacho a
buen paso, tras recibir un extraño recado de alguien que deseaba
verlo "para continuar la conversación que empezamos anoche".
Parecía fuera de lugar en medio de tantas antigüedades, con su
traje de corte moderno y su camisa de Prada color gris perla. Al
cruzar el arco de piedra del pasillo su mirada se paseó por
establecimiento, y rápidamente se detuvo en la otra persona que
desentonaba en aquella atmósfera: el joven cohibido de gafas oscuras
y gorra, cuyas mangas eran tan largas que casi le cubrían las puntas
de los dedos... Se quedó sin aliento.
-Mìcheal...
Cuando reaccionó,
sus labios se convirtieron en una línea fina y tensa. Susurró a la
encargada que no debían molestarlo bajo ningún concepto, tomó al
muchacho por el antebrazo, poniendo buen cuidado en que la tela se
interpusiera en todo momento entre la piel de ambos, y lo arrastró
por el mismo camino por el que había llegado. En un piso superior
había un apartamento que su familia había dispuesto para él pero
que permanecía vacío; allá fue donde se dirigió con el invitado
que llevaba a remolque, y cuando estuvieron dentro cerró bien la
puerta. Luego se volvió hacia él y lo miró fijamente, aún
sorprendido.
Munro se quitó las
gafas y deslizó la gorra hacia atrás, con lentitud. Sus cabellos
rubios se esparcieron, en desorden, sobre sus hombros. Sus ojos
azules se atrevieron, finalmente, a enfrentar la rasgada mirada
oscura de Jang.
-Ho-Jun...
El alto coreano no
había despegado aún los labios; seguía estudiando al joven
atractivo, al que le costaba reconocer, en el que se había
convertido el muchachito de dieciséis años que había dejado atrás
cuando se marchó. Los ojos aguamarina, al menos, seguían siendo los
mismos: aquellos ojos grandes y hermosos, bordeados por sedosas
pestañas doradas. Su expresión, no obstante, era diferente...
-¿Sabe Faulkner que
estás aquí? -Mìcheal sacudió la cabeza, y se recogió un mechón
rubio tras la oreja. Ese gesto tan casual capturó la atención de su
compañero, que lo siguió como si fuera un espectáculo; y también
se las arregló para enfurecerlo, sin que alcanzara a saber por qué.
Salvó la escasa distancia que lo separaba de él y lo sujetó
firmemente por los codos.
-¡No deberían
verte aquí, Mìcheal! ¿Confraternizando en casa del enemigo...?
¡Deberías haber sido más discreto! Y ahora...
-Yo... no tenía tu
teléfono... y pensé que podrías estar en este lugar, y...
Jang apretó los
dientes, arrastró al joven hasta la silla más próxima y lo empujó
sobre el asiento, con brusquedad. Éste ahogó un gemido y se
revolvió, como si lo hubiera obligado a sentarse sobre una cama de
clavos.
-¿Qué te sucede?
-preguntó el anfitrión, extrañado.
-Es... Owen no se
sintió muy feliz al ver que habías regresado... y menos aún cuando
le dije que solo quería saludarte... Me... -bajó la cabeza,
turbado-. Durante toda la noche me ha...
La mirada oscura se
endureció hasta el extremo; la voz armoniosa se volvió cortante al
pronunciar:
-¿No es suficiente
con tener que verte con él, Mìcheal? ¿También has de venir a
torturarme?
El rubio alzó la
vista y lo miró, sin entender. Había tal angustia en su rostro que
Jang se arrepintió al instante de sus palabras; pero no pudo
librarse de la frustración que sentía, porque ni siquiera podía
tomarlo en sus brazos y tranquilizarlo sin que lo atenazara el miedo
a hacerle daño. Haciendo acopio de todo su autodominio se acuclilló
frente a él, colocando las palmas de las manos sobre las rodillas
cubiertas por los anchos vaqueros.
-Lo siento, Mìcheal;
no es culpa tuya en absoluto. Es que me resulta muy duro que...
-No, soy un imbécil.
Cuando te conocí, solía contártelo todo, y mi mente retrasada se
ha quedado atascada en aquellos meses de hace tres años. Y tú ya
tienes bastante sobre tus espaldas... No... no pensé lo que hacía,
al venir. Me voy.
Hizo ademán de
levantarse, pero Jang no se lo permitió; mantuvo las manos fijas
sobre sus rodillas y los ojos prendidos en su rostro, como si
estuviera memorizando sus facciones.
-Tres años sin
verte. No quiero que te vayas; te aseguro que es lo último que
deseo. -El más joven tragó saliva; su mano enfundada en la larga
manga rozó suavemente la que reposaba sobre su pierna-. Mìcheal,
¿te trata bien? ¿Te hace daño?
-No. -Sacudió la
cabeza negativamente-. Hace todo lo que está en su mano para
complacerme. El hueso duro de roer soy yo... Pero él se desvive por
hacerme feliz...
-Entonces, ¿por qué
no lo pareces?
El interpelado no
respondió en seguida. La mano envuelta en algodón azul siguió
frotando distraídamente la de su compañero.
-Porque acabo de
darme cuenta de que esto no es ninguna broma -respondió finalmente-,
de que tú y yo estamos en bandos opuestos, y de que tarde o
temprano tendrás que...
No pudo continuar;
volvió a bajar la vista. Jang acarició su antebrazo con cuidado.
-¿Crees que yo
sería capaz de levantar una mano contra ti?
-No tienes
elección...
-¿Por qué crees
que me marché? No soportaba la idea de verlo con... Aunque esa no
fue la razón principal; lo único que pretendía era evitar el
conflicto entre nuestras dos facciones. He estado ocupado en este
tiempo; tan ocupado, que casi he evitado tener que pensar. Y, de
repente, me he visto impulsado a volver... Los míos me presionaban,
la sangre me llamaba... supongo que no podemos cambiar lo que somos.
Y tengo que confesar que la posibilidad de verte de nuevo -su mano
apretó con más fuerza- no dejó de rondarme por la cabeza.
-Y te he
decepcionado...
-¿Decepcionado? -El
asiático resopló ligeramente, sus labios curvados en una sonrisa
melancólica-. Faulkner es un bastardo que no se merece la suerte que
tiene. -El joven lo miró, ligeramente alarmado-. En fin... El
destino dispuso las cosas de esta manera y tendré que adaptarme a
las circunstancias. No, no podemos cambiar lo que somos... pero,
Mìcheal, yo jamás podría hacerte daño. Y si se diera el caso de
que todos los tuyos fueran borrados de la faz de la tierra, y solo
quedaras tú, te doy mi palabra de que idearía alguna manera de
protegerte.
Munro suspiró casi
imperceptiblemente. No le gustaba perderse en ominosas visiones del
futuro, cuando lo único que quería era disfrutar de aquella calidez
que había echado tanto de menos.
-Solía venir a
buscarte, los primeros meses, después de que te fueras. Me escapaba
cuando podía y rondaba por aquí, pisando con mucho cuidado los
adoquines claros, porque no quería gafarlo. Pensaba que estabas
enfadado por mi culpa, que no querías verme, pero que, al final, me
perdonarías. Aquel Día Marcado... siempre se lo achaqué a la
Bestia, ¿sabes? La Bestia del Submundo devoró mi suerte, hizo que
Owen me encontrara primero que tú, y yo perdí al mejor amigo que
había tenido jamás. Habría dado lo que fuera para que nuestras
vidas hubieran seguido igual... y todo, pensaba, porque aquel
anochecer me había distraído y había pisado, sin querer, uno de
los cuadrados oscuros.
Jang apenas podía
dar crédito a lo que oía. Que el muchacho recordara una de las mil
fábulas que le había contado para entretenerlo; que se culpara de
que Faulkner lo hubiera iniciado, le hubiera hecho extender las alas;
que creyera que él tenía el menor motivo para censurarlo...
-Ah, no, no te
preocupes, Ho-Jun -el joven sonrió, adivinando lo que pensaba su
compañero-, sé que era un idiota ingenuo. Pronto me di cuenta de
que no tenía sentido que intentara cargar con la responsabilidad, y
que al marcharte habías actuado de la manera más noble posible.
Entonces dejé de venir. Deseaba volver a verte, y también temía
que regresaras.
"A veces pienso
en cómo habrían sido las cosas si tú me hubieras encontrado
primero aquel día. Muy diferentes, supongo: eras mi amigo, mi
hermano mayor, no me veías de la misma forma que Owen. Él siempre
me dice que se sintió atraído por mí desde el principio; tú, en
cambio...
-Creo que obras a la
ligera, atribuyéndome sentimientos altruistas que no creo que
tuviera, Mìcheal.
Jang se incorporó y
enfrentó al rubio, sus rostros tan cerca que casi se tocaban. La
expresión nostálgica del más joven se convirtió en una mirada
intensa y ligeramente asombrada a los ojos que lo traspasaban. La
otra mano del asiático se deslizó a lo largo de su brazo, hasta el
hombro, y bajó por su pecho y su costado; siempre cuidadosa, siempre
compuesta, asegurándose de que el tejido no dejara de interponerse
entre ellos... pero proclamando a gritos su deseo.
De repente se
detuvo, tomó aire y se apartó.
-¿Sabes lo duro que
me resulta aceptar que no puedo tocarte? Creí que era difícil
entonces, pero ahora... -Se libró de la chaqueta y la arrojó con
indiferencia sobre la mesa baja, aflojándose entonces la corbata y
dejándose caer sobre el gran sofá de cuero color marfil-. Nunca te
consideré mi hermanito, si es eso lo que piensas. Ansiaba que
llegara el día en que maduraras; en ese sentido no era mejor que
Faulkner, siento decepcionarte. Bueno, qué importa ahora...
Mìcheal se levantó
y caminó lentamente hasta quedarse de pie frente a él. Era aún más
atractivo de lo que lo recordaba. A pesar de ser más o menos de la
misma edad que Owen, e igual de grande, aparentaba varios años
menos; sin duda eran diferentes. Sus rasgos eran más finos y
delicados; sus pestañas eran largas y espesas, y bordeaban sus ojos
como un trazo de color azabache; el arco de su labio superior era
pronunciado y sensual; algunos mechones habían escapado de su
flequillo, inmaculadamente peinado, y se cimbreaban sobre su frente.
A su manera, ambos Alpheh eran un regalo para la vista.
-Y ahora que soy uno
de los Negros, y nadie más que Owen puede ponerme las manos
encima... ¿ya no querrás saber nada de mí? -se atrevió a
preguntar Munro; parecía un crío confuso, de vuelta a su ingenua
adolescencia, tal cual Jang lo había conocido. Seguramente nadie más
era testigo de aquella faceta del joven que muchas noches se quitaba
la camiseta en una plataforma y balanceaba las caderas de forma
explícita hasta que su cuerpo se cubría de sudor.
-No seas injusto,
por favor...
-Sé que lo que pido
puede ser egoísta e infantil, Ho-Jun, pero quisiera... quisiera que
las cosas volvieran a ser como antes de que te marcharas.
-Eso es imposible,
Mìcheal.
-¿Y no podríamos
volver a ser amigos? Incluso si solo fuera de vez en cuando...
Tendría cuidado y sería discreto... jamás hablaríamos de lo que
no debemos... eres... te he echado tanto de menos...
Jang alzó los
torturados ojos hacia él. ¿Cómo demonios se suponía que podía
rehusar? Dios... se moría por abrazarlo y acariciar aquellos
cabellos alborotados; y también se moría por lanzarlo contra el
sofá y desnudarlo, y...
En lugar de todo
eso, se encontró diciendo:
-Claro... Haré lo
que pueda, te lo prometo. Te daré mi línea privada, y podrás
contactarme siempre que quieras. Pero evita meterte en líos.
Al ver la
esperanzada sonrisa en el hermoso rostro, el coreano suspiró.
-Encargaré algo de
comer, espero que me contarás algo de tu vida. No tengo ni idea de
lo que prefieres ahora; dudo que las hamburguesas con jalapeño y
salsa mexicana especial que devorabas entonces sigan siendo de tu
agrado...
-Hamburguesas con
jalapeño y salsa mexicana me parece perfecto. -La sonrisa de Munro
se hizo aún más abierta.
-¿Puedes creerlo?
Estamos en K-Town y el caprichoso caballero me hace pedir
hamburguesas con aderezo mexicano... -refunfuñó Jang. Pero él
también sonreía mientras buscaba el número de teléfono en su
smartphone
y
lo marcaba.
El almuerzo fue
realmente agradable, reconoció el asiático para sí. No se
molestaron en trasladarse a la mesa de comedor: Mìcheal lanzó
varios cojines al suelo y allí se instaló cuidadosamente,
contándole a su compañero todo lo que pudo sobre su vida en
aquellos últimos años. Jang frunció el ceño cuando oyó que había
abandonado el Conservatorio; en su opinión, era un desperdicio de
talento imperdonable, y tampoco se aplacó cuando le dijo que seguía
tocando en casa.
En cuanto a él, no
había mucho que pudiera contar que no estuviera relacionado con el
tema
que
no podían tratar. Había viajado por todo el mundo; eras las
ventajas de tener una familia muy adinerada que prefería que su hijo
hiciera el vago, como ellos lo llamaban, en el extranjero, en vez de
hacerlo abiertamente en Seul. El comercio de antigüedades era
únicamente una de sus muchas inversiones, y una excusa para permitir
a Ho-Jun establecerse en aquella ciudad y aparentar que tenía un
trabajo serio. Lo cierto era que al joven se le daba extremadamente
bien tratar con los clientes; las ventas habían descendido
alarmantemente durante su ausencia...
Y es que era una
delicia escuchar su voz suave y melodiosa cuando narraba la historia
de cada objeto y ponderaba sus virtudes; si existía una versión
moderna de los cuenta-cuentos que debían recorrer antaño ciudades y
pueblos, distrayendo a los aburridos ciudadanos por unas monedas, ese
debía ser él. Y el mágico efecto tenía lugar, no tanto por lo que
narraba, como por la manera en que lo hacía, su lenguaje corporal,
las inflexiones de su voz. El joven Mìcheal nunca se había cansado
de escucharlo cuando se conocieron; le alegraba saber que eso no
había cambiado.
Se había ido
acercando, poco a poco, mientras hablaba, y había acabado sentado a
su lado, con el costado reclinado sobre el frontal del sofá, la
mejilla apoyada en la mano, el codo sobre el asiento. Jang lo
contemplaba de reojo, y a veces tenía problemas para concentrarse.
Apenas quedaba nada del chaval que había sido, aunque una cosa era
cierta: si aún había algo, debía estar allí, justo en aquel
momento, asomando a través de los grandes ojos aguamarina.
Las manos de Munro
se posaron sobre sus rodillas; estaba expectante... un pájaro
hambriento que esperaba unas migas de pan.
-Cuéntamela, Ho-Jun
-pidió-. La historia de los Tres Hermanos.
El coreano se
sobresaltó.
-Ya debes conocerla,
Mìcheal -afirmó, suavemente.
-Sí, pero Owen...
Él solo me ha contado lo básico; supongo que guarda toda la labia
que tiene para los tribunales. Quisiera oírtela contar a ti. Por
favor... por favor, Ho-Jun...
Puede que la voz de
Jang obrara maravillas, pero la de su joven compañero no le andaba a
la zaga... Asintió y el muchacho, complacido, colocó el antebrazo
sobre sus muslos y reclinó la mejilla sobre él; una copia exacta de
la postura que solía adoptar años atrás... El moreno lo contempló,
incrédulo: ¿por ventura tenía idea del suplicio que eso suponía?
Esos cabellos rubios, extendidos sobre sus piernas, y sin poder
alargar un dedo para rozarlos... Iba a protestar cuando una reflexión
lo golpeó. ¿Era un martirio para él? Puede; pero aquel chico no
había sido capaz de tocar a nadie más que a su amante en todo ese
tiempo. Si para Jang era duro, debería imaginar lo que significaba
tener que llevar capas de tela innecesaria que lo aislaran de todo
contacto. El pensamiento lo calmó al instante; alargó la mano y la
posó sobre su espalda, con delicadeza.
-La historia se
remonta a una época que nadie recuerda o, mejor dicho, que a nadie
le ha sido revelada... -Munro inclinó la cabeza ligeramente y lo
miró de soslayo-. ¿Qué? ¿Esperabas que comenzara con un "érase
una vez, hace mucho tiempo..."? Bien podría haberlo hecho. A
veces tengo el firme convencimiento de que ocurrió hace miles de
años... lo cual es perturbador, pero supongo que adecuado. Un tiempo
donde todo era aún sencillo, y el dinero no se había inventado.
"En cuanto al
lugar, me temo que he de decir lo mismo. Para nosotros es irrelevante
la ciudad donde nos encontremos, ya lo sabes. Solo hay una cosa cuya
ubicación es esencial, y va cambiando en cada ocasión. Ya
llegaremos a ese punto de la historia a su debido tiempo; baste decir
que ocurrió en algún lugar habitado por hombres, posiblemente antes
de nuestra era.
"En ese rincón
desconocido habitaban tres hermanos, Gelak, Beland y Nurand. Una
posible explicación al porqué de que los tres Alpheh no tengamos
por costumbre reunirnos y departir amablemente sobre historia antigua
es que nadie sabe tampoco quién era el mayor, o el menor, y
decidirlo nos haría llegar a las manos, fuera o no un Día Marcado.
"Los tres eran
jóvenes, pero habían perdido a sus padres. Vivían juntos en una
casa humilde a las afueras de su pueblo, en el corazón de un valle.
El poblado se alzaba a orillas de un lago, y era hermoso ver el
reflejo de las casas de adobe y piedra en el agua; cuando el agua
escasea, hace el paisaje aún más maravilloso... Es una máxima que
puedes aplicar a todo.
"Un oasis en un
valle rodeado de áridas peñas que se calentaban al rojo vivo bajo
el sol... no era el mejor lugar para vivir, mas cuando todo lo que
conoces es tierra, arena y rocas peladas, no lo cambiarías por otra
cosa.
"Aun en las
noches frías, a los hermanos les gustaba caminar a la otra orilla
del lago y contemplar, en silencio, el brillo de las estrellas
atrapadas allá abajo; también ver a la luna asomarse, con sus
diferentes rostros. Había una luna llena justo en el centro del
agua, y era difícil quitar los ojos de ella, pues relucía como la
plata en un manto de terciopelo negro. Y de pronto, uno de ellos
señaló al reflejo, muy excitado.
-¡Allí! -gritó-.
¿No lo veis? ¡Hay una montaña alrededor de la luna en el agua!
-¿Qué andas
inventando? -preguntó otro, desdeñoso-. Ahora no se puede ver la
imagen de las peñas en el lago...
-¡Os digo que está
ahí! ¿Cómo es que no lo veis? ¡Es una montaña perfecta! Solo
que... -El primero volvió a mirar, extrañado; había algo que no
podía comprender-. No se refleja como es debido...
-Eso sí que tiene
gracia -comentó en tono de burla el tercero, el que no había
hablado aún, ya que su hermano tenía que haber estado abusando de
alguna planta fermentada-. ¿Y cómo debería reflejarse, pues, esa
montaña perfecta que solo tú puedes ver?
-No tiene sentido
-siguió explicando, insensible a la chanza- pues las montañas son
anchas por abajo y estrechas por arriba -y al hablar, juntó ambas
manos extendidas frente a su cara, formando un triángulo con la base
hacia abajo-, y cuando se reflejan en el agua se ven al revés. En
cambio... la montaña alrededor de la luna tiene la parte ancha hacia
abajo... como si estuviera sumergida.
-Déjate de
necedades. Ahí no hay nada; has debido excederte con la bebida.
-¡No es cierto!
Puedo verla con la misma claridad que el disco plateado... Mirad
bien, la luna está justo en el centro... ¡mirad!
"El que había
hablado el último propinó un codazo al segundo, animándolo a que
continuara con los comentarios de mofa; pero este no le prestó
atención. Hacía rato que miraba la oscura superficie con el ceño
fruncido, y se había olvidado de cerrar la boca. Tenía un aspecto
cómico que impulsó al otro a incluirlo en la burla, pero antes de
que pudiera decir nada...
-Es verdad... yo
también puedo verla. Es una montaña sobre su base, pero no se apoya
en ningún sitio; es como si flotara...
"El tercer
hermano se impacientó, ya que sospechaba que se habían puesto de
acuerdo para bastarle una broma. Y una broma idiota, todo había que
decirlo. Allí no había nada en absoluto. Nada de nada.
"Pero...
-Es... es cierto...
veo una silueta de tres lados... y es cierto que tiene la forma de
una montaña, si bien... los lados son muy rectos. Creo... creo que
es una pirámide. Pero... ¿qué puede hacer una pirámide dentro del
agua?
"Los tres se
quedaron mudos durante un instante. Una pirámide, flotando sobre su
base, con el rostro de la luna brillando en su centro... cual un ojo
gigantesco. ¿Es que habían abusado todos de las bebidas fuertes? ¿Y
estaban compartiendo los delirios? Era difícil de entender;
cualquier persona sensata habría apuntado que era improbable que
hubiera aparecido una pirámide en el fondo del lago, cuando aquella
misma mañana no había habido ninguna, tan cierto como que el sol
salía de día.
"Y he aquí que
a uno de ellos le dio por alzar la vista al cielo...
"Una pirámide
en el fondo del lago... casi imposible; una, en cambio, invertida y
flotando sobre él, no era casi imposible: era una soberana locura.
Los tres se pusieron de pie a un tiempo, como si hubieran descubierto
que llevaban un buen rato sentados sobre brasas o escorpiones, y
comenzaron a dar saltos y a señalar arriba. ¿Cómo era posible que
nadie más la viera? ¡Era gigantesca!
"Era un
espectáculo digno de verse. La luz de la luna llena la iluminaba, y
sus contornos estaban perfectamente delineados. Parecía ciertamente
una pirámide, formada por hileras de sillares gargantuescos, lisos y
brillantes. Multitud de sombras se abrían a lo largo de sus caras
visibles, a la manera de ventanas, y el vértice inferior era enorme
y, cosa curiosa, transparente, porque la luz plateada lo atravesaba.
Lo que había sobre la base estaba oculto a sus ojos, si es que
realmente había algo... y podrían jurar que un bulto sobresalía
ligeramente, apenas una mancha negra sobre un cielo oscuro.
"Un jinete pasó
junto a ellos; un vecino, regresando tranquilamente a su pueblo. Los
hermanos gritaron frases incoherentes y, ya que no lograban domar a
sus lenguas, optaron por señalar al cielo. El jinete los miró, miró
entonces arriba, volvió a bajar la cabeza hacia ellos y se encogió
de hombros. No podían creerlo; ¿acaso estaba ciego? ¿Era imbécil?
El tipo se cansó de ver a aquellos jóvenes haciendo aspavientos
como dementes. Hizo un gesto que indicaba locura, y continuó su
camino.
"Lo mismo
sucedió con un cazador, y con una pareja que venía a arrullarse.
Había que rendirse a la evidencia: nadie más que ellos era capaz de
verla. Y antes de hacer que todo el pueblo los mirase con
desconfianza o los alejase de allí a pedradas, más les valía
callarse... Pero... ¡era tan hermosa...! ¡Era tan increíble...! Se
les hacía muy duro pensar que no podrían compartir algo así con
nadie.
"Aquello no se
podía remediar, así que el siguiente paso de su línea de
pensamiento fue bastante lógico: ¿cómo podrían llegar hasta ella?
Jang hizo un alto en
su narración para tomar un sorbo de agua; estiró el brazo hasta la
mesa, cuidándose de no rozar al joven que continuaba en aquella
posición y levantaba la cabeza para indagar por qué se había
detenido. La manera en que Mìcheal lo escuchaba siempre, sin
interrumpirlo jamás, sin moverse, para no molestarlo... aquello
tampoco había cambiado. Sonrió, y el deseo de rodearlo con sus
brazos se hizo tan avasallador que tuvo que apartar la vista y
retomar el hilo de la historia para distraer su mente de tales
impulsos.
-¿Cómo podrían
llegar hasta ella? -repitió el asiático-. Era una tarea
aparentemente imposible. Ni trepando a la montaña más alta podrían
rozar el vértice de aquella construcción colosal. Haría falta
tener alas,
las alas de un pájaro, para ver cumplido su anhelo...
"En medio de
estas consideraciones, apenas se percataron de que una figura se
había detenido junto al lago y los miraba, ora a ellos, ora al
cielo. Movió la cabeza un buen número de veces hasta que los
hermanos se dieron cuenta de que sus ojos siempre se fijaban en el
punto exacto donde estaba la pirámide... de que realmente la veía.
Excitados, reanudaron su algarabía, preguntando al extraño si
alguna vez se había encontrado con algo más prodigioso. Éste se
limitó a sonreír, bien que apenas curvó los labios. Pasó un buen
rato hasta que se dignó a comentar:
-Puesto que sois los
únicos capaces de ver lo que muchos han mirado, os merecéis una
recompensa. Sois libres, cada uno de vosotros, de solicitar una
merced, la que sea, y os será concedida. Hablad.
"Ellos se
asombraron. ¿Acaso estaba bromeando? Y si no lo hacía, ¿con qué
poder les otorgaría lo que pidieran? ¿Era un semidiós bajado a la
tierra? Pero parecía un hombre corriente, contemplando
tranquilamente la luna llena... Con una sonrisa de suficiencia, uno
de ellos exclamó:
-Si es cierto lo que
dices, concédenos, pues, unas alas para que podamos llegar hasta la
pirámide, pues no se nos ocurre otra manera de hacerlo, más que
imitando a los pájaros.
"Sus hermanos
rieron entre dientes y estuvieron de acuerdo. Mas el desconocido
asintió, con gravedad, y posó los ojos en otro de ellos.
Curiosamente, aquella mirada aplacó ligeramente su hilaridad, aunque
seguía sin poder creerse su ofrecimiento, por supuesto. Ahora bien,
le dedicó algún pensamiento al asunto y dijo, finalmente:
-Para ganarnos la
vida, debemos dedicarnos a la caza. No habría nada que quisiera más
que un arco que fuera tan ligero y tan potente que ninguna pieza
volviera a escaparse jamás, y un carcaj cuyas flechas fueran
inagotables, pues la madera es difícil de conseguir, y su
elaboración, trabajosa.
"Nuevamente
asintieron los otros, con una sonrisa; y nuevamente inclinó aquel
hombre la cabeza con solemnidad. Y sus mirada se posó entonces en el
tercero, quien la sostuvo con la boca abierta. Ya no sentía ningunas
ganas de reír.
-Yo... yo quisiera
tener la habilidad de ser invisible a los ojos de hombres y animales.
Para cazar, para esconderme cuando no deseo que me encuentren, para
huir del peligro... para ver sin ser visto... como esa pirámide en
el cielo...
"Los hermanos
ni se molestaron en corroborarlo. Miraban al extraño, expectantes,
preguntándose si habría algo de verdad en todo aquello. Éste
volvió a asentir y dijo:
-Marchaos a casa.
Mañana será un día especial, y veréis cumplidas vuestras
peticiones. Cuando lo deseéis, sabréis dónde encontrarme.
"El hombre se
alejó. Ellos ya dudaban que se tratara de una broma; había algo en
él... Para empezar, era capaz de ver lo que aguardaba allá arriba.
Y había tal seriedad en sus palabras que daba que pensar. Decidieron
regresar a casa y dejar pasar la noche.
"Y el día
siguiente...
"El día
siguiente fue el primer Día Marcado de la historia. ¿Qué puedo
decirte, que tú no sepas? Ni hombres ni animales fueron capaces de
verlos, a menos que ellos lo desearan. El desconocido había cumplido
su palabra... Y no solo respecto a eso: consiguieron, ciertamente, el
arco más liviano y potente que jamás hubiera estado en manos de los
hombres... y una provisión de flechas infinita. Y en cuanto a la
tercera petición...
"Eso también
lo sabes, Mìcheal. Unas alas grises crecieron en la espalda de
Gelak; blancas, en la de Beland; negras, en la de Nurand...
"En medio de
tales prodigios, era difícil razonar con claridad. ¿Crees que se
apresuraron a volar hasta su destino? No: se quedaron mucho tiempo
allá abajo, probando sus nuevos talentos entre los hombres. Debo
afirmar, con cierto pesar, que no lo hicieron de la manera más sabia
y prudente posible, porque eran jóvenes, y aquel poder increíble se
les escapaba de las manos... La habilidad de volar, de ser invisible
en ciertos días, la posesión de un arma tan poderosa... No hay que
ser un lince para imaginar que lo usaron a expensas de sus
congéneres, y que los escrúpulos iniciales fueron disminuyendo más
y más... hasta que no hubo deseo que no intentaran satisfacer, y sin
que les preocuparan las consecuencias. La vida se tornó fácil... y
aburrida.
"Y de nuevo
volvieron sus ojos a la pirámide. Debía ser sencillo llegar ahora
hasta ella, puesto que contaban con sus nuevos dones. Emprendieron el
vuelo, y resultó estar más lejos de lo que esperaban... La
tuvieron, al fin, al alcance de la mano, y con un último batir de
las magníficas alas, se posaron en una de aquellas ventanas.
Aparentaban ser pequeñas desde abajo, pero en realidad eran tan
altas que los obligaban a echar la cabeza hacia atrás para ser
capaces de ver su dintel. Descansaron, pues aún debían hallar una
entrada para poder acceder a su interior.
"No diré que
fue fácil. Hubieron de volar hasta la colosal plataforma superior,
cuya magnitud no podía abarcarse con la vista, y buscar con ahínco
hasta que se toparon con una entrada. Pero antes pudieron admirar qué
es lo que había en lo alto, aquello qué solo habían adivinado
desde la tierra. No tenían modo de saber lo que era, no lo supieron
hasta mucho más tarde: una semiesfera translúcida, tan grande como
todo su pueblo junto... Un prodigio más, en medio de tantos.
"Entraron.
¿Adivinas qué fue lo primero que encontraron? Al desconocido; daba
la impresión de que supiera el momento exacto en el que iban a
aparecer. Lo cual, bien pensado, era curioso...
-Bienvenidos al
palacio -dijo el hombre, sencillamente.
este capitulo sin duda es el que mas me ha gustado hasta el momento. Te había dejado un comentario en amor yaoi como shiela pero de repente encontre este sitio y me parecio mas comodo leer aca
ResponderEliminarDe todos modos vayaaa eres realmente asombrosa ya decia yo que habia encontrado buen material de lectura jajaja y pues dicho y echo me salio cierto :D
y pues que mejor ni te numero las dudas que tengo por ahora asi que mejor me espero haber que se resuelve en el proximo jiji
¡Hey, Joseline, me encanta verte por aquí también! Si te resulta más cómoda la lectura, adelante; más tranquilo será, porque no hay publicidad, hehe. Lo que sí es cierto es que en Amor Yaoi había notas aclaratorias al final de algunas entregas, aunque tampoco era demasiado.
EliminarA estas alturas ya verás que los chicos no son muy normales, y en este capítulo se empieza a explicar el origen de toda la historia, tal y como se adelanta en el resumen. Si tienes dudas, es de lo más normal, porque se va explicando todo poco a poco hasta el final, no desesperes X ). De todas formas no te cortes en preguntar si quieres : ).
Espero que sigas leyendo y no te aburras, ya me contarás qué te parecen los chavales. ¡Un saludo!