2012/08/18

PARA EXTENDER LAS ALAS VII: Do you remember the first summer?








-Era el año 1677. Generalmente doy asco con las fechas, pero esa la recuerdo muy bien; esa, y todas las que tienen algo que ver con él. Son lo único que no ha perdido nitidez después de tanto tiempo: todo parece una jodida colección de fotos en sepia con los cantos retorcidos, pero los momentos que hemos pasado juntos... el cielo, la hierba, la arena... los colores, los sonidos... el timbre de su voz... no puedo sacarlos de aquí dentro. No puedo crear nuevos recuerdos si tienen que ocupar la memoria en la que él está grabado.

"Me sorprendió que ahora tuviera un nombre escocés, entonces también fue en la Isla de Skye, ¿te acuerdas? Claro que te acuerdas, qué pregunta más imbécil... Era verano; allá, el verano no era tan compasivo como en muchos otros sitios donde he estado, pero la gente estaba satisfecha. Yo me conformaba con que el viento no se me llevara por delante, pero he de admitir que el sol brilló durante aquellos días. Tanto que me deslumbraba.

"Ya sabes lo que me atrajo a aquella playa de arenas gruesas y blancas, lo que me atrae siempre a cualquier sitio: él estaba allí. Claro que yo no sabía quién era, ni que existía. Nunca lo había visto antes, eso, seguro. Y no solo porque cuando le puse los ojos encima algo se sacudió dentro de mis pantalones, no... esa mierda siempre me pasa, a veces odio este cuerpo... Fue algo mucho más intenso, algo nuevo para mí. No tengo ni repajolera idea de si has llegado a tener un escalofrío: el hormigueo que sube por tus pantorrillas y eriza el vello de tus antebrazos, y apelotona más sangre de la que debería en tus mejillas... Yo me sentí un gilipollas. Era consciente de que, por entonces, mi cuerpo ya tenía dieciocho años, había montado a bastantes y había hecho cosas mucho peores. No era un maldito crío. ¿Ruborizarme igual que una condenada damisela? Además, aún le faltaban algunas semanas para madurar. ¿Qué sentido tenía quedarme y esperar cuando debía haber otros, ya maduros, no muy lejos de allí? Qué pérdida de tiempo... Mi cerebro lo sabía, y aun así, los pies me habían echado raíces y no me iba a mover de allí ni un puñetero huracán. Ganaron los pies. No estaba muy feliz cuando me acerqué a él, con un andar tan refinado y calmo como el de un potranco resabiado.

"Por supuesto, no se llamaba igual. Al principio me gustaba atesorar su nombre, el nombre con el que lo conocí; lo hacía rodar en mi lengua y el sonido era un mantra que me apaciguaba cuando no andaba cerca. ¿Pero realmente tenía sentido, cuando iba a continuar cambiando? Me costó poco darme cuenta de que él no era su nombre, y en el increíble cúmulo de detalles que le eran únicos y siempre se repetían, ¿qué importancia tenía una palabra? Siempre he tratado de olvidarlo, he empezado de cero. Te confieso que con la esperanza de que eso ayudaría a cambiar las cosas.

"Trataba de ganarse la vida como juglar, o mejor dicho, dado que estábamos en Escocia, como bardo. El recuerdo siempre me hace sonreír, y es que desde el primer momento dejó bien claras cuáles eran sus pasiones en la vida y nunca han cambiado. Nunca. Él siempre ha tenido la cabeza mucho más firme sobre los hombros que yo... Bueno, como decía, allí estaba él, con un laúd hecho polvo que había heredado de su padre muerto y una hermana un par de años mayor, una boca que alimentar que también había heredado de la misma fuente. Y aún no tenía los dieciséis. Era lo bastante mayor para tener críos pero no lo suficiente para no tener que sudar para ganarse el respeto. Había un poblado no muy lejos de allí, y ellos ocupaban una choza abandonada, con el techo medio hundido, que estaba cerca de la playa. Allí se quedarían hasta que los lugareños se aburrieran de la novedad y tuvieran que salir de nuevo a los caminos.

"Pero tenía talento. Joder, no había puesto en práctica ni una de aquellas picardías de las que cantaba, pero sabía cómo entretener y en qué momento había que guiñar un ojo o hacer un insinuante movimiento de caderas. Cuidaba aquel pedazo de madera con cuerdas con todo el amor del mundo y sé que que nadie más que él habría sido capaz de arrancarle aquellas notas; y tenía una voz hermosa ya por entonces. Era joven, pero incluso aquellos tipos con el refinamiento de un nabo eran capaces de reconocer el talento cuando les golpeaba en la cabeza. Se las arreglaba para vivir y que su hermana no tuviera que abrirse de piernas para comer.

"Y cuando al fin pude echarle un vistazo de cerca... Eso tampoco ha cambiado nunca. El sol se reflejaba sobre el agua y el brillo era menos intenso que el de su pelo; el mar tenía un color que más habría merecido llamarse gris, comparado con sus ojos. No hace falta que vomites, si es que puedes hacerlo; yo no era un jodido poeta por entonces, ya lo sabes, era un jodido guerrero y un jodido reproductor, y eso era lo único que sabía hacer. Pero ya ves, mi cerebro primitivo era capaz de conmoverse. Mi mandíbula inferior tuvo que caerse sola y así me pilló, mirando con expresión de borrego, uno más de los del paisaje, y su primera reacción fue suponer que estaba comiéndome con los ojos a su hermana, que estaba más allá. Su instinto protector se activó enseguida; no tenía armas y era un renacuajo en contraste con el bicharraco que era yo, pero eso no le impidió mirarme a los ojos y preguntarme, de muy malos modos, quién era y qué pretendía.

"Me quedé en blanco durante varios segundos. Aquella era una buena pregunta: ¿quién se suponía que era yo? Lo único que necesitaba para viajar eran mis espadas, y estaban a buen recaudo, pues no tenía sentido que el don nadie que yo era anduviera haciendo ostentación de ellas. No sabía hacer gran cosa, aparte de pelear, y aquello no me iba a servir de mucho. Miré a mi alrededor, desesperado. Me fijé en la choza, la señalé y dije:




-Techador. Te arreglo el techo de la casa.




"Dios, fue patético. Y como no era un completo imbécil, me creyó lo mismo que si le hubiera dicho que era un kelpie y que viniera conmigo a darse un chapuzón en el mar.




-Faltaba más, señor techador. Nada me haría más feliz, pero ya ve que mi mayoral se retrasa con el dinero de mis rentas y estoy escaso de fondos para pagarle. Venga más avanzado el año; con la cosecha de otoño, a más tardar.




"Se sonrió ligeramente, muy a su pesar. Creía que era un tipo peligroso pero mi expresión y mi poca vista debían resultarle divertidos. Y yo me sonreí, también a mi pesar. Se estaba cachondeando de mí, pero gracias al cielo tenía las suficientes entendederas para apreciar que el chico era ingenioso. Ingenioso, y muy guapo.




-Acabo de llegar por aquí y tendré que buscar algo para ganarme la vida. Entretanto yo te arreglo el techo, y tú me permites quedarme debajo de él. Me parece un trato justo.




"Le echó una mirada de reojo a su hermana; era evidente que no querría consentir que un tipo que tenía que doblarse para pasar por la puerta campara a menos de un tiro de piedra de ella.




-Por San Andrés, que nunca le pondría una mano encima a la muchacha -le dije.




-Claro, si es por San Andrés, entonces confiaré ciegamente... ¿cómo no habría de fiarme de alguien que me lo asegura por San Andrés? -preguntó con ironía.




"Yo no era un tipo con mucha paciencia, pero tampoco era un animal. Habría sido incapaz de tocarle un pelo a cualquiera que estuviera en mi punto de mira, y menos a él... así que haría las cosas despacio. Me di la vuelta y me alejé.




-¿A dónde vas?




-A buscarme un hueco para descansar, allá entre aquellas piedras. Y si cuando caiga la noche un buen creyente es capaz de dejar a otro dormir al raso, no sé a dónde habremos llegado.




"No sé qué tan buen creyente era... ¡pero yo dormí al raso! Después de verme todo el día vagabundeando por allí no logré conmoverlo, y allá me quedé, lanzando miradas a la choza y recordándome que era esencial que mantuviera mis manos alejadas de su cuello. No podía culparlo. Los tiempos siempre habían sido duros y su hermana era muy bonita. Casi tanto como él.

"Al día siguiente abandonaron la playa y se dirigieron al poblado. Yo hice el curso práctico de techador más rápido de la historia y me las apañé para remendar aquella ruina; no había quedado perfecto, pero ya venían por el camino, así que corrí a mi hueco entre las rocas y puse cara de circunstancias. El chico miró al techo; luego miró en mi dirección, y de nuevo al techo. Dudaba. Daba la impresión de que estaba tentado de encaminarse a donde yo estaba, pero no terminaba de decidirse. ¿Resultado? Otra noche haciendo de cachorro abandonado a la puerta de la casa. Esperaba que, por los menos, los remordimientos no lo dejaran dormir...

"Y al otro día se repitió el chiste, y yo completé mi obra maestra. Me alegra decir que aquello terminó de ablandarlo. Se acercó, algo ceñudo.




-¿Me das tu palabra, por lo más sagrado, de que...?




-...No tocaré a la muchacha -lo interrumpí-. Ya te lo he dicho, solo quiero un techo bajo el que dormir.




"Luchaba con su impulso de mantener las distancias. Sabes, ella era todo lo que tenía, después de todo. Pero me dejó entrar en sus vidas. Entonces quise creer que fue porque veía algo en mí... lo mismo que yo veía en él.

"Una vez que reparas un techo, puedes reparar ciento... Qué diablos, yo era un tipo grande y fuerte y el año había sido lo suficientemente próspero para que me salieran trabajos aquí y allá. Cuando contribuí a llenarle el estómago a su hermana él comenzó a verme con otros ojos, mucho más aliviados; nunca le lancé una mirada inapropiada. No era ella la que me interesaba.

"No puedo decir lo mismo de la chica. Me tomó afecto... bastante afecto. No es que fuera una fresca, pero las sonrisitas encubiertas tras la mano y los ojitos tiernos siempre han sido universales. En otras circunstancias me habría sentido halagado pero, maldición, me estaba costando trabajo ganarme su confianza y no iba a estropearlo por un polvo tras las rocas. Y qué quieres que te diga... ni siquiera me apetecía. Este asqueroso cuerpo siempre parece estar caliente, pero mi proyectil ya apuntaba a una diana. Lo oía contarme su corta vida. Lo escuchaba cantar. Lo miraba, simplemente me sentaba en la arena y lo miraba mientras él corría por la orilla del mar persiguiendo a su hermana, riendo con ganas, haciendo volar el agua en su dirección de una patada certera; o bien se paraba sobre la franja húmeda, aguardaba a que pasara una ola, y sonreía cuando sus pies se hundían y cosquilleaban por efecto del agua que se retiraba. La tarde decaía y su silueta se oscurecía hasta que me costaba trabajo distinguirlo. Estaba loco por él.

"En una de aquellas ocasiones ella corrió hacia mí, tropezó -eso quiero creer- y me aterrizó encima, justo en medio de mis piernas separadas. Se tomó su tiempo para levantarse; se restregó de manera completamente innecesaria... No supe qué hacer con las manos; él estaba mirando y no creí que fuera a hacerle gracia que las plantara en ninguna porción de la anatomía de su hermana. Si hubiera podido arrancármelas y lanzarlas lejos, creo que me lo habría planteado.

"Viendo que no iba a recibir mucha ayuda de mí, la chica se levantó ella sola... ¿y qué crees que hizo el muy desgraciado? Volvió a empujarla allí, sobre mi entrepierna, con una risita de lo más canalla. Ya sabía yo que tantas canciones pícaras acabarían pasando factura. Ellos rieron; me decidí a ayudarla, pero mientras lo hacía le lancé una mirada de reproche. Y no sé si era por la falta de luz, o mi propia imaginación, o qué cojones, pero habría jurado que la suya era de melancolía. ¿Celoso, porque pensaba que tendría que compartir el afecto de la chica con alguien más?

"Aquella noche me escapé a dar un paseo. Si hubiera entrado con ellos en la choza y lo hubiera visto tenderse junto a ella y caer dormido con esa expresión tan plácida y confiada, creo que no lo habría aguantado más y me habría lanzado sobre él. Y era demasiado pronto y... no, no habría sido capaz de hacerlo contra su voluntad. No era un crío lento de mollera al que pudiera manejar a mi antojo; era joven, ¿y qué? Era inteligente. Había visto mundo y, a la vez, conservaba una extraña candidez e inexperiencia que me resultaban tan contradictorias como magnéticas.

"Apareció, caminando a lo largo de la costa. Mi problema; y también mi solución, si él hubiera querido. Levanté la cabeza, ansioso por ver qué cara traía, aunque ya casi no había luz. Se sentó junto a mí sobre la arena; genial, había salido huyendo para no comprometerme y mi presunta víctima venía a abrir las fauces ella misma y meter la cabeza entre las dos filas de dientes. Era afortunado, apenas llegaba a ver más que una sombra negra. Hubiera tenido que suplir el resto con imaginación y mi cerebro estaba prácticamente desconectado, después de prestarle casi toda su sangre a mi paquete.




-¿Por qué no has venido adentro? -me preguntó; no abrí la boca, así que continuó-. Escucha: no pasa nada... no pasa nada si te gusta mi hermana. Es muy guapa. Sé que me prometiste que no te acercarías, pero eso fue antes de conocerte. A veces la miras, ¿verdad? A ella también le gustas, y si tú quieres...


-No la miro a ella -lo corté. Mi paciencia se había agotado. No me importaba ganarme su confianza, ni que estuviera a punto de madurar, ni que unos cuantos tipos cabreados me estuvieran buscando. No me importaba una mierda; solo quería decirle lo que sentía-. Te miro a ti. Te he estado mirando a ti todo el tiempo.




"Se quedó mudo. Ya casi no podía distinguir si estaba ahí o estaba hablando con una roca. Me esforcé para oír su respiración, pero no me llegaba otro sonido más que el rumor de las olas.




-Por favor, dime algo -le pedí-. Es la primera vez en... en mi vida que le confieso esto a alguien, y te doy mi palabra de que tengo un nudo en la garganta tan enorme que casi no puedo respirar, pero como el sol sale por las mañanas que no puedo pensar en otra cosa que no seas tú. Y no como un amigo, o un hermano pequeño, o nada por el estilo, sino de la manera que te estás imaginando.




-Pero... pero... pero eso no es posible... -Al final se las arregló para soltar dos palabras juntas-. Los dos somos... yo no soy una...




-Soy muy consciente de eso. Y aun así no cambia lo que siento.




"Volvió a quedarse callado. Qué te parece: no se había levantado y había echado a correr, ni me estaba gritando que era un puerco, ni intentaba partirme la cara con un codazo; no, ahí estaba, cavilando, considerando mis palabras. Se me erizó el vello de la nuca. Me volví hacia él; tuve suerte de que no fuera capaz de ver mi cara de lobo hambriento.




-No podemos hacer eso... -Su voz era poco más que un hilillo.




-Nadie más que nosotros decide lo que podemos hacer. -La mía era rápida como una serpiente.




-Alguien podría vernos... -Hilillo.




-Está completamente oscuro y estamos solos. -Serpiente. Y de paso, posé mi mano donde estaba la suya.




-Pero eso nos convertiría en sodom...




-Por favor, no pronuncies esa palabra. -Tiré suavemente de su brazo-. Además, hay otras cosas...




"Me incliné sobre él. No le acerté en los labios; rocé apenas la comisura, pero me supo a gloria, porque no se apartó. Ni cuando bajé por el cuello. Ni cuando metí la cabeza en su camisa. Ahora sí podía oír su respiración, por encima del ruido del mar.

"Lo tumbé sobre la arena y busqué a tientas sus mejillas. No quería que se moviera, quería acertar... Me acerqué tanto que pude notar su aliento caliente sobre mi boca. Me pasé la lengua por ella -estaba reseca- y luego lo besé; un simple toque, quería ver cómo reaccionaba, si respondía...

"Me dejó entrar...

"Dios... El tiempo podía haber marchado hacia atrás para lo que tardé en hundir la lengua en su boca. Estábamos en la más completa oscuridad; había imaginado aquello de las maneras más variadas y no esperaba que pasara... y yo no fuera capaz de echar el ojo a la cara que estaba poniendo. Bueno, para compensar, el resto de mis sentidos estaban al máximo. El del tacto amenazaba con provocar el estallido del bulto que no había manera de que me cupiera en los pantalones. Aquello me sugirió una asociación de ideas...

"Bajé la mano hasta su entrepierna y la acaricié; allí también había vida, vaya que sí... No podía verlo, pero podía hacer otra cosa. Aunque me costó trabajo sacar la lengua de su boca, quería probar suerte y comprobar si podía meter algo más en la mía... así que la moví hasta la parte que estaba sobando y casi le abrí los pantalones con los dientes. Su carne húmeda contra mis labios...

"No era mi primera mamada, desde luego que no, pero siempre que me había metido una polla en la boca era para conseguir algo a cambio, principalmente que me pagaran con la misma moneda. Entonces yo no esperaba nada de él: todo lo que quería era que lo disfrutara. Te juro que la prostituta más complaciente no se habría esmerado igual que yo para que él no notara que estaba entre los labios de un tío y no entre las piernas de una mujer. Escupí ligeramente para hacerla aún más resbaladiza, y me tomé mi tiempo extendiendo la saliva; chupé el extremo como el que lleva años esperando para probar su sabor, sin dejar un hueco por lamer; la hundí en mi garganta hasta el fondo.

"Cuando noté cómo empujaban sus caderas... casi me corrí. Digo casi, porque él lo hizo primero; prácticamente sin previo aviso, apenas unos gemidos ahogados. Parecía tener miedo de hacer ruido y que nos descubrieran... Luego supe que se había estado cubriendo la boca con las manos...

"Lo mantuve caliente y húmedo hasta que dejó de sacudirse y de estar tan tenso como una cuerda de arco. Entonces me concentré en saborear lo que había probado de él, en deslizar mis labios resbaladizos y mis mejillas a lo largo de aquel trozo de carne que todavía se contraía... Ya no pude más: me metí la mano en los pantalones y me la froté hasta que se disparó, y joder, si tardé poco... Allí me quedé, jadeando sobre su ingle, convencido de que se había dado perfecta cuenta de lo que había hecho.

"Se incorporó sin decir nada. Su silencio me resultaba incómodo, pero tampoco podía culparlo. Oí el susurro de la tela mientras se ajustaba de nuevo las ropas y el deslizar de la arena cuando se levantó.

"Y se alejó, con paso inseguro. Sin una palabra. No me atreví a detenerlo, ni a seguirlo, ni a preguntarle si estaba bien, si... Por favor... Ni se me pasó por la mente preguntarle si le había gustado. Me sentía igual que si ya lo hubiera desvirgado a la fuerza. Pasé la noche en aquel mismo sitio y no pude pegar ojo.

"Al día siguiente tampoco me atreví a ir por la choza. Ni por el poblado; no quería que tuviera que encontrarse conmigo y darse la vuelta. Aquel fue el peor día hasta la fecha.

"Antes de oscurecer me apeteció meter la cabeza bajo el agua y dejarla allí... No iba a matarme, pero qué diablos, qué afortunado habría sido si me hubiera quedado inconsciente. Así que dejé la ropa en la orilla y me sumergí hasta la cintura. El mar estaba calmado; cabrón con suerte...

"Tardé poco en sentarme a pensar en la arena húmeda, bañado por las olas. Adivina lo que estaba pensando: ¡bingo! La pica se me había puesto de nuevo en posición de recibir a la caballería. Supongo que eso me distrajo, ya que no lo oí llegar, no hasta que lo tuve casi encima, y me levanté de golpe, y me encontré frente a frente con él. Yo, y mi no tan pequeño amigo. Se me quedó mirando. Hablaré claro: se nos quedó mirando a los dos. Tenía los ojos tan abiertos...

"Hasta que cargó y me hizo caer de espaldas en un par de dedos de agua. No me esperaba aquella reacción, la verdad. Quizás un puñetazo o dos, pero no una carga. Se quedó allí, a horcajadas sobre mí, y yo pensé, vale, aquí llegan los sopapos, haz lo que te venga en gana, me lo merezco. Pero la somanta de palos no llegaba; miró al sol, que aún no se había colado del todo horizonte abajo; miró a la orilla, que estaba desierta; me miró a mí...

"Esos ojos tan azules se clavaron en los míos desde lo alto, con la mirada más intensa que había tenido encima jamás. No supe leerlos entonces; tenía las cejas fruncidas, y lo mismo podrían estar gritando odio que una advertencia para que me mantuviera alejado. Yo estaba acostumbrado a tratar la violencia cara a cara. Podía reconocerla, aunque se disfrazara detrás de una sonrisa hipócrita. No sabía que aún había una faceta que desconocía por completo...

"Me besó. Joder, me besó. O más bien, le sacó brillo a mis amígdalas con su lengua. Si hubiera sacado un cuchillo y me lo hubiera clavado no me habría sorprendido más. Pero no: era otra cosa la que me estaba clavando; me estaba dando a probar su saliva de nuevo, y lo que le faltaba en técnica le sobraba en empuje. Empuje... Estaba sentado sobre mi estómago, con el extremo de mi águila rampante atrapado bajo sus nalgas. Yo sí que quería atraparlo a él debajo de mí y empujar... Es muy difícil luchar contra los impulsos de este maldito cuerpo. Inconscientemente lo abracé y traté de girar para colocarme encima, pero no me dejó. La fiera se revolvió, se dejó caer con todo su peso sobre mis brazos, volvió a mirarme a los ojos, con los dientes apretados...

"Bajó hasta mi entrepierna, donde esperaba aquello, y lo estudió; lo rozó con los dedos, lo rodeó con las manos; lo probó de pasada con la punta de la lengua. Me había incorporado para no perderme detalle, y a pesar de que la luz decaía aún pude echar una buena ojeada a sus labios cerrándose sobre todo lo que pudieron abarcar. Yo no me tapé la boca para no gemir; lo hice, alto y claro, mientras subía las caderas y hundía las manos en su pelo, tan suavemente como fui capaz; que no fue gran cosa.

"Si hay algún momento en mi vida del que puedo enorgullecerme por haber sabido controlarme, ahí lo tienes. Vale, estoy exagerando, pero el ansia que tenía por hundirme en otra parte de su cuerpo hasta las cachas... tienes que sufrirla para saber cómo es. Por supuesto, no lo hice; pero tampoco pude evitar soltar el trapo dentro de él. Tosió y se enderezó. Se pasó la mano por los labios y trató de distinguir lo que había en sus dedos, intrigado.




-Sabe salado.... y amargo -me dijo.




"Sonreí.

"Esa era la clase de hombre que él era, la que siempre fue.







"Los pocos días que siguieron fueron los más felices que había tenido hasta entonces en mi jodida existencia. Me olvidé absolutamente de todo: del propósito que me había llevado allí, de la gente que me esperaba, de las espadas que se oxidaban en un agujero. Dios, es embarazoso, pero lo baboso que pude llegar a ser... Y él se aprovechaba. Tenía un bardo juvenil tocándome el laúd y cantándome canciones al oído cuando no tenía las manos y la boca ocupadas en otro sitio. Me obligaba a hacerle los coros; la primera vez en mi vida que utilizaba la voz para cantar... Y, sorpresa, sorpresa, no se me daba mal. Tuve un buen maestro.

"Pasábamos la tarde bajo la luz del sol; él, contándome las historias que había heredado de su padre, yo... contándole lo que podía. Me reí como nunca me había reído. Su hermana estaba picada, pero no me importaba lo más mínimo; no me importaba nada más. Cuando ella se dormía, nos escapábamos a las rocas y ya sabes lo que hacíamos. Era diferente, pensaba, cuando abrazabas a alguien para darle calor, en lugar de para recibirlo tú mismo. Lo tuve varias veces en la punta de la lengua para decírselo. Tenía que haberle dicho muchas cosas... ¿por qué no lo hice? Porque fui un gilipollas... Y aun así, esa no fue la mayor gilipollez que cometí.

"Lo bueno siempre ha durado muy poco. Los míos me encontraron. No se atrevieron a levantarme la voz, pero si hubieran tenido los redaños... La cuestión era que el tipo que por entonces no se llamaba Swift había descubierto a uno de los nuestros... demasiado pronto. Los habría estrangulado a todos, pero la cosa era realmente grave y no me quedaba más remedio que acudir. Corrí a la choza; debían haberse acercado al poblado, estaba vacía. Me dispuse a seguirlo y avisarlo de que debía ausentarme...




-¡Maldita sea! Ya ha caído uno... ¿vas a dejar que mueran más por una estupidez? ¡Cumple con tu deber!




"Cumple con tu deber... esa fue la mierda que me perdió. Debí haberlos mandado al infierno y salir tras él. Pero no lo hice; pensé: bueno, solo serán unos pocos días, regresaré cuanto antes y me lo llevaré conmigo. Ni me paré a recoger mis espadas.

"Pero no fueron unos pocos días. Casi dos semanas más tarde, cuando aún estaba de cacería y no podía dormir ni el par de horas que me reservaba cada jornada para no volverme loco, decidí enviar al más joven de los nuestros para que lo encontrara y le dijera que todo estaba bien. Aquello me hizo ganarme nuevas miradas de reproche, pero en el estado en que estaba bien podría haber matado a alguien con las manos desnudas, así que nadie abrió la boca.

"Cacé a mi objetivo. Mi mensajero regresó. Él y su hermana habían abandonado la choza y nadie sabía a dónde habían ido.







"Cuando volví a Skye ya no podía sentirlo. Ese radar que avisa cuando alguien que no ha despertado anda cerca estaba mudo; eso solo podía significar dos cosas: que estaba lejos... o que ya había tomado conciencia. Recé para que estuviera en la otra punta del mundo... cualquier cosa, antes de...

"Pero me dieron noticias de que el hijo de un jefe de clan había pasado por allí no hacía mucho. Merecía la pena investigar, ya que no tenía otra pista, y la distancia no significaba gran cosa y... me habría estallado el cerebro si no hubiera hecho algo. En poco tiempo me planté ante las puertas de la residencia principal del clan, que estaba de celebración a causa de que el jefe había encontrado esposa para uno de los chieftains. Tuve el peor presentimiento...

"El hijo del jefe de clan era ese tipo grande, de pelo castaño y ojos grises que hoy en día trabaja de picapleitos y se apellida Faulkner. Él estaba a su lado, y yo ya no podía sentir nada. Había despertado.

"No hubo gran cosa que pudiera servirme de consuelo. Él no había querido acompañarlo voluntariamente, así que el Alpheh negro había utilizado a su hermana. Una boda con un chieftain cuando solo eres un vagabundo... ¿quién iba a decir que no? Y él no podía dejar que ella se fuera sola con aquel noble pagado de sí mismo, quién sabía a dónde.

Su expresión cuando me presenté ante él... y cuando le dije lo que sentía... y cuando nos acostamos y pude hacer lo que debería haber hecho desde un principio si hubiera seguido mis instintos... Puede que fuera uno de los Negros, pero también era mío. Todo lo mío que podía llegar a ser, que no era, nunca sería suficiente.

"Le conté todo sobre nosotros; a él no podía mentirle porque me habría parecido sacrílego, ¿sabes? Él era mío, pero a mí me tenía en un puño. Un comportamiento de novato idiota, claro está... Nunca me habría traicionado, pero, joder, él era su Alpheh, por mucho que se resistiera tenía el poder y los medios para tirarle de la lengua.

"Cuando el futuro Faulkner supo quién era yo, todo estalló. Traté de sacarlo de allí, de llevármelo a un escondite hasta que se me ocurriera algo. Fallé miserablemente.

"Lo mató uno de los Grises. Tenía diecisiete años.







"El espíritu berserker de las otras ocasiones volvió a poseerme, solo que en aquella ocasión ni siquiera me detenía a pensar. Quedamos tan pocos... y no me importaba una mierda. Lo veía todo rojo, estaba hundido hasta los ojos en un río de sangre.

"Cuando todo terminó, robé su cadáver. Esto no te lo he contado nunca... no se lo he contado a nadie... Aquel fue mi primer baile.

"Existía por la zona una tradición tan vieja que no se sabía de dónde había salido, y apenas se practicaba ya; de hecho, el antiguo lugar sagrado estaba cubierto de hierba y musgo. La persona más querida de un difunto tiraba de su espíritu a través de un baile ritual, hacía que pasara a través de su cuerpo y lo enviaba al más allá; el camino quedaba abierto para que ambos se encontraran al otro lado. ¿Cómo se llama...? Un psicopompo. Lo encontré muy apropiado; estaba desesperado y habría hecho lo que fuera. Dios...

"Deposité el cuerpo en un hueco practicado en la roca, bajo una plataforma en alto también de piedra, sostenida por dos anchos escalones. Los músicos atacaron una melodía suave y repetitiva. Comprenderás que lo último que me apetecía era ponerme a dar saltos como un condenado borracho. Pero lo haría por él, y más le valía a alguien de allá arriba prestar atención a mis plegarias. ¿Había que dar saltos? ¿Girar igual que la rueda de un molino? Por Dios que lo haría; saltaría como el Masai más ágil; giraría como el derviche más enloquecido de la historia.

"Y lo hice. Mis pies golpeaban en la roca y se movían al compás, mientras los músicos apresuraban más y más el ritmo. Al posarlos en el primer escalón de piedra comencé a perder el control. No sé quién les daba órdenes para que se movieran tan deprisa; mi cerebro consciente, desde luego, no.

"Cuando subí a la plataforma debía estar en trance. Apenas recuerdo nada, solo que tenía vagamente presente que su cuerpo estaba ahí debajo, que puede que estuviera tirando de su espíritu, que era posible que estuviera conmigo... Y la música... la música que no dejaba de acelerar... las vueltas, tan rápidas... la sensación de que la carne se me desprendía de los huesos...

"Se hizo el silencio de repente. Todas mis energías, todo lo que tenía dentro y que debería sostenerme para aquella vida, se vació. Caí de rodillas; también fue la primera vez que lloré.







"No tardé mucho en seguirlo. No podía esperar, como un no muerto, a que llegara el último día del ciclo. Las cosas, confiaba, cambiarían. Él estaría allí, en algún sitio, y yo lo alcanzaría antes.

"Ya ves que me equivoqué. Me equivoqué las otras dos veces; Faulkner, el muy hijo de puta, se las arregló para encontrarlo primero. Considerando que el condenado no guarda recuerdos de sus vidas anteriores su persistencia es increíble...

"Pensé que iba por buen camino. Tras mi apoteósico despertar me faltó el jodido tiempo para ir a buscarlo; acudí al Under 111 igual que un borrego, qué reclamo más apropiado, y allí estaba Faulkner; sin él. Él siempre había sido su pareja en las salidas de los Días Marcados, ni se me pasó por la cabeza que no iba a volver a ser así. ¿Cómo iba yo a saber que ya lo había hecho de los suyos y lo tenía a buen recaudo, entre algodones? En serio que no sé cómo se las arregló ahora... Debió encontrarse con él, literalmente, el mismo día que los Alpheh despertaron, porque yo no tardé ni cuarenta y ocho horas en plantarme aquí...

"Lo vigilé los Días Marcados. Confié en mi radar. Durante casi dos años, puse un ojo en él y en el resto de los Negros. Y justo cuando decidí abandonar la ciudad e ir a buscarlo fuera, empezó a ir a bailar al club. Menuda broma, ¿eh?

"Pero lo mejor... lo mejor...

"Regreso, y me lo encuentro con ese puñetero uniforme negro y...

"Habría matado a Faulkner, en serio. ¿No es una de las primeras cosas que enseñas? Si permaneces dentro de ellos demasiado tiempo al despertarlos, los vincularás a ti. Ahora nadie más puede tocarlo; un viejo truco de Alpheh para garantizar la fidelidad de los suyos, supongo... Pero nadie lo hace, a menos que sea un cabrón. Eso habría sido coherente mientras duró la servidumbre de la gleba, pero... ¿cómo le demuestras a tu gente que pueden confiar en ti si lo primero que haces es ponerles una etiqueta que los marque de tu propiedad? Y no me vengas con que fue un error de principiante, sé que sabía muy bien lo que hacía. Lo conozco mucho mejor de lo que él se conoce a sí mismo. Por eso me jode que aún sea capaz de sorprenderme. Y por eso creo que allá arriba hay alguien que se lo está pasando de vicio a costa mía... ¿Tengo razón, Monitore?










Era más que probable que el hombre llamado Monitore no fuera un hombre, en el sentido literal de la palabra. Los Alpheh sabían que caminaba sobre la tierra por decisión de los Hermanos, y normalmente solo se manifestaba ante ellos. Era una figura completamente neutral, que parecía contentarse con observar lo que los elegidos hacían sobre el tablero de juego de los actuales moradores del palacio.

Vestía siempre ropas sueltas y sencillas, traídas de otra época. Su rostro hierático, de negros cabellos y cejas, ligeramente ensombrecido por una incipiente barba estilo candado, solía volverse plácidamente a su interlocutor mientras escuchaba. Su piel oscura hacía resaltar un par de ojos muy claros. Decididamente no era el mejor conversador, pero sabía escuchar.

Prácticamente no hacía otra cosa. En aquel momento acababa de asistir a la explosión de confidencias de Cienfuegos sin mover un solo músculo del rostro. Hacía muchos años que se reunían, desde su primer encuentro en Italia; sabía que el joven únicamente necesitaba desahogarse, y que aquel largo monólogo había estado más destinado a sus propios oídos que a los del observador.

También lo había mirado atentamente, acurrucado contra aquella ventana: sin camisa, los viejos vaqueros negros hechos pedazos, los cabellos cobrizos ocultando parcialmente su rostro, el sempiterno cigarrillo en la mano. Había cambiado mucho, y no era una mera cuestión física. Realmente parecía una persona diferente.

No respondió.




-¿No dices nada? Ja, ja, qué raro, tú que normalmente eres tan hablador... -se burló el joven, más por costumbre que por otra cosa-. En serio, Monitore, ¿qué demonios es todo esto? Faulkner, Jang y Swift no han cambiado en absoluto, y yo no me reconozco en el espejo... ¿por qué he nacido con este cuerpo? ¿Por qué soy mucho más pequeño? ¿Por qué soy mucho más joven? ¿Por qué cuando desperté...? No entiendo una mierda. ¿Acaso no he cumplido mi deber todos estos años? Pues no sé qué carajo he hecho para merecer este castigo...




-Quien cumple su deber y da lo mejor de sí mismo tiene la oportunidad de conducir a los suyos al palacio en el cielo -sentenció Monitore con voz inexpresiva.




-Claro, la pirámide... -Sonrió con amargura-. Eso debería ser suficiente, ¿no? Eso debería mantenerme ciego, sordo y mudo, en tanto sea capaz de manejar una espada... Un palacio en el cielo no me basta, Monitore. Un palacio en el cielo está bien, pero yo... no he tenido la oportunidad de disfrutar lo que he tenido en la tierra... nunca...




Rafael hundió la mano en sus cabellos y los apartó de su rostro, echando la cabeza para atrás. El observador lo miró, sin comprometerse.




-Ya no puedo más. No sé muy bien lo que voy a hacer, aparte de decirte que hasta aquí hemos llegado. No vamos a volver a pasar por esto nunca más. Seré un tipo encantador, un cabrón, una puta o lo que haga falta.

"Pero de una forma u otra, cambiaré la historia.





            
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2 comentarios:

  1. Hola Corintia.... Me pregunto, bastante preocupada, preocupadísima realmente: ¿no hay más capítulos escritos? No sé cómo llevas a cabo tu proceso de edición, si tomas a algún lector beta... Pero si necesitas alguno, me brindo de todo corazón y sin esperar nada a cambio salvo el placer de continuar leyendo esta historia. Soy cubana, pero de español entiendo lo bastante como para sentirme cómoda escribiéndolo y encontrando sus faltas gramaticales y argumentales. Podré pasar por alto algunas cacofonías por simplemente considerarlas irrelevantes en la historia... Bueno, ya sabes, solamente me brindo. Si estás interesada en tener a alguien más en tu equipo _imagino que lo tienes_ contacta conmigo mediante greta@animados.icaic.cu

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    1. ¡Hola, Mar, un placer! Pues verás, la novela está concluida y publicada por Ediciones el Antro. La editorial ofrece los primeros capítulos para lectura libre y, aunque estos están sin corregir, decidí dejarlos aquí en lugar de cambiarlos por los editados. Supongo que así se ve más el contraste, hehehe. De todas maneras te agradezco muchísimo el ofrecimiento, de verdad, eres muy, muy amable (por cierto, la historia que estoy subiendo ahora es independiente de Alas pero está relacionada, si te apetece leerla). Espero seguir viéndote por aquí : ). ¡Un abrazo!

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