-Era el año 1677.
Generalmente doy asco con las fechas, pero esa la recuerdo muy bien;
esa, y todas las que tienen algo que ver con él. Son lo único que
no ha perdido nitidez después de tanto tiempo: todo parece una
jodida colección de fotos en sepia con los cantos retorcidos, pero
los momentos que hemos pasado juntos... el cielo, la hierba, la
arena... los colores, los sonidos... el timbre de su voz... no puedo
sacarlos de aquí dentro. No puedo crear nuevos recuerdos si tienen
que ocupar la memoria en la que él está grabado.
"Me sorprendió
que ahora tuviera un nombre escocés, entonces también fue en la
Isla de Skye, ¿te acuerdas? Claro que te acuerdas, qué pregunta más
imbécil... Era verano; allá, el verano no era tan compasivo como en
muchos otros sitios donde he estado, pero la gente estaba satisfecha.
Yo me conformaba con que el viento no se me llevara por delante, pero
he de admitir que el sol brilló durante aquellos días. Tanto que me
deslumbraba.
"Ya sabes lo
que me atrajo a aquella playa de arenas gruesas y blancas, lo que me
atrae siempre a cualquier sitio: él estaba allí. Claro que yo no
sabía quién era, ni que existía. Nunca lo había visto antes, eso,
seguro. Y no solo porque cuando le puse los ojos encima algo se
sacudió dentro de mis pantalones, no... esa mierda siempre me pasa,
a veces odio este cuerpo... Fue algo mucho más intenso, algo nuevo
para mí. No tengo ni repajolera idea de si has llegado a tener un
escalofrío: el hormigueo que sube por tus pantorrillas y eriza el
vello de tus antebrazos, y apelotona más sangre de la que debería
en tus mejillas... Yo me sentí un gilipollas. Era consciente de que,
por entonces, mi cuerpo ya tenía dieciocho años, había montado a
bastantes y había hecho cosas mucho peores. No era un maldito crío.
¿Ruborizarme igual que una condenada damisela? Además, aún le
faltaban algunas semanas para madurar. ¿Qué sentido tenía quedarme
y esperar cuando debía haber otros, ya maduros, no muy lejos de
allí? Qué pérdida de tiempo... Mi cerebro lo sabía, y aun así,
los pies me habían echado raíces y no me iba a mover de allí ni un
puñetero huracán. Ganaron los pies. No estaba muy feliz cuando me
acerqué a él, con un andar tan refinado y calmo como el de un
potranco resabiado.
"Por supuesto,
no se llamaba igual. Al principio me gustaba atesorar su nombre, el
nombre con el que lo conocí; lo hacía rodar en mi lengua y el
sonido era un mantra que me apaciguaba cuando no andaba cerca. ¿Pero
realmente tenía sentido, cuando iba a continuar cambiando? Me costó
poco darme cuenta de que él no era su nombre, y en el increíble
cúmulo de detalles que le eran únicos y siempre se repetían, ¿qué
importancia tenía una palabra? Siempre he tratado de olvidarlo, he
empezado de cero. Te confieso que con la esperanza de que eso
ayudaría a cambiar las cosas.
"Trataba de
ganarse la vida como juglar, o mejor dicho, dado que estábamos en
Escocia, como bardo. El recuerdo siempre me hace sonreír, y es que
desde el primer momento dejó bien claras cuáles eran sus pasiones
en la vida y nunca han cambiado. Nunca. Él siempre ha tenido la
cabeza mucho más firme sobre los hombros que yo... Bueno, como
decía, allí estaba él, con un laúd hecho polvo que había
heredado de su padre muerto y una hermana un par de años mayor, una
boca que alimentar que también había heredado de la misma fuente. Y
aún no tenía los dieciséis. Era lo bastante mayor para tener críos
pero no lo suficiente para no tener que sudar para ganarse el
respeto. Había un poblado no muy lejos de allí, y ellos ocupaban
una choza abandonada, con el techo medio hundido, que estaba cerca de
la playa. Allí se quedarían hasta que los lugareños se aburrieran
de la novedad y tuvieran que salir de nuevo a los caminos.
"Pero tenía
talento. Joder, no había puesto en práctica ni una de aquellas
picardías de las que cantaba, pero sabía cómo entretener y en qué
momento había que guiñar un ojo o hacer un insinuante movimiento de
caderas. Cuidaba aquel pedazo de madera con cuerdas con todo el amor
del mundo y sé que que nadie más que él habría sido capaz de
arrancarle aquellas notas; y tenía una voz hermosa ya por entonces.
Era joven, pero incluso aquellos tipos con el refinamiento de un nabo
eran capaces de reconocer el talento cuando les golpeaba en la
cabeza. Se las arreglaba para vivir y que su hermana no tuviera que
abrirse de piernas para comer.
"Y cuando al
fin pude echarle un vistazo de cerca... Eso tampoco ha cambiado
nunca. El sol se reflejaba sobre el agua y el brillo era menos
intenso que el de su pelo; el mar tenía un color que más habría
merecido llamarse gris, comparado con sus ojos. No hace falta que
vomites, si es que puedes hacerlo; yo no era un jodido poeta por
entonces, ya lo sabes, era un jodido guerrero y un jodido
reproductor, y eso era lo único que sabía hacer. Pero ya ves, mi
cerebro primitivo era capaz de conmoverse. Mi mandíbula inferior
tuvo que caerse sola y así me pilló, mirando con expresión de
borrego, uno más de los del paisaje, y su primera reacción fue
suponer que estaba comiéndome con los ojos a su hermana, que estaba
más allá. Su instinto protector se activó enseguida; no tenía
armas y era un renacuajo en contraste con el bicharraco que era yo,
pero eso no le impidió mirarme a los ojos y preguntarme, de muy
malos modos, quién era y qué pretendía.
"Me quedé en
blanco durante varios segundos. Aquella era una buena pregunta:
¿quién se suponía que era yo? Lo único que necesitaba para viajar
eran mis espadas, y estaban a buen recaudo, pues no tenía sentido
que el don nadie que yo era anduviera haciendo ostentación de ellas.
No sabía hacer gran cosa, aparte de pelear, y aquello no me iba a
servir de mucho. Miré a mi alrededor, desesperado. Me fijé en la
choza, la señalé y dije:
-Techador. Te
arreglo el techo de la casa.
"Dios, fue
patético. Y como no era un completo imbécil, me creyó lo mismo que
si le hubiera dicho que era un kelpie
y que viniera conmigo a darse un chapuzón en el mar.
-Faltaba más, señor
techador. Nada me haría más feliz, pero ya ve que mi mayoral se
retrasa con el dinero de mis rentas y estoy escaso de fondos para
pagarle. Venga más avanzado el año; con la cosecha de otoño, a más
tardar.
"Se sonrió
ligeramente, muy a su pesar. Creía que era un tipo peligroso pero mi
expresión y mi poca vista debían resultarle divertidos. Y yo me
sonreí, también a mi pesar. Se estaba cachondeando de mí, pero
gracias al cielo tenía las suficientes entendederas para apreciar
que el chico era ingenioso. Ingenioso, y muy guapo.
-Acabo de llegar por
aquí y tendré que buscar algo para ganarme la vida. Entretanto yo
te arreglo el techo, y tú me permites quedarme debajo de él. Me
parece un trato justo.
"Le echó una
mirada de reojo a su hermana; era evidente que no querría consentir
que un tipo que tenía que doblarse para pasar por la puerta campara
a menos de un tiro de piedra de ella.
-Por San Andrés,
que nunca le pondría una mano encima a la muchacha -le dije.
-Claro, si es por
San Andrés, entonces confiaré ciegamente... ¿cómo no habría de
fiarme de alguien que me lo asegura por San Andrés? -preguntó con
ironía.
"Yo no era un
tipo con mucha paciencia, pero tampoco era un animal. Habría sido
incapaz de tocarle un pelo a cualquiera que estuviera en mi punto de
mira, y menos a él... así que haría las cosas despacio. Me di la
vuelta y me alejé.
-¿A dónde vas?
-A buscarme un hueco
para descansar, allá entre aquellas piedras. Y si cuando caiga la
noche un buen creyente es capaz de dejar a otro dormir al raso, no sé
a dónde habremos llegado.
"No sé qué
tan buen creyente era... ¡pero yo dormí al raso! Después de verme
todo el día vagabundeando por allí no logré conmoverlo, y allá me
quedé, lanzando miradas a la choza y recordándome que era esencial
que mantuviera mis manos alejadas de su cuello. No podía culparlo.
Los tiempos siempre habían sido duros y su hermana era muy bonita.
Casi tanto como él.
"Al día
siguiente abandonaron la playa y se dirigieron al poblado. Yo hice el
curso práctico de techador más rápido de la historia y me las
apañé para remendar aquella ruina; no había quedado perfecto, pero
ya venían por el camino, así que corrí a mi hueco entre las rocas
y puse cara de circunstancias. El chico miró al techo; luego miró
en mi dirección, y de nuevo al techo. Dudaba. Daba la impresión de
que estaba tentado de encaminarse a donde yo estaba, pero no
terminaba de decidirse. ¿Resultado? Otra noche haciendo de cachorro
abandonado a la puerta de la casa. Esperaba que, por los menos, los
remordimientos no lo dejaran dormir...
"Y al otro día
se repitió el chiste, y yo completé mi obra maestra. Me alegra
decir que aquello terminó de ablandarlo. Se acercó, algo ceñudo.
-¿Me das tu
palabra, por lo más sagrado, de que...?
-...No tocaré a la
muchacha -lo interrumpí-. Ya te lo he dicho, solo quiero un techo
bajo el que dormir.
"Luchaba con su
impulso de mantener las distancias. Sabes, ella era todo lo que
tenía, después de todo. Pero me dejó entrar en sus vidas. Entonces
quise creer que fue porque veía algo en mí... lo mismo que yo veía
en él.
"Una vez que
reparas un techo, puedes reparar ciento... Qué diablos, yo era un
tipo grande y fuerte y el año había sido lo suficientemente
próspero para que me salieran trabajos aquí y allá. Cuando
contribuí a llenarle el estómago a su hermana él comenzó a verme
con otros ojos, mucho más aliviados; nunca le lancé una mirada
inapropiada. No era ella la que me interesaba.
"No puedo decir
lo mismo de la chica. Me tomó afecto... bastante afecto. No es que
fuera una fresca, pero las sonrisitas encubiertas tras la mano y los
ojitos tiernos siempre han sido universales. En otras circunstancias
me habría sentido halagado pero, maldición, me estaba costando
trabajo ganarme su confianza y no iba a estropearlo por un polvo tras
las rocas. Y qué quieres que te diga... ni siquiera me apetecía.
Este asqueroso cuerpo siempre parece estar caliente, pero mi
proyectil ya apuntaba a una diana. Lo oía contarme su corta vida. Lo
escuchaba cantar. Lo miraba, simplemente me sentaba en la arena y lo
miraba mientras él corría por la orilla del mar persiguiendo a su
hermana, riendo con ganas, haciendo volar el agua en su dirección de
una patada certera; o bien se paraba sobre la franja húmeda,
aguardaba a que pasara una ola, y sonreía cuando sus pies se hundían
y cosquilleaban por efecto del agua que se retiraba. La tarde decaía
y su silueta se oscurecía hasta que me costaba trabajo distinguirlo.
Estaba loco por él.
"En una de
aquellas ocasiones ella corrió hacia mí, tropezó -eso quiero
creer- y me aterrizó encima, justo en medio de mis piernas
separadas. Se tomó su tiempo para levantarse; se restregó de manera
completamente innecesaria... No supe qué hacer con las manos; él
estaba mirando y no creí que fuera a hacerle gracia que las plantara
en ninguna porción de la anatomía de su hermana. Si hubiera podido
arrancármelas y lanzarlas lejos, creo que me lo habría planteado.
"Viendo que no
iba a recibir mucha ayuda de mí, la chica se levantó ella sola...
¿y qué crees que hizo el muy desgraciado? Volvió a empujarla allí,
sobre mi entrepierna, con una risita de lo más canalla. Ya sabía yo
que tantas canciones pícaras acabarían pasando factura. Ellos
rieron; me decidí a ayudarla, pero mientras lo hacía le lancé una
mirada de reproche. Y no sé si era por la falta de luz, o mi propia
imaginación, o qué cojones, pero habría jurado que la suya era de
melancolía. ¿Celoso, porque pensaba que tendría que compartir el
afecto de la chica con alguien más?
"Aquella noche
me escapé a dar un paseo. Si hubiera entrado con ellos en la choza y
lo hubiera visto tenderse junto a ella y caer dormido con esa
expresión tan plácida y confiada, creo que no lo habría aguantado
más y me habría lanzado sobre él. Y era demasiado pronto y... no,
no habría sido capaz de hacerlo contra su voluntad. No era un crío
lento de mollera al que pudiera manejar a mi antojo; era joven, ¿y
qué? Era inteligente. Había visto mundo y, a la vez, conservaba una
extraña candidez e inexperiencia que me resultaban tan
contradictorias como magnéticas.
"Apareció,
caminando a lo largo de la costa. Mi
problema; y
también mi solución, si él hubiera querido. Levanté la cabeza,
ansioso por ver qué cara traía, aunque ya casi no había luz. Se
sentó junto a mí sobre la arena; genial, había salido huyendo para
no comprometerme y mi presunta víctima venía a abrir las fauces
ella misma y meter la cabeza entre las dos filas de dientes. Era
afortunado, apenas llegaba a ver más que una sombra negra. Hubiera
tenido que suplir el resto con imaginación y mi cerebro estaba
prácticamente desconectado, después de prestarle casi toda su
sangre a mi paquete.
-¿Por qué no has
venido adentro? -me preguntó; no abrí la boca, así que continuó-.
Escucha: no pasa nada... no pasa nada si te gusta mi hermana. Es muy
guapa. Sé que me prometiste que no te acercarías, pero eso fue
antes de conocerte. A veces la miras, ¿verdad? A ella también le
gustas, y si tú quieres...
-No la miro a ella
-lo corté. Mi paciencia se había agotado. No me importaba ganarme
su confianza, ni que estuviera a punto de madurar, ni que unos
cuantos tipos cabreados me estuvieran buscando. No me importaba una
mierda; solo quería decirle lo que sentía-. Te miro a ti. Te he
estado mirando a ti todo el tiempo.
"Se quedó
mudo. Ya casi no podía distinguir si estaba ahí o estaba hablando
con una roca. Me esforcé para oír su respiración, pero no me
llegaba otro sonido más que el rumor de las olas.
-Por favor, dime
algo -le pedí-. Es la primera vez en... en mi vida que le confieso
esto a alguien, y te doy mi palabra de que tengo un nudo en la
garganta tan enorme que casi no puedo respirar, pero como el sol sale
por las mañanas que no puedo pensar en otra cosa que no seas tú. Y
no como un amigo, o un hermano pequeño, o nada por el estilo, sino
de la manera que te estás imaginando.
-Pero... pero...
pero eso no es posible... -Al final se las arregló para soltar dos
palabras juntas-. Los dos somos... yo no soy una...
-Soy muy consciente
de eso. Y aun así no cambia lo que siento.
"Volvió a
quedarse callado. Qué te parece: no se había levantado y había
echado a correr, ni me estaba gritando que era un puerco, ni
intentaba partirme la cara con un codazo; no, ahí estaba, cavilando,
considerando
mis
palabras. Se me erizó el vello de la nuca. Me volví hacia él; tuve
suerte de que no fuera capaz de ver mi cara de lobo hambriento.
-No podemos hacer
eso... -Su voz era poco más que un hilillo.
-Nadie más que
nosotros decide lo que podemos hacer. -La mía era rápida como una
serpiente.
-Alguien podría
vernos... -Hilillo.
-Está completamente
oscuro y estamos solos. -Serpiente. Y de paso, posé mi mano donde
estaba la suya.
-Pero eso nos
convertiría en sodom...
-Por favor, no
pronuncies esa palabra. -Tiré suavemente de su brazo-. Además, hay
otras cosas...
"Me incliné
sobre él. No le acerté en los labios; rocé apenas la comisura,
pero me supo a gloria, porque no se apartó. Ni cuando bajé por el
cuello. Ni cuando metí la cabeza en su camisa. Ahora sí podía oír
su respiración, por encima del ruido del mar.
"Lo tumbé
sobre la arena y busqué a tientas sus mejillas. No quería que se
moviera, quería acertar... Me acerqué tanto que pude notar su
aliento caliente sobre mi boca. Me pasé la lengua por ella -estaba
reseca- y luego lo besé; un simple toque, quería ver cómo
reaccionaba, si respondía...
"Me dejó
entrar...
"Dios... El
tiempo podía haber marchado hacia atrás para lo que tardé en
hundir la lengua en su boca. Estábamos en la más completa
oscuridad; había imaginado aquello de las maneras más variadas y no
esperaba que pasara... y yo no fuera capaz de echar el ojo a la cara
que estaba poniendo. Bueno, para compensar, el resto de mis sentidos
estaban al máximo. El del tacto amenazaba con provocar el estallido
del bulto que no había manera de que me cupiera en los pantalones.
Aquello me sugirió una asociación de ideas...
"Bajé la mano
hasta su entrepierna y la acaricié; allí también había vida, vaya
que sí... No podía verlo, pero podía hacer otra cosa. Aunque me
costó trabajo sacar la lengua de su boca, quería probar suerte y
comprobar si podía meter algo más en la mía... así que la moví
hasta la parte que estaba sobando y casi le abrí los pantalones con
los dientes. Su carne húmeda contra mis labios...
"No era mi
primera mamada, desde luego que no, pero siempre que me había metido
una polla en la boca era para conseguir algo a cambio, principalmente
que me pagaran con la misma moneda. Entonces yo no esperaba nada de
él: todo lo que quería era que lo disfrutara. Te juro que la
prostituta más complaciente no se habría esmerado igual que yo para
que él no notara que estaba entre los labios de un tío y no entre
las piernas de una mujer. Escupí ligeramente para hacerla aún más
resbaladiza, y me tomé mi tiempo extendiendo la saliva; chupé el
extremo como el que lleva años esperando para probar su sabor, sin
dejar un hueco por lamer; la hundí en mi garganta hasta el fondo.
"Cuando noté
cómo empujaban sus caderas... casi me corrí. Digo casi, porque él
lo hizo primero; prácticamente sin previo aviso, apenas unos gemidos
ahogados. Parecía tener miedo de hacer ruido y que nos
descubrieran... Luego supe que se había estado cubriendo la boca con
las manos...
"Lo mantuve
caliente y húmedo hasta que dejó de sacudirse y de estar tan tenso
como una cuerda de arco. Entonces me concentré en saborear lo que
había probado de él, en deslizar mis labios resbaladizos y mis
mejillas a lo largo de aquel trozo de carne que todavía se
contraía... Ya no pude más: me metí la mano en los pantalones y me
la froté hasta que se disparó, y joder, si tardé poco... Allí me
quedé, jadeando sobre su ingle, convencido de que se había dado
perfecta cuenta de lo que había hecho.
"Se incorporó
sin decir nada. Su silencio me resultaba incómodo, pero tampoco
podía culparlo. Oí el susurro de la tela mientras se ajustaba de
nuevo las ropas y el deslizar de la arena cuando se levantó.
"Y se alejó,
con paso inseguro. Sin una palabra. No me atreví a detenerlo, ni a
seguirlo, ni a preguntarle si estaba bien, si... Por favor... Ni se
me pasó por la mente preguntarle si le había gustado. Me sentía
igual que si ya lo hubiera desvirgado a la fuerza. Pasé la noche en
aquel mismo sitio y no pude pegar ojo.
"Al día
siguiente tampoco me atreví a ir por la choza. Ni por el poblado; no
quería que tuviera que encontrarse conmigo y darse la vuelta. Aquel
fue el peor día hasta la fecha.
"Antes de
oscurecer me apeteció meter la cabeza bajo el agua y dejarla allí...
No iba a matarme, pero qué diablos, qué afortunado habría sido si
me hubiera quedado inconsciente. Así que dejé la ropa en la orilla
y me sumergí hasta la cintura. El mar estaba calmado; cabrón con
suerte...
"Tardé poco en
sentarme a pensar en la arena húmeda, bañado por las olas. Adivina
lo que estaba pensando: ¡bingo! La pica se me había puesto de nuevo
en posición de recibir a la caballería. Supongo que eso me
distrajo, ya que no lo oí llegar, no hasta que lo tuve casi encima,
y me levanté de golpe, y me encontré frente a frente con él. Yo, y
mi no tan pequeño amigo.
Se me quedó mirando. Hablaré claro: se nos quedó mirando a los
dos.
Tenía los ojos tan abiertos...
"Hasta que
cargó y me hizo caer de espaldas en un par de dedos de agua. No me
esperaba aquella reacción, la verdad. Quizás un puñetazo o dos,
pero no una carga. Se quedó allí, a horcajadas sobre mí, y yo
pensé, vale, aquí llegan los sopapos, haz lo que te venga en gana,
me lo merezco. Pero la somanta de palos no llegaba; miró al sol, que
aún no se había colado del todo horizonte abajo; miró a la orilla,
que estaba desierta; me miró a mí...
"Esos ojos tan
azules se clavaron en los míos desde lo alto, con la mirada más
intensa que había tenido encima jamás. No supe leerlos entonces;
tenía las cejas fruncidas, y lo mismo podrían estar gritando odio
que una advertencia para que me mantuviera alejado. Yo estaba
acostumbrado a tratar la violencia cara a cara. Podía reconocerla,
aunque se disfrazara detrás de una sonrisa hipócrita. No sabía que
aún había una faceta que desconocía por completo...
"Me
besó. Joder, me besó. O
más bien, le sacó brillo a mis amígdalas con su lengua. Si hubiera
sacado un cuchillo y me lo hubiera clavado no me habría sorprendido
más. Pero no: era otra cosa la que me estaba clavando; me estaba
dando a probar su saliva de nuevo, y lo que le faltaba en técnica le
sobraba en empuje. Empuje... Estaba sentado sobre mi estómago, con
el extremo de mi águila rampante atrapado bajo sus nalgas. Yo sí
que quería atraparlo a él debajo de mí y empujar... Es muy difícil
luchar contra los impulsos de este maldito cuerpo. Inconscientemente
lo abracé y traté de girar para colocarme encima, pero no me dejó.
La fiera se revolvió, se dejó caer con todo su peso sobre mis
brazos, volvió a mirarme a los ojos, con los dientes apretados...
"Bajó hasta mi
entrepierna, donde esperaba aquello,
y
lo estudió; lo rozó con los dedos, lo rodeó con las manos; lo
probó de pasada con la punta de la lengua. Me había incorporado
para no perderme detalle, y a pesar de que la luz decaía aún pude
echar una buena ojeada a sus labios cerrándose sobre todo lo que
pudieron abarcar. Yo no me tapé la boca para no gemir; lo hice, alto
y claro, mientras subía las caderas y hundía las manos en su pelo,
tan suavemente como fui capaz; que no fue gran cosa.
"Si hay algún
momento en mi vida del que puedo enorgullecerme por haber sabido
controlarme, ahí lo tienes. Vale, estoy exagerando, pero el ansia
que tenía por hundirme en otra parte de su cuerpo hasta las
cachas... tienes que sufrirla para saber cómo es. Por supuesto, no
lo hice; pero tampoco pude evitar soltar el trapo dentro de él.
Tosió y se enderezó. Se pasó la mano por los labios y trató de
distinguir lo que había en sus dedos, intrigado.
-Sabe salado.... y
amargo -me dijo.
"Sonreí.
"Esa era la
clase de hombre que él era, la que siempre fue.
"Los pocos días
que siguieron fueron los más felices que había tenido hasta
entonces en mi jodida existencia. Me olvidé absolutamente de todo:
del propósito que me había llevado allí, de la gente que me
esperaba, de las espadas que se oxidaban en un agujero. Dios, es
embarazoso, pero lo baboso que pude llegar a ser... Y él se
aprovechaba. Tenía un bardo juvenil tocándome el laúd y cantándome
canciones al oído cuando no tenía las manos y la boca ocupadas en
otro sitio. Me obligaba a hacerle los coros; la primera vez en mi
vida que utilizaba la voz para cantar... Y, sorpresa, sorpresa, no se
me daba mal. Tuve un buen maestro.
"Pasábamos la
tarde bajo la luz del sol; él, contándome las historias que había
heredado de su padre, yo... contándole lo que podía. Me reí como
nunca me había reído. Su hermana estaba picada, pero no me
importaba lo más mínimo; no me importaba nada más. Cuando ella se
dormía, nos escapábamos a las rocas y ya sabes lo que hacíamos.
Era diferente, pensaba, cuando abrazabas a alguien para darle calor,
en lugar de para recibirlo tú mismo. Lo tuve varias veces en la
punta de la lengua para decírselo. Tenía que haberle dicho muchas
cosas... ¿por qué no lo hice? Porque fui un gilipollas... Y aun
así, esa no fue la mayor gilipollez que cometí.
"Lo bueno
siempre ha durado muy poco. Los míos me encontraron. No se
atrevieron a levantarme la voz, pero si hubieran tenido los
redaños... La cuestión era que el tipo que por entonces no se
llamaba Swift había descubierto a uno de los nuestros... demasiado
pronto. Los habría estrangulado a todos, pero la cosa era realmente
grave y no me quedaba más remedio que acudir. Corrí a la choza;
debían haberse acercado al poblado, estaba vacía. Me dispuse a
seguirlo y avisarlo de que debía ausentarme...
-¡Maldita sea! Ya
ha caído uno... ¿vas a dejar que mueran más por una estupidez?
¡Cumple con tu deber!
"Cumple
con tu deber... esa
fue la mierda que me perdió. Debí haberlos mandado al infierno y
salir tras él. Pero no lo hice; pensé: bueno, solo serán unos
pocos días, regresaré cuanto antes y me lo llevaré conmigo. Ni me
paré a recoger mis espadas.
"Pero no fueron
unos pocos días. Casi dos semanas más tarde, cuando aún estaba de
cacería y no podía dormir ni el par de horas que me reservaba cada
jornada para no volverme loco, decidí enviar al más joven de los
nuestros para que lo encontrara y le dijera que todo estaba bien.
Aquello me hizo ganarme nuevas miradas de reproche, pero en el estado
en que estaba bien podría haber matado a alguien con las manos
desnudas, así que nadie abrió la boca.
"Cacé a mi
objetivo. Mi mensajero regresó. Él y su hermana habían abandonado
la choza y nadie sabía a dónde habían ido.
"Cuando volví
a Skye ya no podía sentirlo. Ese radar que avisa cuando alguien que
no ha despertado anda cerca estaba mudo; eso solo podía significar
dos cosas: que estaba lejos... o que ya había tomado conciencia.
Recé para que estuviera en la otra punta del mundo... cualquier
cosa, antes de...
"Pero me dieron
noticias de que el hijo de un jefe de clan había pasado por allí no
hacía mucho. Merecía la pena investigar, ya que no tenía otra
pista, y la distancia no significaba gran cosa y... me habría
estallado el cerebro si no hubiera hecho algo. En poco tiempo me
planté ante las puertas de la residencia principal del clan, que
estaba de celebración a causa de que el jefe había encontrado
esposa para uno de los chieftains.
Tuve el peor presentimiento...
"El hijo del
jefe de clan era ese tipo grande, de pelo castaño y ojos grises que
hoy en día trabaja de picapleitos y se apellida Faulkner. Él estaba
a su lado, y yo ya no podía sentir nada. Había despertado.
"No hubo gran
cosa que pudiera servirme de consuelo. Él no había querido
acompañarlo voluntariamente, así que el Alpheh negro había
utilizado a su hermana. Una boda con un chieftain
cuando
solo eres un vagabundo... ¿quién iba a decir que no? Y él no podía
dejar que ella se fuera sola con aquel noble pagado de sí mismo,
quién sabía a dónde.
Su expresión cuando
me presenté ante él... y cuando le dije lo que sentía... y cuando
nos acostamos y pude hacer lo que debería haber hecho desde un
principio si hubiera seguido mis instintos... Puede que fuera uno de
los Negros, pero también era mío. Todo lo mío que podía llegar a
ser, que no era, nunca sería suficiente.
"Le conté todo
sobre nosotros; a él no podía mentirle porque me habría parecido
sacrílego, ¿sabes? Él era mío, pero a mí me tenía en un puño.
Un comportamiento de novato idiota, claro está... Nunca me habría
traicionado, pero, joder, él era su Alpheh, por mucho que se
resistiera tenía el poder y los medios para tirarle de la lengua.
"Cuando el
futuro Faulkner supo quién era yo, todo estalló. Traté de sacarlo
de allí, de llevármelo a un escondite hasta que se me ocurriera
algo. Fallé miserablemente.
"Lo mató uno
de los Grises. Tenía diecisiete años.
"El espíritu
berserker
de
las otras ocasiones volvió a poseerme, solo que en aquella ocasión
ni siquiera me detenía a pensar. Quedamos tan pocos... y no me
importaba una mierda. Lo veía todo rojo, estaba hundido hasta los
ojos en un río de sangre.
"Cuando todo
terminó, robé su cadáver. Esto no te lo he contado nunca... no se
lo he contado a nadie... Aquel fue mi primer baile.
"Existía por
la zona una tradición tan vieja que no se sabía de dónde había
salido, y apenas se practicaba ya; de hecho, el antiguo lugar sagrado
estaba cubierto de hierba y musgo. La persona más querida de un
difunto tiraba de su espíritu a través de un baile ritual, hacía
que pasara a través de su cuerpo y lo enviaba al más allá; el
camino quedaba abierto para que ambos se encontraran al otro lado.
¿Cómo se llama...? Un psicopompo. Lo encontré muy apropiado;
estaba desesperado y habría hecho lo que fuera. Dios...
"Deposité el
cuerpo en un hueco practicado en la roca, bajo una plataforma en alto
también de piedra, sostenida por dos anchos escalones. Los músicos
atacaron una melodía suave y repetitiva. Comprenderás que lo último
que me apetecía era ponerme a dar saltos como un condenado borracho.
Pero lo haría por él, y más le valía a alguien de allá arriba
prestar atención a mis plegarias. ¿Había que dar saltos? ¿Girar
igual que la rueda de un molino? Por Dios que lo haría; saltaría
como el Masai más ágil; giraría como el derviche más enloquecido
de la historia.
"Y lo hice. Mis
pies golpeaban en la roca y se movían al compás, mientras los
músicos apresuraban más y más el ritmo. Al posarlos en el primer
escalón de piedra comencé a perder el control. No sé quién les
daba órdenes para que se movieran tan deprisa; mi cerebro
consciente, desde luego, no.
"Cuando subí a
la plataforma debía estar en trance. Apenas recuerdo nada, solo que
tenía vagamente presente que su cuerpo estaba ahí debajo, que puede
que estuviera tirando de su espíritu, que era posible que estuviera
conmigo... Y la música... la música que no dejaba de acelerar...
las vueltas, tan rápidas... la sensación de que la carne se me
desprendía de los huesos...
"Se hizo el
silencio de repente. Todas mis energías, todo lo que tenía dentro y
que debería sostenerme para aquella vida, se vació. Caí de
rodillas; también fue la primera vez que lloré.
"No tardé
mucho en seguirlo. No podía esperar, como un no muerto, a que
llegara el último día del ciclo. Las cosas, confiaba, cambiarían.
Él estaría allí, en algún sitio, y yo lo alcanzaría antes.
"Ya ves que me
equivoqué. Me equivoqué las otras dos veces; Faulkner, el muy hijo
de puta, se las arregló para encontrarlo primero. Considerando que
el condenado no guarda recuerdos de sus vidas anteriores su
persistencia es increíble...
"Pensé que iba
por buen camino. Tras mi apoteósico
despertar me faltó el jodido tiempo para ir a buscarlo; acudí al
Under 111 igual que un borrego, qué reclamo más apropiado, y allí
estaba Faulkner; sin él. Él siempre había sido su pareja en las
salidas de los Días Marcados, ni se me pasó por la cabeza que no
iba a volver a ser así. ¿Cómo iba yo a saber que ya lo había
hecho de los suyos y lo tenía a buen recaudo, entre algodones? En
serio que no sé cómo se las arregló ahora... Debió encontrarse
con él, literalmente, el mismo día que los Alpheh despertaron,
porque yo no tardé ni cuarenta y ocho horas en plantarme aquí...
"Lo vigilé los
Días Marcados. Confié en mi radar. Durante casi dos años, puse un
ojo en él y en el resto de los Negros. Y justo cuando decidí
abandonar la ciudad e ir a buscarlo fuera, empezó a ir a bailar al
club. Menuda broma, ¿eh?
"Pero lo
mejor... lo mejor...
"Regreso, y me
lo encuentro con ese puñetero uniforme negro y...
"Habría matado
a Faulkner, en serio. ¿No es una de las primeras cosas que enseñas?
Si permaneces dentro de ellos demasiado tiempo al despertarlos, los
vincularás a ti. Ahora nadie más puede tocarlo; un viejo truco de
Alpheh para garantizar la fidelidad de los suyos, supongo... Pero
nadie lo hace, a menos que sea un cabrón. Eso habría sido coherente
mientras duró la servidumbre de la gleba, pero... ¿cómo le
demuestras a tu gente que pueden confiar en ti si lo primero que
haces es ponerles una etiqueta que los marque de tu propiedad? Y no
me vengas con que fue un error de principiante, sé que sabía muy
bien lo que hacía. Lo conozco mucho mejor de lo que él se conoce a
sí mismo. Por eso me jode que aún sea capaz de sorprenderme. Y por
eso creo que allá arriba hay alguien que se lo está pasando de
vicio a costa mía... ¿Tengo razón, Monitore?
Era más que
probable que el hombre llamado Monitore no fuera un hombre, en el
sentido literal de la palabra. Los Alpheh sabían que caminaba sobre
la tierra por decisión de los Hermanos, y normalmente solo se
manifestaba ante ellos. Era una figura completamente neutral, que
parecía contentarse con observar lo que los elegidos hacían sobre
el tablero de juego de los actuales moradores del palacio.
Vestía siempre
ropas sueltas y sencillas, traídas de otra época. Su rostro
hierático, de negros cabellos y cejas, ligeramente ensombrecido por
una incipiente barba estilo candado, solía volverse plácidamente a
su interlocutor mientras escuchaba. Su piel oscura hacía resaltar un
par de ojos muy claros. Decididamente no era el mejor conversador,
pero sabía escuchar.
Prácticamente no
hacía otra cosa. En aquel momento acababa de asistir a la explosión
de confidencias de Cienfuegos sin mover un solo músculo del rostro.
Hacía muchos años que se reunían, desde su primer encuentro en
Italia; sabía que el joven únicamente necesitaba desahogarse, y que
aquel largo monólogo había estado más destinado a sus propios
oídos que a los del observador.
También lo había
mirado atentamente, acurrucado contra aquella ventana: sin camisa,
los viejos vaqueros negros hechos pedazos, los cabellos cobrizos
ocultando parcialmente su rostro, el sempiterno cigarrillo en la
mano. Había cambiado mucho, y no era una mera cuestión física.
Realmente parecía una persona diferente.
No respondió.
-¿No dices nada?
Ja, ja, qué raro, tú que normalmente eres tan hablador... -se burló
el joven, más por costumbre que por otra cosa-. En serio, Monitore,
¿qué demonios es todo esto? Faulkner, Jang y Swift no han cambiado
en absoluto, y yo no me reconozco en el espejo... ¿por qué he
nacido con este cuerpo? ¿Por qué soy mucho más pequeño? ¿Por qué
soy mucho más joven? ¿Por qué cuando desperté...? No entiendo una
mierda. ¿Acaso no he cumplido mi deber todos estos años? Pues no sé
qué carajo he hecho para merecer este castigo...
-Quien cumple su
deber y da lo mejor de sí mismo tiene la oportunidad de conducir a
los suyos al palacio en el cielo -sentenció Monitore con voz
inexpresiva.
-Claro, la
pirámide... -Sonrió con amargura-. Eso debería ser suficiente,
¿no? Eso debería mantenerme ciego, sordo y mudo, en tanto sea capaz
de manejar una espada... Un palacio en el cielo no me basta,
Monitore. Un palacio en el cielo está bien, pero yo... no he tenido
la oportunidad de disfrutar lo que he tenido en la tierra... nunca...
Rafael hundió la
mano en sus cabellos y los apartó de su rostro, echando la cabeza
para atrás. El observador lo miró, sin comprometerse.
-Ya no puedo más.
No sé muy bien lo que voy a hacer, aparte de decirte que hasta aquí
hemos llegado. No vamos a volver a pasar por esto nunca más. Seré
un tipo encantador, un cabrón, una puta o lo que haga falta.
"Pero de una
forma u otra, cambiaré la historia.
Capítulo anterior
Hola Corintia.... Me pregunto, bastante preocupada, preocupadísima realmente: ¿no hay más capítulos escritos? No sé cómo llevas a cabo tu proceso de edición, si tomas a algún lector beta... Pero si necesitas alguno, me brindo de todo corazón y sin esperar nada a cambio salvo el placer de continuar leyendo esta historia. Soy cubana, pero de español entiendo lo bastante como para sentirme cómoda escribiéndolo y encontrando sus faltas gramaticales y argumentales. Podré pasar por alto algunas cacofonías por simplemente considerarlas irrelevantes en la historia... Bueno, ya sabes, solamente me brindo. Si estás interesada en tener a alguien más en tu equipo _imagino que lo tienes_ contacta conmigo mediante greta@animados.icaic.cu
ResponderEliminar¡Hola, Mar, un placer! Pues verás, la novela está concluida y publicada por Ediciones el Antro. La editorial ofrece los primeros capítulos para lectura libre y, aunque estos están sin corregir, decidí dejarlos aquí en lugar de cambiarlos por los editados. Supongo que así se ve más el contraste, hehehe. De todas maneras te agradezco muchísimo el ofrecimiento, de verdad, eres muy, muy amable (por cierto, la historia que estoy subiendo ahora es independiente de Alas pero está relacionada, si te apetece leerla). Espero seguir viéndote por aquí : ). ¡Un abrazo!