Alguna vez me han preguntado cuáles son las fuentes de mis historias sobre elfos. La verdad es que es una pregunta fácil de responder: allá por 2011, cuando empecé con esto de la escritura, padecía una adicción a tiempo parcial al MMORPG «World of Warcraft» que, como la gran mayoría sabréis, es un juego de fantasía donde manejas personajes de diferentes razas agrupados en dos facciones, la Alianza y la Horda. Entre la docena de muñequetes que solía manejar sentía especial cariño por el elfo de sangre: una raza de antagonistas de los humanos (algo siempre interesante), bellos, ambiciosos, astutos, con grandes poderes mágicos... Y algo pervertidos, según sugiere el hecho de que la suya era la ciudad con más camas dignas de burdel por metro cuadrado. Cuando una persona aficionada a Tolkien y al BL se sumerge en ese universo día tras día, las consecuencias son previsibles.
(Elfos de Sangre. MMORPG World of Warcraft)
Siempre he admirado a Tolkien y a sus elfos. Confieso que prefería las historias de las Edades Primera y Segunda, donde se sacaban a relucir sus defectos y pasiones, porque la imperfección confiere tridimensionalidad a un personaje. Partiendo de la idea de que ser elfo debía suponer ventajas sobre ser humano, el que compartiesen flaquezas los hacía mucho más interesantes a la hora de escribir sobre ellos, y estos Elfos de Sangre del World of Warcraft, con su magia, sus ambiciones y su infinito número de camas me inspiraban historias de fantasía con buenos huecos para meter tramas mundanas. Tampoco eran mi primer contacto con seres corruptos de largas orejas, pero sí que se convirtieron en el disparador de «El Don encadenado». Entre mis otras influencias de naciones élficas caídas en el pecado ya estaban las pertenecientes a los diferentes mundos del juego de rol «Dragones y mazmorras», desde los Drow adoradores de arañas (una sociedad un tanto pasada de vueltas en maldad para que fuese viable) hasta los de Athas en Dark Sun.
Además, llevaba años disfrutando la sociedad creada por Terry Pratchett, mi escritor favorito, en su saga de Mundodisco. No me influenciaron sus elfos (los de Pratchett pertenecen más bien al folklore, con su glamour y sus ilusiones), pero sí su Gremio de Asesinos, cuya crueldad y eficiencia aderezaba con una buena dosis de humor.
(Sello del Gremio de Asesinos. Saga de «Mundodisco», de Terry Pratchett)
Se da también el caso de que, por entonces, un amigo me recomendó la saga de «El ángel de la noche», de Brent Weeks. Los «asesinos» presentados por este autor, con sus rituales complejos y su dominio de la magia, espolearon mis ganas de agarrar a un puñado de orejones y ponerlos a preparar pociones, lanzar hechizos, asesinar a diestro y siniestro y usar camas. Muchas camas.
(«El camino de las sombras», volumen 1 de la trilogía «El ángel de la noche», de Brent Weeks)
Por último, he de mencionar la inspiración inconsciente, esas ideas que se acurrucan, bien calladitas, en los recovecos del cerebro, preparadas para saltar cuando menos te lo esperas. He leído muchísima fantasía a lo largo de mi vida, así que hay una larga serie de artistas cuyas plumas y pinceles han contribuido a poner un poco de caos —bendito caos— en el tedioso orden de la rutina diaria.
Oh, así que por eso son unos pendejos xD
ResponderEliminarPues no había caído en la cuenta de que Darshi'nai estaba basado en el complejillo mundo de Azoth.
Eso es, y también en todos los gremios de asesinos de toda la literatura fantástica. Los elfos son más interesantes si son tridimensionales. ; ) ¡Gracias por pasarte!
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