2012/06/21

FIDIAS V: Tosha, el chico ruso- Segunda parte






-En el tiempo que siguió no llegué a conocer mucho más sobre la familia de Andrey. Supe que sus padres habían muerto; que tenía tres hermanos mayores a los que apenas vi alguna vez de lejos y una manada de sobrinos; que uno de sus tíos maternos era el pariente más cercano a él, de quien había aprendido su oficio. Ninguno de ellos se dejaba ver por la casa de mi padre, y aquella enemistad seguía pareciéndome extraña. Por lo poco que mi primo hablaba de ello deduje que nunca habían mirado con buenos ojos su profesión, ni que se llevara a mi madre, ni que se quedara con Lyuba, quien ni siquiera compartía su sangre, tras su fallecimiento. Me preguntaba qué pensarían del tipo de relación que mi padre mantenía con ella...

"Pero no podía culpar a Padre por sus diferencias. Aquella tenía que ser una familia extraña, que se mantenía apartada del pueblo y apenas acudía a la iglesia o participaba en las fiestas. Nadie osaba hablar mal de ellos, era cierto, y los caminos eran seguros gracias a su esfuerzo, pero todos preferían guardar las distancias.

"Aquello me dolía por Andrey. Él era una persona social y afable, y no soportaba la idea de que nadie pudiera albergar desconfianza hacia él. ¿Acaso había escogido él a sus parientes? Pero nunca manifestó ninguna queja al respecto ni, desde luego, me atreví yo a censurar a los suyos. Mi único consuelo es que se llevaba bien con Padre y, para qué negarlo, que su dudosa reputación mantenía alejadas a las muchachas que, de otra forma, lo habrían acosado a todas horas. Puede que mi primo fuera una persona posesiva pero, creedme, yo no le andaba a la zaga.

"Con frecuencia desaparecía en el bosque, a veces durante más de un día. Yo sabía que era su trabajo, y era inevitable: si una fiera peligrosa era avistada, cabía la posibilidad de que tuvieran que pasar días enteros siguiendo su rastro hasta darle caza. Esto me hacía enorgullecerme de él, pero también temer por su seguridad. Aquellas cicatrices en su cuerpo hablaban alto y claro del tipo de vida que llevaba. Nunca habría querido que la abandonara, pero he de confesar que me habría sentido mucho más tranquilo si hubiera podido acompañarlo. Ingenuo, ¿verdad? No habría sido más que una estúpida y peligrosa carga. Y aun así, lo habría preferido mil veces antes que aguardar cada jornada a que él arañara algún tiempo a sus tareas y viniera a verme, o a aquellos días interminables que se sucedían sin noticias suyas, hasta que al fin oía su voz en la entrada de casa y podía volver a respirar tranquilo. Mas era improbable que mis cándidos deseos fueran a hacerse realidad: Andrey me había dejado bien claro que nunca debía entrar solo en el bosque, y cuando me acompañaba solía mostrarse muy prudente. Alguna vez le pregunté, con resquemor, si acaso me tomaba por una chica. Solía reírse entre dientes y comentar, bromeando, que había comprobado de primera mano que no lo era; que si lo hubiera sido lo más probable es que ni siquiera se planteara pasearse conmigo; y que así fuera tan alto como un oso y tan ancho como un río, aún no querría que me expusiera a ningún peligro, pues, decía, no podría soportar la idea de que me tocaran un pelo de la cabeza. ¿Qué podía responder yo a eso? Puede que no fuera una chica, pero maldita fuera mi estampa si no me ruborizaba de placer igual que una.

"Mi virilidad era un tema que solía plantearme con frecuencia por entonces. Tenía muy claros cuáles eran mis sentimientos hacia Andrey, y no creía equivocarme al interpretar los suyos. Lo que hacíamos en nuestro santuario, los besos, las caricias, el sexo... no eran sino la consecuencia lógica de pertenecernos el uno al otro. Pero no: yo no era ninguna chica. Me habían educado para ser un hombre, y la base de la masculinidad era dominar, no ser dominado. Desde un punto de vista objetivo el concepto habría hecho sonreír a cualquiera, porque hasta a mí me resultaba obvio que yo no podía aspirar sino a ser arcilla en las grandes manos de mi primo, y que si alguien debía jugar el papel de dominado... ese era yo.

"Indudablemente Andrey estaba aún más convencido de ello; en el momento en que nos quedábamos a solas mi cuerpo se convertía en su juguete, en su posesión. En el escaso tiempo que tardaba en desnudarme solía hacerme sentir como si mis manos no me pertenecieran, por la forma que tenía de sujetarlas hasta haber satisfecho su ansia de descubrir toda mi piel y pasar la lengua por lo que fuera que llamara su atención en aquel momento. Oh, no era como al principio: él también se desnudaba y, a veces, incluso me permitía que fuera yo quien le ayudara a librarse de sus ropas; pero nunca me concedía mucho rato para disfrutarlo de la manera que yo habría querido, pues en seguida me rodeaba con sus brazos musculosos y me tomaba como más le apeteciera. Cuando él me penetraba, sólo una persona sabía cómo lo haría y durante cuánto tiempo: Andrey.

"No lo hacía de manera consciente. Con el tiempo llegué a comprender que era parte de su naturaleza, que no había preconcebido unos roles en su cabeza, que aquella era la forma que tenía de obtener placer de mí y de dármelo a cambio; y vaya si me lo daba, eso no puedo negarlo: hasta la extenuación, hasta el borde de la inconsciencia. Recuerdo una ocasión en la que Padre se encontraba de viaje y yo había decidido escabullirme de la casa y pasar toda la noche con Andrey. La perspectiva de las largas horas que pasaríamos juntos nos espoleó para arrojarnos el uno sobre el otro como fieras; yo habría jurado, incluso, que lo oí gruñir... y creo recordar que tuvo que besarme o taparme la boca bastantes veces para que mis gritos no atrajeran atención innecesaria. No recuerdo cuántas veces lo hicimos aquella noche, pero sé que caí en un pesado sueño, de puro agotamiento, y no debieron pasar muchas horas hasta que me despertaron sus manos y sus labios, amasando mis nalgas, besando y mordisqueando la base de mi columna vertebral. Creedme, no había parte de mi cuerpo que no me pesara, y esa, más que ninguna... pero lo creáis o no, en cuestión de minutos se deslizó otra vez dentro de mí. Y en unos cuantos minutos más, volví a mojar la palma de su mano con mi esperma. Ser humano, y ser joven, puede resultar muy gratificante, ¿verdad, Elias? Pasaron otros dos días antes de que volviera a casa; no soy capaz de recordar cómo me las arreglé, no podría ni aunque mi cuello dependiera de ello..

"Esa era la clase de dilema en la que me encontraba: feliz y satisfecho por tenerlo, ligeramente frustrado por ese vago sentimiento de no estar al mismo nivel que él. Una fría tarde de invierno, al entrar, aterido, en el santuario, me encontré con la reconfortante sorpresa de que mi primo ya había caldeado el ambiente con una buena pila de madera que ardía en la chimenea. Me miró, sonriente, con ese cálido rostro parcialmente iluminado por las llamas, y se acercó a mí, me condujo junto a fuego y me ayudó a quitarme las prendas de abrigo, frotando mis brazos y mi pecho para que se desentumecieran, lanzando su aliento suavemente sobre mi cara para descongelar el témpano que tenía por nariz. Sólo tocarlo ya era un placer, porque él irradiaba tanto calor como aquel hogar, y jamás protestaba aunque posara mis manos heladas sobre su pecho. Alcanzó la botella de vodka de hierbas y se dispuso a ofrecérmela, pero pareció cambiar de idea; la descorchó, tomó un largo sorbo, se inclinó sobre mí y me dio a beber de su boca. Si quedaba alguna huella del frío del exterior en mis labios, puedo asegurar que aquello la hizo desaparecer por completo... El ardor del licor bajó, calentando mi garganta, hasta mi estómago, y otra vez, cuando compartió un nuevo sorbo. El vodka siempre me había calentado hasta la punta de los dedos de los pies, pero administrado de esa manera... baste decir que, ciertamente, también había hecho entrar en calor a otra parte intermedia de mi cuerpo; pero, lo que son las cosas, así como algunas partes pierden rigidez cuando se libran del frío, otras, en cambio, la ganan.

"Andrey notó cómo había recuperado los colores; aún así, me ofreció otro trago de reconstituyente, pero esta vez no despegó los labios: los dejó sobre los míos, y su lengua tuvo la excusa perfecta para entrar en mi boca a saborear el alcohol. La paseó dentro de mí un largo tiempo; yo hice lo mismo; era la especia más perfecta que podía imaginarme para aromatizar un buen licor. Giré la cabeza a izquierda y derecha, gusté, lamí, absorbí; cuando mi lengua no fue suficiente, mis labios comenzaron a beber de los suyos, a mordisquearlos, y mi rostro ya no encontró una posición que le resultara cómoda y satisfactoria para hacerlo: simplemente ansiaba probarlas todas...

"Andrey comenzó a desvestirme; yo lo imité. Parecía una competición por ver quién era capaz de liberar más piel en menos tiempo... aunque, por supuesto, perdí yo. Cuando me hubo desabrochado los pantalones simplemente me sentó en la mesa y tiró de ellos hasta que me tuvo completamente desnudo; se instaló entre mis piernas abiertas y se apoderó de mi trasero, atrayéndome hacia él hasta que mi endurecido pene se posó sobre su ingle. Fue muy amable de su parte permitirme continuar con mi tarea. Je, no, en realidad no le quedó más remedio, pues con su arma enfundada en sus pantalones tampoco iba a hacer gran cosa. Y no me resulto fácil ayudarlo a desenfundar, de tan pegado a él como me sostenía. Me frotaba contra su cuerpo a través de la tela; mis manos, encajadas entre nuestros miembros, rozaban ambos al quitar el molesto envoltorio. Pero cuando al fin pude liberar a la bestia, me tomé algún tiempo en deslizar mis manos arriba y abajo de aquel grueso tronco excitado, trazando los relieves de sus venas, la tirante línea de su frenillo, la resbaladiza hendidura de su extremo.

"Liberar a la bestia... Una palabras muy adecuadas, os lo aseguro. Sin siquiera dejar ir mis labios, Andrey aferró con fuerza mis posaderas y me alzó, como habría alzado a un crío. El movimiento me tomó por sorpresa, y apenas tuve tiempo de reaccionar y sujetarme a sus hombros. Y no acabó ahí, porque dando unos pocos pasos me puso de espaldas contra la pared, con tanta fuerza que la misma presión servía para mantenerme clavado en el sitio. Sus manos se movieron ligeramente entre mis muslos, forzándome a separarlos aún más, y su húmedo ariete en posición entró en mí con una facilidad aterradora para su tamaño. Se podría decir que me había convertido en la vaina perfecta para el arma de mi primo. Envainó y desenvainó varias veces, y cuando logró arrancar algunos gemidos de mi boca...

"Aquel era siempre el momento en que la cordura parecía abandonarlo, en que todo se volvía un vertiginoso episodio de lujuria que no alcanzaba una pausa hasta que mi cuerpo no hubiera rendido homenaje a su habilidad. Era una sensación enervante, el verme así atrapado contra el muro de la habitación, su amplio pecho tan pegado al mío que apenas me dejaba el hueco justo para respirar, sus labios, a la vez, robándome esa entrecortada respiración... Aún no era suficiente para él, al parecer: alzando su mano derecha, se las arregló para agarrar mis brazos y estirarlos sobre mi cabeza, manteniéndolos prisioneros con aquel puño de hierro que tan poderosa presión era capaz de ejercer sobre mis muñecas.

"Incapaz de moverme, sólo ligeramente consciente del balanceo de mis piernas mientras entraba y salía de mí; incapaz de emitir sonidos articulados, sólo gemidos ahogados dentro de su boca. Creo que nunca antes, como en aquella ocasión, me di cuenta de lo impotente que podía llegar a sentirme en sus brazos. Casi no podía pensar, ahogado en el placer: eso era bien cierto. Tenía presente que él sentía lo mismo, sólo con ver su expresión; sabía que también me pertenecía. Pero...

"Cuando estuve a punto de correrme enlacé sus caderas tan fuertemente como pude. Mis músculos estaban tan tensos que me resultaba doloroso, aunque llegado a aquel punto ya no era capaz de distinguir qué tipo de sensaciones me estaba ordenando mi cerebro que experimentara. Lancé un grito en su boca y descargué mi propia arma en una violenta sacudida tras otra, casi sin notar las estocadas adicionales que me atravesaron antes de que él hiciera lo mismo. No fueron muchas, no obstante: parecía que había estado conteniéndose a duras penas para no llegar al clímax antes que yo.

"Dejó escapar mis labios. Los dos necesitábamos aire. Pero les encontró una nueva ocupación a los suyos muy pronto, al pegarlos sobre la base de mi cuello y comenzar a besarla tan profundamente que casi me clavó los dientes en ella. Estoy bien seguro porque el morado que me dejó en la piel me duró días. No parecía querer soltarme, ni salir de dentro de mí, y estaba tan excitado con aquella posición que muy bien podría haber continuado empujando.



-Ah... Andrey... -dije yo, una vez que hube recuperado un mínimo de resuello- Tengo... tengo que saberlo... tú... ¿me ves como una mujer?



"Aquello lo inmovilizó. Dejó mi cuello en paz y me lanzó una mirada seria, penetrante; era obvio que la cordura se había vuelto a imponer en su cerebro. Apretó las mandíbulas, la sacó rápidamente y me lanzó sobre el asiento, y bastante bruscamente, he de decir. Aterricé de manera poco cómoda sobre mi espalda, aunque él no tardó en echarse sobre mí y acorralarme con aquellos brazos que podían resultar tan enardecedores y a la vez tan intimidantes. Lo mismo que su mirada.



-Tosha -me dijo con voz agitada, porque aún no se había normalizado su respiración-, ¿quieres explicarme a qué viene esa pregunta? ¿Es que alguna vez he hado a entender, en lo más mínimo, que te viera como una?



-Yo... no puedo evitarlo... La manera en que tratas de protegerme... la manera en que... me tomas... Puede que sea un alfeñique, comparado contigo; puede que realmente me parezca demasiado a mi madre y, sin darte cuenta...



"Andrey me sujetó por la mejillas tan firmemente que no pude continuar. Sus ojos, bajo sus tupidas cejas y su ceño extraordinariamente fruncido, me taladraron muy poco amablemente.



-No sigas hablando, porque lograrás hacerme enfadar. Tosha, nunca me sentí atraído por nadie hasta que te conocí. Si te soy sincero, poco me importó que fueras un chico o una chica. ¿Sabes lo que es ese impulso, ese... vello erizado que sientes cuando ves a alguien y que te dice que esa persona es especial, que te tienta como la miel a una mosca y que no puedes hacer nada por evitarlo? Eso eres tú para mí. Es cierto: al principio no me importó que fueras hombre o mujer, pero ahora, Tosha -me miró de arriba abajo antes de seguir; su pene descansaba entre mis piernas, y al decir esto frotó su pelvis contra la mía de una forma tan erótica que me hizo estremecerme-, te digo que no puedo imaginarme un cuerpo más hermoso que el tuyo, y que no lo cambiaría por nada en el mundo -la mano que atenazaba mis mejillas se aflojó; bajó la cabeza y reclinó la frente contra mi cuello-. Y la manera en que te tomo... mi única excusa es que aún no puedo controlarme, me vuelves loco, me...



"Volvió a mirarme. Se echó junto a mí, sobre su espalda; sus manos enlazaron mi cintura y me colocaron con facilidad sobre él. Era una experiencia completamente nueva, tener que volver la vista hacia abajo para mirarlo... Mis cabellos me caían a ambos lados del rostro; Andrey los recogió con suavidad detrás de mis orejas.



-Serás tú quien tome la iniciativa ahora, ¿de acuerdo? -me dijo, dejando caer los brazos a ambos lados de su cuerpo- Yo me quedaré aquí abajo, muy obediente, y tú serás el amo hasta que te canses. Soy todo tuyo.



"Fruncí el ceño, incrédulo. Por una vez, yo estaba arriba y mi primo se colocaba voluntariamente a mi merced. Por un momento acaricié la peregrina idea de gozarlo de la misma manera que él hacía conmigo. ¿Me atrevería a hacerlo? Y, lo que era más importante, ¿lo deseaba de verdad? Yo no sabía lo que se sentía al penetrar a tu pareja, no lo había probado nunca. Tal vez lo hiciera, ¿por qué no? Pero no allí, ni entonces: no sabía lo que se sentía, pero no podía imaginar que fuera a ser más intenso que lo que me embargaba cuando Andrey entraba en mí... Así que separé las piernas, agarré aquel enorme mástil húmedo y comencé a guiarlo a través de mi entrada posterior. ¿Y la mayoría de los nuestros sienten temor de una estaca de madera? Por Caín; para saber lo que era una estaca, yo les habría retado a empalarse en aquella entrepierna.

"Andrey me contemplaba, entre asombrado y excitado; su pulso se aceleraba, a medida que su carne me llenaba poco a poco; era obvio que luchaba para contener el impulso de extender los brazos y tomarme entre ellos, y dirigir en balanceo de mis caderas. El cabello volvió a ocultarme el rostro, pero ni tan siquiera se atrevió a apartarlo, sólo trataba de atisbar mi expresión entre los largos mechones. Sonreí, entre gemido y gemido; tanto me conmovió su autocontrol que entrelacé mis manos con las suyas para que no echaran de menos mi piel, y las usé para impulsarme sobre él. La forma en que me miraba... No pude evitar sentirme, ciertamente, como si fuera su dueño.

"No voy a decir que el Andrey dominador desapareció aquel día. No lo hizo, ni yo lo hubiera deseado así. Pero sí puedo afirmar que se echó a un lado y me dejó un hueco en el sitial de mando.



"Y pasó el tiempo. Nuestras vidas continuaron, lidiando con las obligaciones durante el día, disfrutando el uno del otro cuando estábamos a solas. Cuando cumplí los dieciocho ya estaba bastante familiarizado con el oficio y el comercio de mi padre; no me atraía en lo más mínimo, y aún menos al saber que la gente de mi primo no lo aprobaba, pero tampoco veía la forma de escapar a ello. En cuanto a Andrey, continuó con el suyo, trayendo alguna que otra pequeña herida nueva de tanto en tanto, pero volviendo. Volviendo siempre.

"Una tarde escuché, sin proponérmelo, una conversación entre mi padre y Lyuba. Padre comentaba que los parientes de mi primo andaban acosándolo para que tomara una esposa, y él se negaba. Era cierto, decía, que era el hijo menor y sus hermanos ya se habían encargado de bendecir a la familia con numerosos hijos, pero también era verdad que Andrey ya debería estar pensar en sentar la cabeza en vez de vagabundear por ahí conmigo.

"Sentí que me faltaba el aire: no sólo pretendían que Andrey... que mi Andrey se casara, sino que además... él jamás me había dicho una sola palabra. ¿Es que no confiaba en mí? Y pensar que había tenido que enterarme de aquello por mi padre...

"Abandoné la casa a toda velocidad. Tenía que hablar con él, y no podía esperar. ¿Dónde podría encontrarlo? No estaba en nuestro santuario, ni en los alrededores. Acompañado de los perros, me acerqué hasta la linde del bosque. ¿Debía atreverme a entrar? Mi primo me había avisado de que un par de lugareños imprudentes se habían extraviado en aquellas últimas semanas y era muy importante que yo me mantuviera alejado; y lo decía muy en serio.

"Traté de volver sobre mis pasos; de verdad que lo hice. Pero el hormigueo que sentía en el estómago no me permitía estarme quieto. ¿Y si no regresaba hasta la noche? ¿Y si no regresaba aquel día? No podía ser tan malo si sólo me adentraba un poco en el camino que se perdía entres los árboles. Además, los perros me protegerían; además... era culpa suya, por no haberme hablado de ello... Oh, Andrey...

"Caminé durante una hora por una zona que ya conocía, por haberla visitado juntos. No noté nada especial al principio pero, a medida que avanzábamos, se hacía más evidente que los perros estaban nerviosos. No es que aquello me tranquilizara, pero aún me sentía seguro, porque no me había apartado del camino. Lo más seguro es que hubieran olido el rastro de alguna alimaña. Continuamos un buen trecho y la luz comenzó a declinar; aquello sí que no era bueno, y lo quisiera o no tendría que dar la vuelta, porque no estaba tan ciego como para no darme cuenta de que estaba arriesgando el pellejo.

"Justo entonces me encontré ante una bifurcación del camino, y los perros se pusieron como locos. Comenzaron a ladrar y andar en círculos, olfateando, y finalmente desaparecieron por aquella pequeña senda que se perdía entre los árboles y los arbustos. Los llamé, alarmado, pero no acudieron; ni gritos ni amenazas lograron que aquellas bestias idiotas obedecieran. Malhumorado, opté por seguirlos, con la esperanza de que solo hubieran olfateado un conejo y no hubieran llegado muy lejos. Si hubiera un peligro, razonaba, ni siquiera ellos serían tan estúpidos como para correr hacia él, ¿verdad?

"Y la noche, que cada vez estaba más cerca... Maldije a mis animales de nuevo mientras me abría paso entre las ramas. Al menos aquella pequeña senda estaba en uso, porque el suelo estaba hollado, pero la maleza me causó algún que otro arañazo. Cuando les pusiera las manos encima, los iba a tener un día sin comer.

"Al final los encontré; estaban parados junto a un árbol, muy quietos, y gruñían. Me disponía a lanzarles una retahíla de insultos, pero algo en su actitud me contuvo. Parecían estar contemplando algo; busqué qué era lo que llamaba su atención.

"Entonces lo vi. Unos metros más allá había otro perro; uno bastante grande, gris, muy llamativo. Miraba de hito en hito a mis chuchos aunque estaba mucho más calmado que ellos, y cuando aparecí yo, también me miró. Bueno, era evidente que ya me habría olido hace rato, por la manera tan tranquila que tenía de quedarse allí, simplemente, con los ojos fijos en nosotros.

"De repente, desapareció. Echó a correr entre los árboles, como una sombra gris, sin dejar la más mínima huella de que hubiera estado allí. Así que aquello era lo que había atraído la atención de mis bestias... Me volví hacia ellos y comencé a gritarles todo lo que se me ocurrió, y ni aun así pude arreglármelas para que me siguieran. Mi paciencia estaba a un tris de agotarse...

"Me dispuse a emprenderla a puntapiés en las posaderas con aquellos desgraciados, pero debieron leerme el pensamiento, porque salieron despedidos como alma que lleva el diablo. Eso fue lo que pensé yo: ¿qué diablos...? Por más que quisiera darle una explicación, la manera en que se habían largado, con las orejas gachas, no era normal; pero ya no podía demorarme más. Decidí volver al camino cuando aún quedaba un poco de luz y confiar en que todos regresaríamos a casa sanos y salvos.

"Entonces me llevé el susto de mi vida: alguien me agarró del brazo. Sin previo aviso, sin haber dado ninguna señal de que estaba allí, en completo silencio. Supongo que la expresión de alivio que debió cruzar mi cara en aquel momento habría hecho reír a cualquiera, porque ese alguien no era otro que Andrey; y supongo que los pocos segundos que tardé en volver a ponerme pálido habrían hecho las delicias de un fisonomista, porque mi primo me contemplaba con la mirada más iracunda que yo había visto jamás. De hecho, la fuerza con la que me sujetaba era tan desmedida que pude notar cómo el rostro se me torcía en una mueca de dolor.



-¡Te avisé, te avisé bien claro, te ordené que nunca vinieras aquí tú solo! ¡Maldita sea! ¡Ahora...!



"Creí que iba a romperme el alma a golpes hasta dejarme sin sentido. Te doy mi palabra, Elias, de que me eché a temblar como si fuera a matarme allí mismo. Y sí que se me echó encima; todo cuanto pude hacer fue cubrirme la cara con la mano libre.

"Pero no iba a golpearme. Tan sólo se interponía entre mí y algo que surgió entre los árboles. En número de tres, para ser exactos. No, esta vez no creí que fueran perros; nunca había visto un lobo, pero estaba casi seguro de que aquellos grandes animales lo eran, con sus pelajes marrones y sus penetrantes ojos anaranjados. Tenían los colmillos, los largos colmillos, desnudos, y gruñían.

"Continué temblando, pero no tan violentamente. Resulta paradójico, ¿verdad? Tres lobos enormes nos amenazaban y yo me calmaba un poco; y aun así parecía tener sentido en aquella situación. Estaba seguro de que mi primo nos mantendría a salvo; era ingenuo, pero estaba convencido. Y además... prefería enfrentarme a cualquier cosa antes que a aquella mirada de Andrey. Las bestias siguieron gruñendo...

"... Y Andrey también lo hizo. No puedo explicarlo de otra forma, es la verdad, pero gruñó. Sonidos guturales salieron de su boca; no como si estuviera tratando de intimidar a los lobos, sino como si pretendiera comunicarse con ellos. ¿Era eso lo que hacían los guardabosques con las bestias? No, yo tampoco sabía qué pensar entonces.

"Lo peor estaba por llegar. Lo peor, cuando noté las uñas de Andrey clavándose cruelmente en mi brazo hasta hacerme sangrar, para después soltarme... Lo que comenzó a empujarme a la locura, cuando se volvió y observé aquel brillo animal en sus ojos, y cuando creí distinguir sus largos colmillos creciendo al doble de su tamaño cuando me siseó "¡Corre!".

"Había sido un imprudente, pero no era un cobarde. No iba a dejarlo solo enfrentándose a aquellos animales, y nada del mundo habría podido obligarme a obedecerlo en eso. Nada, excepto...

"Su cuerpo cambió. Comenzó a crecer, a cubrirse de pelo; sus ropas simplemente se hicieron pedazos, incapaces de contener aquella masa que se desbordaba; su cabeza se hundió entre unos hombros prodigiosamente anchos; sus manos se volvieron enormes garras de uñas temibles; la articulación de sus rodillas mudó, como la de un cuadrúpedo... Es increíble la cantidad de detalles que puede apreciar el cerebro aun estando bajo presión; allí estaba yo, cuando debiera haber echado a correr por mi vida, paseando la vista por el pelaje grisáceo de aquella bestia humanoide de tres metros en la que había mutado Andrey. Por otro lado, ¿qué más podía hacer? El terror, pero también la incredulidad, me habían clavado en el sitio. Por el rabillo del ojo vi que los lobos también estaban aumentando de tamaño.

"Aquella criatura se volvió otra vez. Al ver en lo que se había convertido el rostro de mi primo, la sangre se me heló en las venas. Cualquier parecido entre una cara humana y aquello... Pero cuando sus enormes fauces se inclinaron sobre mí y volvieron a gritar "¡Corre!", con una voz que estaba más cercana a un aullido que a otra cosa...

"El terror que hasta entonces que había paralizado pareció darme alas en ese instante. Corrí; corrí por donde había venido; no sé qué santo, espíritu o ser sobrenatural había decidido conceder a mis pies la gracia de elegir la dirección correcta, pero lo hicieron. No volví la vista atrás de asustado como estaba, pero fui consciente de que lo que había sido Andrey se estaba lanzando contra aquellas bestias; de hecho, fue el último pensamiento consciente que mi cerebro registró en mucho tiempo. Oí sonidos de lucha...

"Corrí todo el camino hasta casa. Cuando llegué, me encerré en mi habitación; los pulmones me ardían tanto que apenas podía respirar, que creí que moriría ahogado justo en ese momento. Aun así, el sonido de mis desesperados intentos por tomar aire no fue capaz de acallar el estruendo de los latidos de mi corazón. No recuerdo gran cosa, salvo que me hice un ovillo, abrazándome las rodillas, aterrado por la idea de que una de aquellas bestias fuera a entrar por la puerta y sacarme el corazón entre jirones de carne y chorros de sangre. Esa noche no pude dormir. Ni siquiera pude dejar de temblar.

"Al amanecer me metí en la cama y me negué a salir de ella. Debía estar febril y sin duda presentaba un aspecto lamentable, porque mi padre decidió dejarme en paz. No pude probar bocado, y me pasé las horas paseando la vista, nervioso, desde la ventana a la puerta.

"¿Qué le había pasado a Andrey? ¿Se había apoderado de él un espíritu malvado? ¿Un demonio?¿Un oborot, un hombre lobo? Nunca había tenido ningún contacto con lo sobrenatural; era vagamente consciente de que nuestro sacerdote, en la iglesia, nos avisaba constantemente de que debíamos guardarnos bien del maligno. ¿Era aquello a lo que se refería? ¿El demonio había venido a tentarme encarnado en la persona de mi primo? ¿Pretendía devorar mi alma?

"La fiebre me hizo delirar durante el resto del día. Al caer la noche, cuando la enésima pesadilla comenzó a asaltarme a pesar de mis ojos abiertos, salté de la cama. Mis ropas estaban empapadas de sudor, pero no me molesté en cambiarme. Me deslicé subrepticiamente fuera de la casa y eché a andar. Había tomado una decisión.

"No me importaba si Andrey era un demonio, un espíritu o el heraldo de Baba Yaga en persona. Allá en el bosque se había interpuesto entre aquellas bestias y yo. Lo conocía desde que era un crío, había sido mi primer amigo, mi primer... mi primer y único amante. Tal vez había una explicación lógica, tal vez había sido un sueño, una pesadilla; debía encontrarlo y hablar con él.

"Llegué al santuario y me paré en seco. La puerta estaba abierta; aquí y allá, diseminadas en el camino, había gotas de un oscuro color rojo. Contuve la respiración; di un pequeño paso, y luego otro; me asomé al interior de la habitación.

"Andrey estaba allí, acurrucado en una esquina. Estaba desnudo, y cubierto de sangre seca; sus enmarañados cabellos escondían su rostro, y aunque sus piernas encogidas no me dejaban apreciarlo, era evidente que estaba herido. Lo miré en silencio. Él alzó la cabeza y me devolvió la mirada, sus grandes ojos abiertos de par en par. Estaba sorprendido de encontrarme allí. Me di la vuelta muy despacio.



-Por favor... por favor, Tosha... no te vayas... -me pidió, con voz suplicante.



-Espera; voy a buscar algo para limpiarte.



"Y así lo hice; tan sencillo como eso. Corrí hacia la casa, tomé algunos paños limpios, aguja, hilo y ropas. Volví al santuario, donde mi primo me esperaba, ansioso. Pareció respirar aliviado cuando crucé la puerta; sus mejillas recobraron un poco de color.

"Me arrodillé junto a él; notaba sus ojos fijos en mí, pero ninguno de los dos nos atrevimos a hablar. Lo obligué a apartar las piernas y los brazos; estaba cubierto de heridas, y la más horrenda era una enorme marca de garras que le cruzaba el vientre de lado a lado; ya no sangraba, pero aún estaba abierta. Tragué saliva, intentando hacer de tripas corazón, agarré una botella de vodka y lo usé para limpiarle las heridas. Apretó los dientes para aguantar el dolor. Finalmente me habló de nuevo.



-Creí... que no querrías volver a verme nunca más.



"Seguí sin decir nada. Simplemente tomé aguja e hilo y me dispuse a coser aquellos enormes surcos. Aunque no había aprendido con seres que respiraran y se movieran, estaba bastante familiarizado con el arte de la costura. Para mi sorpresa, él me detuvo.



-No. Para los míos, las cicatrices son motivo de orgullo.



-Te lo han hecho por mi culpa -tragué saliva de nuevo, aguantándome las ganas de gimotear-. Siempre que las veas...



-...Siempre que las vea recordaré que, gracias a que las llevo, la persona que más me importa en el mundo no ha sufrido ningún daño.



"Alcé la vista, al fin. Lo miré a los ojos; eran los mismos ojos de color avellana, no habían cambiado. Él alzó la mano tímidamente, indeciso sobre si debía atreverse a tocarme. Yo no me moví, aunque di un respingo cuando la posó suavemente en mi mejilla.



-No fue un sueño, ¿verdad? -pregunté, armándome de valor- En el bosque... aquello pasó de verdad, ¿no es cierto?



-Sí...



-¿Eres...? ¿Qué... qué eres, Andrey?



-Garou.



"Me contó la que para mí fue la historia más increíble que había oído en mi vida, Elias. Que era lo que el folklore conocía como un oborot, un hombre lobo, o Garou, como se llamaban a sí mismos. Que era una condición que se adquiría por nacimiento, y en absoluto como lo contaban aquellas supersticiones de mordiscos infectados, rituales bajo la luna y demás supercherías. La familia de mi madre tenía sangre de hombres lobo, ¿te lo puedes creer? Yo, por todos los Antediluvianos, pertenecía a una familia de aquellos seres... aunque la herencia no era transmitida a todos los individuos, sólo a unos pocos; y esos pocos, como mi primo, tenían la habilidad de cambiar de forma, desde un lobo a esa monstruosa bestia en la que él se había metamorfoseado, así como otros dones especiales. En fin, ya te he puesto al corriente sobre ellos. Para ti es fácil, en tus actuales circunstancias, creer todo eso; para mí... no fue tan sencillo. Estaba asustado; estaba también herido, porque Andrey nunca me había contado nada.



-Deseaba hacerlo, Tosha, de veras que lo deseaba. Pero mi gente, mi manada, no me lo permitía, porque no perteneces a nuestro mundo, sino al de tu padre, y él es un humano normal; como Lyuba; como tú... Además, tenía... tenía tanto miedo de perderte... Y ahora... Por favor, Tosha, perdóname. Sé lo que debes pensar por lo que has visto, pero créeme, yo nunca te haría daño: antes me arrancaría el corazón. Todo se me vino encima cuando te vi en el bosque, porque sabía que ellos rondaban por allí. Creí que te harían daño, o que no podrías soportar ser testigo de mi... transformación. Creí que pensarías que era un demonio, que te mantendrías alejado después de aquello. Me arrastré hasta aquí porque lo único que deseaba era estar en un lugar con tu olor; nunca soñé que... -su manos se hundió ligeramente en mis cabellos; su voz se volvió expectante- ¿Puedo... puedo abrigar esperanzas? ¿Puedo tener la loca idea de que no vas a huir de mí? Mi vida está en tus manos; por favor, haré lo que tú quieras, Tosha, cualquier cosa que me pidas...



"Es extraño; la importancia que concedemos a veces a las cosas es tan relativa. Allí estaba mi primo, suplicándome que aceptara el hecho de que era un hombre lobo. ¿Y qué pensaba yo mientras tanto? Que seguramente me había salvado la vida. Que, sin duda, me quería y, de la misma forma, yo lo amaba a él. Que a pesar de aquella descabellada historia, él seguía siendo el mismo... Pero también pensaba que no confiaba en mí lo suficiente. ¿No es gracioso? Podía perdonarle que se estirara hasta los tres metros de altura y que le crecieran el pelo y las garras, pero no que me ocultara que su familia le buscaba una esposa.

"No me mordí la lengua. Le dije que no lo sabía, que tenía demasiadas cosas en las que pensar, que él tenía demasiadas explicaciones que darme. Me juró solemnemente que respondería a todas mis preguntas y había tal ansiedad, tantas esperanzas depositadas en sus promesas que no pude evitar sentirme conmovido; pero entonces le solté a bocajarro que su familia nunca aceptaría que tuviéramos una relación tan... sincera, ya que deseaban casarlo cuanto antes. Se quedó lívido.



-Es cierto -admitió-. Es cierto que me han presionado para que lo haga, que es lo que esperan de mí. Sin embargo, no te han contado toda la historia, Tosha. He dado mi palabra de que protegería a los míos y a nuestra tierra, de que honraría nuestros ritos, de que permanecería leal a mi gente. Pero también les he dicho que jamás aceptaré una esposa, y si tengo que sufrir cualquier castigo por ello, incluso el destierro, lo haré con gusto. Mientras ambos vivamos sólo podrá haber una persona para mí: y esa persona eres tú.



"Un escalofrío me bajó por la columna vertebral, comenzando allí donde sus dedos descansaban. Me incliné sobre él, con cuidado de no reabrir sus heridas; quería tocarlo, abrazarlo, besarlo... y no me atrevía.

"Él sí se atrevió. Tiró de mi nuca ligeramente y plantó sus labios en los míos. Su beso fue muy suave; tenía un ligero gusto metálico.







"Las cosas no volvieron a la normalidad tan fácilmente, todo hay que decirlo. Puede que estuviera dispuesto a admitir aquella particularidad de Andrey y aquella inesperada revelación sobre mi familia, pero no podía evitar temblar ligeramente cuando sentía sus manos sobre mí. A nivel subconsciente aún estaba aterrorizado de esa criatura en la que lo había visto convertirse, y necesitaría más tiempo para acostumbrarme. Él lo sabía, y aunque le dolía, procuró mantener las distancias y dejar que fuera yo quien las acortara poco a poco. Supongo que aun así daba las gracias al Creador, a los santos, a la Madre Tierra y a quienquiera que elevara sus oraciones porque yo no había huido de él.

"Cumplió su palabra y me enseñó todo lo que pudo sobre los Garou. Su familia nunca llegó a comportarse de manera amigable conmigo; y no era tanto por el hecho de que no estaban convencidos de que guardaría su secreto, como por la sospecha (totalmente fundada por cierto) de que yo era la causa de que Andrey no siguiera los pasos de sus hermanos. Sólo su tío me dedicaba algún que otro saludo. Era un hombretón que me intimidaba: igual de grande que mi primo y, como Andrey me reveló, un hombre lobo como él. De hecho, era a él a quien había visto en el bosque, aquel imponente perro gris que había salido corriendo después de que yo me lo encontrara; a buscar al resto de su manada, como supe más tarde.

"A pesar de sus heridas, mi primo debía continuar sus tareas de protector; entonces más que nunca. Yo no podía entenderlo muy bien: si aquello tres seres del bosque eran hombres lobo como él, ¿por qué nos habían atacado? ¿Acaso los Garou estaban en guerra unos con otros? Él me dijo que eso era cierto en bastantes casos, que a veces había derramamiento de sangre entre miembros de diferentes tribus, pero que el motivo por el que aquellos hombres lobo extranjeros pretendían atacarme era diferente: habían olido las huellas del oficio de mi padre en mí y aquello los había puesto más nerviosos de lo que estaban. Me habría reído si no hubiera resultado aterrador.

"Aquellos forasteros se habían adentrado en el territorio de mis... parientes persiguiendo a un grupo de vampiros. Sí: la noticia de que existían otras criaturas sobrenaturales cayó sobre mí para añadir más confusión a mi ya embarullado cerebro. Pero los vampiros, me explicó Andrey, eran particularmente inhumanos y peligrosos, y los de la calaña de ese grupo, aún más. Ser infectado con su sangre era para un Garou un destino mucho peor que la muerte. El bosque no era seguro para mí en condiciones normales; con aquellas sanguijuelas, como los llamó él, rondando por allí, aún menos. Me dijo, muy serio, que no debía aventurarme sin él ni tan siquiera a nuestro santuario. Sin en algo apreciaba mi vida, debía obedecerlo.

"Así lo hice, por más que me resultara insoportable pensar que yo estaba encerrado en casa y él ahí fuera, exponiéndose a aquella locura. Dí vueltas dentro de aquellas paredes como un animal enjaulado; maldije más que nunca mi cuerpo, que consideraba débil e inútil; maldije que la sangre de mis parientes que corría por mis venas no fuera más potente...

"Sólo una noticia vino a distraerme de todo eso, y no precisamente buena: el vientre de Lyuba había comenzado a hincharse. Alguna vez alcancé a oír a las mujeres en la cocina murmurar acerca de ello, especulando quién sería el padre. Pero yo estaba al corriente, y aunque me sentía turbado, debía componer un rostro indiferente y pretender que no sabía nada. No podía dejar de admirarme ante la sangre fría de Padre, cuyo comportamiento sosegado nunca reveló la verdad a nadie; a nadie, menos a mí.



"Cierta noche mi padre me comentó que alguien del pueblo había visto a unos vagabundos cerca del antiguo secadero. Como sólo estaba yo en la casa, me dijo, y Lyuba se encontraba enferma, ¿podría ir a echar un vistazo? No me apasionaba la idea de desobedecer a Andrey, pero tampoco podía discutir con Padre, así que suspiré, tomé una lámpara y, tras pensarlo bien, un hacha, y salí con pies ligeros, decidido a volver lo antes posible.

"Había luna llena, y me habría sido posible llegar hasta allí aun sin la luz adicional. Todo estaba silencioso, aunque yo miraba a mi alrededor sin descanso, preocupado por lo que pudiera encontrarme. Sujetaba el hacha con tanta fuerza que los dedos se me habían agarrotado alrededor de la madera. Sólo unos pocos pasos más...

"Una débil claridad se filtraba bajo la puerta del santuario. Tragué saliva; podrían ser aquellos vagabundos de los que había hablado mi padre, aunque también podía ser Andrey adecentándose después de un día en el bosque. Me devané los sesos decidiendo qué debía hacer: ¿echar una ojeada? ¿Ir por ayuda? ¿Qué habría hecho mi primo? Habría entrado, sin duda. Pero él podría medirse con una manada de lobos, si quisiera, y tú sólo eres un crío debilucho, decía una voz en mi cabeza. ¿Y qué vas a hacer? ¿Esconderte tras él toda tu vida? Sé un hombre y entra ahí, sólo son unos vagabundos, decía otra voz. Yo ya había dejado la lámpara en el suelo y sujetaba el tirador de la puerta. Empujé.

"Cuatro rostros estaban vueltos hacia mí cuando asomé la cabeza a la habitación; tres, mejor dicho, pues uno de ellos estaba encapuchado. Sí que parecían ser unos desarrapados corrientes que simplemente habían forzado la puerta, habían encendido un fuego y se habían sentado en torno, aunque a una distancia prudencial. Uno de ellos era un jovencito muy guapo, cuyos ojos rasgados delataban que procedía del este; otro era un hombre de mediana edad, con algunas hebras grises en las sienes; el tercero era moreno y muy delgado; del cuarto no pude distinguir nada. Ese encapuchado se había instalado cómodamente el el asiento de la piel de conejo, donde Andrey y yo solíamos... Aquello me enfureció. Sujeté el hacha con fuerza y me dispuse a decirles que aquello era una propiedad privada y que debían marcharse.

"Alguien me arrebató el arma y cerró la puerta de golpe a mis espaldas, alguien a quien no había visto hasta entonces. Volví la vista a mi derecha, sorprendido: una mujer joven me miraba desde las sombras, con una sonrisa desagradable, mientras jugueteaba con mi hacha. Me había estado esperando junto a la entrada... De repente, ya no me sentí tan valiente: eran cinco, y aquella chica me había desarmado como si nada. Decidí tratar de recuperar el arma, pero alguien me agarró el brazo; no sé cómo, el tipo moreno que hasta hace un segundo estaba sentado cerca del fuego se había colocado junto a mí.



-Mirad qué regalito nos han dejado en la puerta -dijo la mujer, con voz burlona-. ¿El desayuno, tal vez?



-A duras penas llegará para todos, pero es un comienzo -contestó el tipo que me agarraba, con una fuerza desproporcionada para su complexión-. Y venía armado, como un gallito peleón.



-Tal vez sea una lástima que no juguemos un poco con él antes de comer -aportó el de más edad-. Fijaos en esos ojos color miel tan bonitos. Quiero verlos más de cerca.



-Traedlo aquí -ordenó el encapuchado, con la voz más profunda y extraña que pudiera imaginarme.



"El moreno que me sujetaba corrió a obedecer a su compañero. Sin que hubiera podido hacer nada para evitarlo me encontré de rodillas ante él, mientras aquellos brazos flacos y férreos me mantenían clavado en el sitio. El encapuchado alzó una mano y me tomó por la barbilla; sentí cómo la sangre se me helaba en las venas, porque aquella mano tenía muy poco de humana: era más bien una garra, de dedos largos y delgados y uñas negras y enormes, tan afiladas como las de un ave rapaz. Pero lo más estremecedor era la hilera de púas que surcaba su envés, desde los dedos hasta la muñeca, perdiéndose dentro de la manga de su extraña túnica. Aquellas uñas horribles se clavaban en mi carne, impidiéndome forcejear siquiera. Me obligué a quedarme quieto, a pesar de que el corazón casi me explotaba en el pecho, preguntándome cómo había sido tan estúpido. Rogando para que Andrey no andara lejos.

"Aquel ser se bajó la capucha. Si hasta entonces había creído que estaba asustado...

"Porque no quedaba mucha humanidad en su rostro. Ni un solo pelo crecía en él; en vez de eso, más de aquellas púas gruesas surcaban su cráneo pelado, bajando por su frente hasta el puente de su... de lo que fuera que tenía por nariz. No tenía orejas, apenas dos orificios a ambos lados de la cabeza. Sus ojos eran dos esferas completamente negras, y a pesar de que carecían de pupilas sabía que me estaban atravesando. Su piel era violácea, y sus dientes... oh, aquellos dientes de tiburón me hicieron temblar, y sus colmillos eran tan prominentes que dudo que pudiera mantener la boca cerrada. ¿Ese... monstruo era un vampiro? ¿Y por qué sus compañeros parecían normales? ¿Y qué demonios importaba? Iba a morir; iba a morir si no ocurría un milagro.



-Tienes un rostro muy hermoso, aunque podría mejorarse -susurró aquella criatura, cuyo sexo jamás habría podido identificar, porque incluso su voz sonaba equívoca e inhumana-. ¿No sería un desperdicio que cerrásemos esos bellos ojos para siempre? ¿Qué te pasa, muchacho? ¿Tienes miedo de mí? ¿No te parezco una belleza, a mi manera?



"Se calló de repente. Algo pareció atraer su atención, algo del exterior; a él, y a todos los demás. El tipo moreno que me sujetaba me lanzó hacia un lado; salí volando, literalmente, contra una de las paredes de la habitación, mientras aquellos intrusos se alzaban, en posición de alerta. Aterricé sobre un costado; la cabeza me dio vueltas.

"Una fuerza increíble desprendió la puerta del marco y la impulsó hacia el interior del cuarto. Algo bloqueó la entrada, algo enorme... Creo que la mujer y el moreno se lanzaron sobre aquello; pero, sin previo aviso, el techo se hundió, y otra de aquellas enormes bestias cayó sobre el chico de rasgos mongoles. El tipo de más edad clavó sus grandes colmillos en el hombro peludo de la criatura, que aulló de una forma capaz de poner los pelos de punta a cualquiera. Aún otra de aquellas pesadillas gigantescas se coló por el agujero del techo; creo que vi al tipo moreno salir despedido y aterrizar sobre la chimenea; creo que también aulló...

"Pero lo más extraño fue lo que hizo el vampiro de las púas. En aquel momento no habría podido jurarlo, porque me había golpeado la cabeza y estaba contemplando la escena más dantesca que había visto en mi vida; y, no obstante, yo creí ver cómo se deshacía... Así es: se deshizo en un charco de sangre, roja y viscosa, y se coló entre las grietas del suelo, dejando únicamente su túnica oscura tras de sí. Después no vi nada más, gracias a todos los santos; me sumí en el piadoso letargo de la inconsciencia.

"Cuando desperté estaba en el bosque, junto a un riachuelo que cruzaba cerca del linde. ¿Cómo había llegado hasta allí? La respuesta a mi pregunta me llegó rápidamente cuando vi a Andrey inclinado sobre mí. Me estaba quitando la ropa sin ninguna ceremonia, examinando cada parte de mi cuerpo que iba quedando expuesta. No comprendía qué esperaba ver en la noche, por más que la luna fuera tan brillante, pero a él aquella luz escasa parecía bastarle. Iba a protestar, pero cuando reparé en su rostro ceñudo y sus mandíbulas apretadas la protesta se me agarrotó en la garganta.

"Una vez que estuve completamente desnudo y hubo acabado su inspección, me agarró bastante rudamente por la barbilla y me preguntó, con los ojos llenos de ira:



-¿Has tragado sangre de esas sanguijuelas? ¿Aunque sea una gota? No me mientas, Anton.



"Sacudí la cabeza negativamente. Estaba asustado; acababa de pasar por una prueba semejante y mi primo me sometía a aquel trato. Comprendí que debía estar furioso por no haberle hecho caso, pero, ¿es que no oía cómo me latía el corazón? Y ni siquiera mi respuesta pareció aplacarlo. Me olfateó y torció el rostro en una mueca de disgusto.



-Apestas a escoria no-muerta...



"Me lanzó de cabeza al agua. Estaba helada. Cuando emergí, boqueando y temblando de frío, me agarró por el hombro desde la orilla y me sacudió.



-Te dije que te quedaras en casa. Siempre hay una de los nuestros vigilando. Pero tú... ¿Es que no comprendes que si hubiéramos llegado un minuto más tarde, tú...?



-Padre me dijo que fuera a comprobar si... -respondí, con un hilo de voz- Lo... lo siento.



"Entonces me di cuenta de que él también estaba desnudo. Andrey había sido uno de los enormes seres... de los Garou que habían atacado a los vampiros. Debía estar agradecido porque no tenía más que un par de rasguños sin importancia. En cuanto a las otras lesiones, estaban curadas por completo; tan sólo el garrazo de su vientre había dejado unas grandes cicatrices. Me mordí el labio, recordando por qué estaban ahí. Andrey me miró, sin decirme nada más, aunque sus ojos hablaban con más claridad que cualquier recriminación que pudiera hacerme. Finalmente me soltó.

"Salí del agua y me abracé las rodillas, temblando. Andrey decidió que también necesitaba un baño, o que también apestaba, porque tomó mi lugar en la corriente de agua y se sumergió completamente. Al sacar la cabeza, sus cabellos salpicando agua en todas direcciones, tuve la suficiente presencia de ánimo como para mirarlo y apreciar la belleza de aquel cuerpo húmedo, brillando bajo la luz de la luna. Lo cierto es que no habíamos tenido intimidad desde el episodio en el bosque; yo había tenido miedo, tanto de abrir sus heridas como, no puedo negarlo, de lo que era. Pero ya estaba curado; y yo era joven; y vaya, seguía deseándolo.

"Él notó mi mirada. La suya se volvió hambrienta de golpe, como si sólo hubiera estado esperando a que yo le hiciera una señal. Me agarró las muñecas, separándolas de mis rodillas, y tiró de mis piernas hacia sí. Salió del agua con un salto poderoso y se instaló entre ellas, apoyando los brazos junto a mis costados. Su cuerpo, su rostro tan próximo, su aliento, mi propia lujuria... hicieron que entrara en calor tan pronto que me olvidé de que estaba desnudo y empapado junto a un río en medio de un bosque. Andrey me besó, introduciendo su larga lengua en mi boca, que la esperaba. No tardó mucho en echarse sobre mi pecho, en apoderarse de mis nalgas, en alzarlas y separarlas para poder acceder al camino que le había sido negado durante bastante tiempo. Me penetró de golpe, y habría gritado si sus labios no hubieran estado amordazando los míos. Comenzó a empujar bruscamente; yo aún no lo sabía, pero era difícil liberarse del influjo de la luna llena...

"Aflojó el ritmo; sus movimientos seguían siendo intensos, pero mucho más gentiles: había recuperado el control. Dejó ir mis labios y depositó un suave beso en ellos, a modo de disculpa; en cuanto a mí, todo lo que podía hacer era gemir de placer, abrazarlo, tirar de sus largos cabellos húmedos para mantener su cuerpo pegado al mío... Ángeles y demonios... cuánto lo había echado de menos...







"Aquel vampiro monstruoso que había creído ver fundirse en un charco de sangre había escapado. Mi primo vino a darme la noticia a la noche siguiente, después de un intenso día de persecución. Su visita fue muy oportuna para volver a explicarle a Padre por qué el antiguo secadero se había convertido en una ruina.

"Sólo me atreví a volver allí a plena luz del día, acompañado. Para mí fue muy duro contemplar el estado en el que había quedado nuestro santuario, la habitación donde habíamos pasado tantas noches, el asiento con la piel de conejo, donde Andrey y yo... Ya nunca sería lo mismo, no después de lo que había pasado. Él me puso una mano en el hombro, y me susurró que pronto encontraría otro santuario para nosotros, que no debía importarnos, y que, de hecho, la noche junto al riachuelo había sido la más placentera que recordaba en siglos. Yo le contesté, nervioso, que aquello no tenía nada de especial, dado que habían pasado siglos desde la última vez que lo habíamos hecho. Él se rió, y yo también, pero no pude evitar sentir temor: la criatura de ojos como el abismo aún andaba suelta por ahí.



"Pasaron algunas semanas. A medida que el embarazo de Lyuba progresaba, Padre se separaba menos de ella. Recayó en mí, en gran medida, la responsabilidad del negocio familiar, así que hube de visitar el pueblo más a menudo; y como Andrey estaba preocupado por mi seguridad, él mismo me acompañaba en la mayoría de las ocasiones. Una tarde, al disponernos a volver a casa, uno de sus parientes se acercó y le pidió que lo acompañara, que tenían un pequeño asunto familiar que tratar. Como siempre había alguien vigilando a la familia y me acompañaba un chico con el carro, me dejó que me adelantara, pero me advirtió que no me demorara en el camino y que lo esperara a puerta cerrada, que el volvería cuanto antes.

"Recuerdo que el paseo transcurrió sin incidentes. Ya hacía rato que había anochecido cuando volví, y todo estaba tranquilo. Mandé al chico a ocuparse del caballo y yo entré en la casa.

"No salió nadie a recibirme; bueno, seguramente Padre estaría con mi medio hermana y las mujeres no habrían perdido la oportunidad de holgazanear un poco. Me quité el zipun y me acerqué a la cocina, porque estaba hambriento. Había un puchero en el fuego, pero no se veía a nadie por allí. Extraño... ¿Se habría sentido Lyuba enferma y estaban atendiéndola? Mas entonces seguramente se oirían gritos e imprecaciones, porque aquellas mujeres eran muy ruidosas. De todas formas, decidí acercarme a su cuarto a mirar.

"Subí las escaleras. Arriba todo seguía silencioso, pero había luz en el cuarto de Lyuba y me acerqué. La puerta estaba abierta, así que no me molesté en anunciar mi presencia; simplemente entré. Pero apenas crucé el umbral, tuve que detenerme en seco.

"Las mujeres estaban allí, tiradas en el suelo, en una posición tan poco natural que me espantó. Claramente estaban muertas, porque no se movían, y su ojos abiertos estaban fijos en el techo o las paredes. Unas heridas apenas ensangrentadas en el cuello y las muñecas delataban la manera en la que las habían atacado. Pero eso no fue lo peor; porque en una silla, sentado muy erguido, como si estuviera contemplando el espectáculo, estaba Serguéy, mi padre. De nuevo sus heridas eran tan pequeñas y había tan poca sangre que ni siquiera parecían la causa de... la causa de su muerte. Porque estaba muerto también, con esos ojos vidriosos y desencajados abiertos, mirando al vacío. Sé que fui un imbécil; sé que tuve que haber echado a correr en ese instante... pero no lo hice. Tuve la insensatez de acercarme al cuerpo de Padre, de tocarlo, de comprobar que no respiraba. De cerrarle los ojos.

"Ahora comprendo que seguramente no habría servido de nada que intentase huir, que el resultado habría sido el mismo. Es lo más probable; y, sin embargo, es posible que aquella acción me hubiera librado de contemplar lo que había más allá del cuerpo de mi padre, en la habitación contigua, y de las pesadillas que me acosaron durante más tiempo del que puedo recordar.

"El cuerpo de Lyuba estaba allí, tirado en el suelo. A diferencia de los demás, era más que obvio que estaba muerta, pues descansaba en un horrible charco de sangre. Su piel pálida, exánime, estaba casi enteramente teñida de rojo; sus ojos, congelados en una mirada de terror. Las heridas de su cuello eran tan salvajes que parecía que una manada de animales rabiosos se habían cebado en ella. Ojalá no hubiera bajado la vista, ojalá me hubiera detenido ahí... La manera en que su asesino había sacado a su bebé de su cuerpo... lo que había hecho con la pobre criatura... Aquello... aquello...

"Una garra me atenazó el cuello por detrás, cuando estaba a punto de desmayarme. Apretaba demasiado fuerte, sus enormes uñas se clavaban en mi carne; creo que noté cómo fluía mi propia sangre. Aquella extraña voz que no había podido olvidar susurró junto a mi oído:



-Te saludo de nuevo, muchacho. Llegas a tiempo para la fiesta; yo ya me he saciado, aunque creo que aún me queda hueco para un poco más. No te preocupes: dolerá, pero será un dolor exquisito...



"Y dicho esto, clavó sus dientes afilados en mi cuello. Mintió; fue doloroso, doloroso hasta el punto de que me hizo gritar de agonía. Él se ocupó de que fuera así, te lo aseguro; él sabía bien cómo tenía que hacerlo para que el sufrimiento fuera brutal y sacudiera todo mi cuerpo, y tan concienzudo que ningún desvanecimiento piadoso pudiera aliviarlo. Oh, ahora sé bien que era un experto.

"Al final me sentí morir, pero no demasiado pronto; y noté un gusto extraño en mi boca, como si hubiera tragado un sorbo de mi propia sangre. Eso juzgué entonces. Pero aquello duró poco.

"La criatura me soltó bruscamente y me dejó caer al suelo. A partir de ahí apenas tengo recuerdos, tan sólo jirones de imágenes, retazos de sonidos y palabras... Gruñidos y aullidos que me parecieron muy lejanos, a pesar de que debían sonar en aquella misma habitación; revuelo de lucha; salpicaduras de algo cálido y viscoso sobre mi piel; y el dolor... Recuerdo que el dolor se retorcía cruelmente dentro de mí, y que yo estaba tan débil que ni siquiera tenía fuerzas para doblarme ni para gritar... Recuerdo un silencio repentino, y alguien que llamaba mi nombre en la distancia, con desesperación...



-...Mordido, Andrey... tarde... tragado sangre... -mis oídos captaban algunas palabras sueltas pronunciadas por una voz que no me era del todo desconocida- ... tú lo sabes... matarlo...



"El desvanecimiento piadoso llegó en el momento más inoportuno.







"Desperté. Abrí los ojos de golpe. No sabía dónde estaba; parecía una cueva, y una lámpara iluminaba las paredes desnudas de roca. Miré mi propio cuerpo, las ropas cubiertas de sangre seca que llevaba; noté el hedor que desprendía, y me sentí enfermo. Aunque el mal olor no era la causa, en realidad, sino el hambre, el enorme vacío que tenía en el estómago, tan intenso que tuve que llevarme las manos al vientre y apretar los dientes... Y entonces me di cuenta de que me había clavado mis propios colmillos en el labio. ¿Cómo era posible? Alcé las manos y los toqué; y eran...

"Me entró el pánico. Ya puedes adivinar lo que sentía en aquel momento, Elias. Estaba palpando la longitud de mis enormes colmillos, y estaba aterrorizado. Me miré los dedos y vi unas gotas de mi propia sangre en ellos, y todo lo que deseaba... era lamerlos. Y así lo hice. El sabor de mi propia sangre me hacía morir de deseo.

"Alguien entró en la cámara de roca donde me encontraba. Dí un salto, con la esperanza de que fuera Andrey, pero no lo era. ¿Quién...? Ah, sí, su tío. A él pertenecía aquella voz que había oído en mi delirio.



-¿Andrey? ¿Dónde está Andrey? -pregunté, asombrado por el extraño sonido de mi propia voz.



-No va a venir -lo miré, alarmado, porque creí que le habría pasado algo, pero continuó hablando- Escucha, Anton: escucha lo que voy a decirte, porque nunca antes habrás escuchado algo más importante en tu vida. Esa sanguijuela te mordió. ¿Sabes lo que sucede cuando un vampiro te muerde? Sí que lo sabes, Andrey te lo habrá contado. ¿Y sabes lo que sucede si el vampiro te alimenta entonces con su propia sangre? ¿Lo sabes, muchacho?



"Asentí muy despacio. Noté cómo me quedaba sin respiración. ¿No es gracioso? No tenía una respiración que perder, y yo creía que lo estaba haciendo. Si no hubiera estado helado ya, también habría notado cómo se enfriaba mi cuerpo.



-Nosotros, los Garou, somos enemigos de los vampiros, porque ellos lo son de todas las criaturas vivas. Convertirse en uno es una de las peores maldiciones que pueden caer sobre nosotros. Hubiera sido mejor para ti que estuvieras muerto. Te habría matado yo mismo, y habría sido un acto misericordioso.

"Pero Andrey no me dejó hacerlo. Ofreció su vida a la entera disposición de nuestra tribu si perdonaba la tuya. Me lo suplicó. Nosotros creíamos, muchacho, que en cierta forma lo habíamos perdido cuando puso los ojos en ti. No soy un ingenuo, sé muy bien lo que había entre vosotros.



"¿Lo que había? Oh, por todos los santos, ¿por qué utilizaba el pasado al hablar, pensaba yo entonces? Andrey... ¿dónde estabas?



-Dejarte vivir a cambio de recuperarlo a él me pareció un trato justo. Lo conozco, y sé bien que habría sido capaz de dejarse morir si no hubiera accedido. Es mi sobrino, y es muy querido para mí. Seguramente esto me traerá graves problemas con los míos, pero no veo qué otra cosa puedo hacer.

"No mires a la entrada, no va a venir. Eres un vampiro recién nacido, quién sabe qué locuras podrías hacer. Podrías intentar morderlo, y él podría dejarse... No voy a arriesgarme a eso.

"Seré sincero: no tienes muchas posibilidades de sobrevivir sin un mentor; dejarte solo sería casi como condenarte a muerte. Así que te dejaré cerca de algún lugar donde habiten los tuyos, donde habite la maldita estirpe de esa sanguijuela que has tenido la desgracia de que te mordiera. Tendrás que arreglártelas. Y tendrás que mantenerte alejado de aquí, Anton. Ahora elijo perdonarte la vida, pero si veo que intentas acercarte a Andrey puedo elegir acabar con ella. Si algunas vez lo apreciaste, harás lo que te pido, y le ahorrarás sufrimientos a él y a ti mismo.



"Creo que no seguí escuchando. ¿Marcharme? ¿A llevar una existencia que se me antojaba horrible? Y, sobre todo, ¿lejos de él? ¿Por qué no me mataba allí mismo? ¿Qué sentido tenía lo que me proponía? Andrey... Mi Andrey...







"Pero lo dejé hacerlo todo tal y como lo había planeado. No quería acabar con mi existencia; no, si aquello supondría que Andrey no querría seguir con la suya. Yo quería que viviera. No me importaba ser un maldito engendro del demonio si sabía que él continuaba viviendo en algún lugar, bajo el mismo cielo que yo. Tal vez, incluso, pensara en mí de tanto en tanto. Tal vez me recordara con afecto, como el Tosha que había sido.

"Pensaba, además, que era muy probable que no sobreviviera a aquella prueba. Tú puedes consideraste afortunado, pero te aseguro que en esa época, en ese lugar, los nuestros eran aún más brutales de lo que pueden llegar a serlo ahora.

"Pero sobreviví. Me uní a un grupo de nómadas, uno de los cuales era de nuestra estirpe. Me enseñó todo lo que debía saber, me dio todo lo que necesitaba.

"Salvo una razón para seguir. El tiempo pasa de una manera distinta cuando eres un inmortal, Elias. Y cuando eres uno joven, que necesita cada minuto de cada noche para aprender a mantenerse vivo y cuerdo, lo hace aún más extrañamente. Yo, lo confieso, sentí curiosidad por muchas de las cosas que descubrí en aquellos años; y sentí igual repugnancia por otras que me vi obligado a hacer. Lo que quiero decir es que me mantuve ocupado, activo. No me eché en el camino a esperar a que saliera el sol. Peleé, pateé, mordí.

"Lo hice por él. Abrigaba la esperanza, diminuta, pero real, de que algún día podría volver a verlo. Soñaba con que me mirara, con que pronunciara mi nombre; anhelaba que no me hubiera olvidado.

"En veinte años, y a pesar de la pesadilla en la que se había convertido mi existencia, mis sentimientos hacia él no habían cambiado. Y entonces... tuve una oportunidad de dejar a mi propia manada y volver a mi pueblo, a Arzamás, el único lugar del mundo en donde podía echarme a dormir directamente en la tierra, en la bendita tierra que me vio crecer.

"Fui muy cauteloso, créeme. Había aprendido bien a controlar mis nuevos poderes. Asumí una identidad totalmente diferente, y aunque no esperaba engañar a un hombre lobo sobre mi auténtica naturaleza, procuré mantenerme a distancia de ellos. Sólo quería tener la ocasión de contemplarlo, aunque fuera de lejos.

"Y la tuve... Por Caín que la tuve. Lo reconocí en seguida, a pesar de que los años habían hecho mella en él. En su rostro habían aparecido arrugas; en sus sienes, hebras plateadas. Creí reconocer viejas cicatrices, y descubrir otras que no conocía. Pero era él, inconfundiblemente: alto, imponente, atractivo... Mi Andrey.

"Si alguna vez, en todo aquel tiempo, lamenté con todas mis fuerzas que mi corazón ya no palpitara, fue en ese momento, en ese preciso instante en que lo vi.



"Hice averiguaciones. Alguien me contó que seguía dedicándose a la misma tarea de siempre; que estaba casado -mi Andrey, casado...-; que tenía varios hijos... No voy a decir que no lo esperara, pero la confirmación fue como un mazazo para mí. Aguanté, no obstante, estoicamente. Lo seguí, desde lejos, hasta un lugar más apartado. Decidí entonces que no me acercaría a él, que no le revelaría quién era yo. No iba a turbar su vida con mi intromisión.

"Pero se volvió. Se volvió y me identificó como lo que era, un vampiro, uno de esas odiosos seres que él no podía sino odiar. No tenía forma de saber quién era, porque había modelado mi carne y adoptado otra apariencia; no podía recordar mi olor, porque hacía mucho que había dejado de ser un humano; él creyó que era... eso, un enemigo. No tardó en abalanzarse sobre mí, agarrarme por el cuello y clavarme al tronco de un árbol. No estaba tan mal, pensaba: podía dejarlo que me matase, que acabara con mis sufrimientos en ese mismo momento. Él continuaría con su vida y yo... iría a arder en el infierno, o tal vez a purificarme en el purgatorio, si tenía la suerte de caer en unas manos lo suficientemente piadosas. Pero fui débil. No podía soportar la idea de que... Había seguido todos aquellos años, sólo con la esperanza de oírlo pronunciar mi nombre una vez más.



-Andrey... -susurré- Andrey, soy yo...



"Sus manos apretaron con más fuerza, temeroso de que fuera a emplear algún truco con él.



-Soy yo... Tosha...



"Se detuvo al instante. Sus manos se congelaron en mi cuello mientras me miraba con incredulidad, porque había hablado con la misma voz de siempre, y mi apariencia volvió a ser, en unos instantes, la misma que él había conocido, la misma que recordaba de aquel muchacho de veinte años atrás.



-No es ningún truco, Andrey... Soy yo... Lo siento...



-¿Anton? ¿Tosha? -aún no podía creérselo- ¿Eres tú de verdad?



-Lo siento... -repetí- Sólo quería verte... Yo... si quieres, me marcharé en seguida; o puedes entregarme a los tuyos, si prefieres hacerlo; o puedes... -mi voz se convirtió en un susurro- o puedes hacer lo que quieras conmigo...



"Andrey tragó saliva. Aún no acababa de aceptar que fuera yo, y no algún impostor que estuviera robando sus recuerdos o alguna otra treta similar. Pero me soltó el cuello y me arrastró lejos de allí.

"No podía creerlo. Me arrastró hasta nuestro santuario.

"Había reparado el lugar. Esperaba que la cerradura estuviera oxidada, pero la llave la abrió perfectamente. Entonces imaginé que la habitación sería una ruina, pero era una copia casi exacta de lo que había sido cuando nos pertenecía. Incluso había una manta de piel de conejo...

"Me acerque al asiento, sin pensarlo, y la acaricié. Casi podía sentir el dolor en el pecho, la necesidad de llorar esas lágrimas que ya no tenía. Me volví hacia él...

"Andrey sí las tenía. Por primera vez en mi vida, lo vi llorar. Me había reconocido, había aceptado que era yo realmente, que de algún modo había sobrevivido. A pesar de que ya no era humano, a pesar de que ya no era su Tosha, me había reconocido.

"Pero él seguía siendo mi Andrey. Me acerqué, porque no soportaba causarle dolor, y me atreví a deslizar los pulgares sobre sus mejillas. Me puse de puntillas, y limpié aquella humedad con mis labios.

"Me abrazó. Casi pude sentir cómo temblaba al rodear con sus brazos aquella cosa fría, rígida y sin latido en que se había convertido mi cuerpo, pero aquello no lo echó atrás. Sus dedos se hundieron en mis cabellos, en mi espalda, en mi cintura, en cada parte de mí con la que entraron en contacto. En cuanto a mi, también lo abracé; podía oler su dulce aroma, que aún recordaba, y oía su corazón contra mi pecho. Era la sensación más embriagadora que habría podido imaginar, la tentación más increíble que había tenido que vencer.

"Mas nunca le habría hecho daño. Sabía que si aventuraba un mordisco, aunque fuera una sola gota de sangre sobre mi lengua, me arriesgaba a entrar en un estado de frenesí que borraría toda mi cordura y me convertiría en un peligro para ambos; así de poderosa es la sangre de un hombre lobo. No, nunca le habría hecho daño. Habría preferido arrancarme mi propia cabeza con mis propias manos. Aquel abrazo debía ser suficiente, más que suficiente. Y había vuelto a oír mi nombre de sus labios. Y él... él no me había olvidado.



-Tosha...



"Me besó. ¿Por qué lo dejé hacerlo? Mi beso era frío y seco, y dejaría en su lengua el sabor de la muerte, aunque eso tampoco lo echó atrás. Oh, Andrey...

"No dijo gran cosa. ¿Qué podía decir? Los dos sabíamos lo que sentíamos. Los dos sabíamos que era imposible. Mientras ambos vivamos sólo podrá haber una persona para mí: esas habían sido sus palabras. Pero lo cierto, Elias, es que yo ya estaba muerto.



"Continué visitándole, de tanto en tanto. Su tío ya había fallecido, pero conocí a sus hijos; les enseñó a tolerarme, pues a pesar de todo, teníamos la misma sangre.

"Lo vi envejecer. Me dolió, y sé que a él también, pero no podía mantenerme apartado de su lado.

"Lo vi morir. Murió en mis brazos, en aquella misma habitación, en aquel santuario en el que yo, a mis quince años, me había puesto en los suyos por vez primera. Fiel a su palabra, había entregado su vida a su parentela. Pero su muerte me la entregó a mí. Fue la única hermosa, la única auténticamente pura e inmaculada que jamás tuve en mis manos.







Tosha se quedó en silencio, al fin. Ya no destilaba dolor por aquella historia. Había pasado hacía demasiado tiempo, y para él sólo era un recuerdo; el único recuerdo hermoso que tenía antes de conocer a Fidias, pero un recuerdo, al fin y al cabo. Su compañero de siglos lo sabía bien, pero Elias era muy joven y no había aprendido a usar sus habilidades. Abrazó a su creador con la mirada más triste que el ruso había visto en aquellos bellos ojos oscuros. Correspondió a su abrazo, acariciando su negra melena, y sonrió.



-¡Ea, pues! ¡Ya, ya! No te he contado esto para que gimotees como un cachorrillo abandonado. Ya pasó hace mucho tiempo. Además, en cierto modo, obtuve algo muy bueno de todo eso. Sigo acudiendo a Arzamás, y siempre me las he arreglado para mantenerme en contacto. Aún pertenezco allí, Elias, aún hay gente que lleva mi sangre. Los hijos de los hijos de los hijos...



-Pero estabas realmente enamorado de él... Acabas de decir que su muerte fue la cosa más hermosa que tuviste en tus brazos... -Elias sí que parecía estar a punto de gimotear.



-Eh, yo no he usado esas palabras, piénsalo bien. Además, ¿qué importancia puede tener ahora? Eres tú quien está ahora en ellos. No se me ocurre nada mejor con que llenarlos.



Elias sonrió al fin. Tosha alzó los ojos y los fijó en aquellos otros de color gris que lo miraban con serenidad. En realidad sí se me ocurre una manera, una pequeña manera, de mejorar esto, pensó el rubio vampiro.

Las comisuras de los labios de Fidias se arquearon. Se acercó a Elias por la espalda y lo besó en un hombro; esos mismos labios se alzaron hasta los del ruso y los rozaron delicadamente.











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