-En
el tiempo que siguió no llegué a conocer mucho más sobre la
familia de Andrey. Supe que sus padres habían muerto; que tenía
tres hermanos mayores a los que apenas vi alguna vez de lejos y una
manada
de sobrinos; que uno de sus tíos maternos era el pariente más
cercano a él, de quien había aprendido su oficio. Ninguno de ellos
se dejaba ver por la casa de mi padre, y aquella enemistad seguía
pareciéndome extraña. Por lo poco que mi primo hablaba de ello
deduje que nunca habían mirado con buenos ojos su profesión, ni que
se llevara a mi madre, ni que se quedara con Lyuba, quien ni siquiera
compartía su sangre, tras su fallecimiento. Me preguntaba qué
pensarían del tipo de relación que mi padre mantenía con ella...
"Pero
no podía culpar a Padre por sus diferencias. Aquella tenía que ser
una familia extraña, que se mantenía apartada del pueblo y apenas
acudía a la iglesia o participaba en las fiestas. Nadie osaba hablar
mal de ellos, era cierto, y los caminos eran seguros gracias a su
esfuerzo, pero todos preferían guardar las distancias.
"Aquello
me dolía por Andrey. Él era una persona social y afable, y no
soportaba la idea de que nadie pudiera albergar desconfianza hacia
él. ¿Acaso había escogido él a sus parientes? Pero nunca
manifestó ninguna queja al respecto ni, desde luego, me atreví yo a
censurar a los suyos. Mi único consuelo es que se llevaba bien con
Padre y, para qué negarlo, que su dudosa reputación mantenía
alejadas a las muchachas que, de otra forma, lo habrían acosado a
todas horas. Puede que mi primo fuera una persona posesiva pero,
creedme, yo no le andaba a la zaga.
"Con
frecuencia desaparecía en el bosque, a veces durante más de un día.
Yo sabía que era su trabajo, y era inevitable: si una fiera
peligrosa era avistada, cabía la posibilidad de que tuvieran que
pasar días enteros siguiendo su rastro hasta darle caza. Esto me
hacía enorgullecerme de él, pero también temer por su seguridad.
Aquellas cicatrices en su cuerpo hablaban alto y claro del tipo de
vida que llevaba. Nunca habría querido que la abandonara, pero he de
confesar que me habría sentido mucho más tranquilo si hubiera
podido acompañarlo. Ingenuo, ¿verdad? No habría sido más que una
estúpida y peligrosa carga. Y aun así, lo habría preferido mil
veces antes que aguardar cada jornada a que él arañara algún
tiempo a sus tareas y viniera a verme, o a aquellos días
interminables que se sucedían sin noticias suyas, hasta que al fin
oía su voz en la entrada de casa y podía volver a respirar
tranquilo. Mas era improbable que mis cándidos deseos fueran a
hacerse realidad: Andrey me había dejado bien claro que nunca debía
entrar solo en el bosque, y cuando me acompañaba solía mostrarse
muy prudente. Alguna vez le pregunté, con resquemor, si acaso me
tomaba por una chica. Solía reírse entre dientes y comentar,
bromeando, que había comprobado de primera mano que no lo era; que
si lo hubiera sido lo más probable es que ni siquiera se planteara
pasearse conmigo; y que así fuera tan alto como un oso y tan ancho
como un río, aún no querría que me expusiera a ningún peligro,
pues, decía, no podría soportar la idea de que me tocaran un pelo
de la cabeza. ¿Qué podía responder yo a eso? Puede que no fuera
una chica, pero maldita fuera mi estampa si no me ruborizaba de
placer igual que una.
"Mi
virilidad era un tema que solía plantearme con frecuencia por
entonces. Tenía muy claros cuáles eran mis sentimientos hacia
Andrey, y no creía equivocarme al interpretar los suyos. Lo que
hacíamos en nuestro santuario, los besos, las caricias, el sexo...
no eran sino la consecuencia lógica de pertenecernos el uno al otro.
Pero no: yo no era ninguna chica. Me habían educado para ser un
hombre, y la base de la masculinidad era dominar, no ser dominado.
Desde un punto de vista objetivo el concepto habría hecho sonreír a
cualquiera, porque hasta a mí me resultaba obvio que yo no podía
aspirar sino a ser arcilla en las grandes manos de mi primo, y que si
alguien debía jugar el papel de dominado... ese era yo.
"Indudablemente
Andrey estaba aún más convencido de ello; en el momento en que nos
quedábamos a solas mi cuerpo se convertía en su juguete, en su
posesión. En el escaso tiempo que tardaba en desnudarme solía
hacerme sentir como si mis manos no me pertenecieran, por la forma
que tenía de sujetarlas hasta haber satisfecho su ansia de descubrir
toda mi piel y pasar la lengua por lo que fuera que llamara su
atención en aquel momento. Oh, no era como al principio: él también
se desnudaba y, a veces, incluso me permitía que fuera yo quien le
ayudara a librarse de sus ropas; pero nunca me concedía mucho rato
para disfrutarlo de la manera que yo habría querido, pues en seguida
me rodeaba con sus brazos musculosos y me tomaba como más le
apeteciera. Cuando él me penetraba, sólo una persona sabía cómo
lo haría y durante cuánto tiempo: Andrey.
"No
lo hacía de manera consciente. Con el tiempo llegué a comprender
que era parte de su naturaleza, que no había preconcebido unos roles
en su cabeza, que aquella era la forma que tenía de obtener placer
de mí y de dármelo a cambio; y vaya si me lo daba, eso no puedo
negarlo: hasta la extenuación, hasta el borde de la inconsciencia.
Recuerdo una ocasión en la que Padre se encontraba de viaje y yo
había decidido escabullirme de la casa y pasar toda la noche con
Andrey. La perspectiva de las largas horas que pasaríamos juntos nos
espoleó para arrojarnos el uno sobre el otro como fieras; yo habría
jurado, incluso, que lo oí gruñir... y creo recordar que tuvo que
besarme o taparme la boca bastantes veces para que mis gritos no
atrajeran atención innecesaria. No recuerdo cuántas veces lo
hicimos aquella noche, pero sé que caí en un pesado sueño, de puro
agotamiento, y no debieron pasar muchas horas hasta que me
despertaron sus manos y sus labios, amasando mis nalgas, besando y
mordisqueando la base de mi columna vertebral. Creedme, no había
parte de mi cuerpo que no me pesara, y esa,
más
que ninguna... pero lo creáis o no, en cuestión de minutos se
deslizó otra vez dentro de mí. Y en unos cuantos minutos más,
volví a mojar la palma de su mano con mi esperma. Ser humano, y ser
joven, puede resultar muy gratificante, ¿verdad, Elias? Pasaron
otros dos días antes de que volviera a casa; no soy capaz de
recordar cómo me las arreglé, no podría ni aunque mi cuello
dependiera de ello..
"Esa
era la clase de dilema en la que me encontraba: feliz y satisfecho
por tenerlo, ligeramente frustrado por ese vago sentimiento de no
estar al mismo nivel que él. Una fría tarde de invierno, al entrar,
aterido, en el santuario, me encontré con la reconfortante sorpresa
de que mi primo ya había caldeado el ambiente con una buena pila de
madera que ardía en la chimenea. Me miró, sonriente, con ese cálido
rostro parcialmente iluminado por las llamas, y se acercó a mí, me
condujo junto a fuego y me ayudó a quitarme las prendas de abrigo,
frotando mis brazos y mi pecho para que se desentumecieran, lanzando
su aliento suavemente sobre mi cara para descongelar el témpano que
tenía por nariz. Sólo tocarlo ya era un placer, porque él
irradiaba tanto calor como aquel hogar, y jamás protestaba aunque
posara mis manos heladas sobre su pecho. Alcanzó la botella de vodka
de hierbas y se dispuso a ofrecérmela, pero pareció cambiar de
idea; la descorchó, tomó un largo sorbo, se inclinó sobre mí y me
dio a beber de su boca. Si quedaba alguna huella del frío del
exterior en mis labios, puedo asegurar que aquello la hizo
desaparecer por completo... El ardor del licor bajó, calentando mi
garganta, hasta mi estómago, y otra vez, cuando compartió un nuevo
sorbo. El vodka siempre me había calentado hasta la punta de los
dedos de los pies, pero administrado de esa manera... baste decir
que, ciertamente, también había hecho entrar en calor a otra parte
intermedia
de mi cuerpo; pero, lo que son las cosas, así como algunas partes
pierden rigidez cuando se libran del frío, otras, en cambio, la
ganan.
"Andrey
notó cómo había recuperado los colores; aún así, me ofreció
otro trago de reconstituyente, pero esta vez no despegó los labios:
los dejó sobre los míos, y su lengua tuvo la excusa perfecta para
entrar en mi boca a saborear el alcohol. La paseó dentro de mí un
largo tiempo; yo hice lo mismo; era la especia más perfecta que
podía imaginarme para aromatizar un buen licor. Giré la cabeza a
izquierda y derecha, gusté, lamí, absorbí; cuando mi lengua no fue
suficiente, mis labios comenzaron a beber de los suyos, a
mordisquearlos, y mi rostro ya no encontró una posición que le
resultara cómoda y satisfactoria para hacerlo: simplemente ansiaba
probarlas todas...
"Andrey
comenzó a desvestirme; yo lo imité. Parecía una competición por
ver quién era capaz de liberar más piel en menos tiempo... aunque,
por supuesto, perdí yo. Cuando me hubo desabrochado los pantalones
simplemente me sentó en la mesa y tiró de ellos hasta que me tuvo
completamente desnudo; se instaló entre mis piernas abiertas y se
apoderó de mi trasero, atrayéndome hacia él hasta que mi
endurecido pene se posó sobre su ingle. Fue muy amable de su parte
permitirme continuar con mi tarea. Je, no, en realidad no le quedó
más remedio, pues con su arma enfundada en sus pantalones tampoco
iba a hacer gran cosa. Y no me resulto fácil ayudarlo a desenfundar,
de tan pegado a él como me sostenía. Me frotaba contra su cuerpo a
través de la tela; mis manos, encajadas entre nuestros miembros,
rozaban ambos al quitar el molesto envoltorio. Pero cuando al fin
pude liberar a la bestia,
me
tomé algún tiempo en deslizar mis manos arriba y abajo de aquel
grueso tronco excitado, trazando los relieves de sus venas, la
tirante línea de su frenillo, la resbaladiza hendidura de su
extremo.
"Liberar
a la bestia...
Una palabras muy adecuadas, os lo aseguro. Sin siquiera dejar ir mis
labios, Andrey aferró con fuerza mis posaderas y me alzó, como
habría alzado a un crío. El movimiento me tomó por sorpresa, y
apenas tuve tiempo de reaccionar y sujetarme a sus hombros. Y no
acabó ahí, porque dando unos pocos pasos me puso de espaldas contra
la pared, con tanta fuerza que la misma presión servía para
mantenerme clavado en el sitio. Sus manos se movieron ligeramente
entre mis muslos, forzándome a separarlos aún más, y su húmedo
ariete en posición entró en mí con una facilidad aterradora para
su tamaño. Se podría decir que me había convertido en la vaina
perfecta para el arma de mi primo. Envainó y desenvainó varias
veces, y cuando logró arrancar algunos gemidos de mi boca...
"Aquel
era siempre el momento en que la cordura parecía abandonarlo, en que
todo se volvía un vertiginoso episodio de lujuria que no alcanzaba
una pausa hasta que mi cuerpo no hubiera rendido homenaje a su
habilidad. Era una sensación enervante, el verme así atrapado
contra el muro de la habitación, su amplio pecho tan pegado al mío
que apenas me dejaba el hueco justo para respirar, sus labios, a la
vez, robándome esa entrecortada respiración... Aún no era
suficiente para él, al parecer: alzando su mano derecha, se las
arregló para agarrar mis brazos y estirarlos sobre mi cabeza,
manteniéndolos prisioneros con aquel puño de hierro que tan
poderosa presión era capaz de ejercer sobre mis muñecas.
"Incapaz
de moverme, sólo ligeramente consciente del balanceo de mis piernas
mientras entraba y salía de mí; incapaz de emitir sonidos
articulados, sólo gemidos ahogados dentro de su boca. Creo que nunca
antes, como en aquella ocasión, me di cuenta de lo impotente que
podía llegar a sentirme en sus brazos. Casi no podía pensar,
ahogado en el placer: eso era bien cierto. Tenía presente que él
sentía lo mismo, sólo con ver su expresión; sabía que también me
pertenecía. Pero...
"Cuando
estuve a punto de correrme enlacé sus caderas tan fuertemente como
pude. Mis músculos estaban tan tensos que me resultaba doloroso,
aunque llegado a aquel punto ya no era capaz de distinguir qué tipo
de sensaciones me estaba ordenando mi cerebro que experimentara.
Lancé un grito en su boca y descargué mi propia arma en una
violenta sacudida tras otra, casi sin notar las estocadas adicionales
que me atravesaron antes de que él hiciera lo mismo. No fueron
muchas, no obstante: parecía que había estado conteniéndose a
duras penas para no llegar al clímax antes que yo.
"Dejó
escapar mis labios. Los dos necesitábamos aire. Pero les encontró
una nueva ocupación a los suyos muy pronto, al pegarlos sobre la
base de mi cuello y comenzar a besarla tan profundamente que casi me
clavó los dientes en ella. Estoy bien seguro porque el morado que me
dejó en la piel me duró días. No parecía querer soltarme, ni
salir de dentro de mí, y estaba tan excitado con aquella posición
que muy bien podría haber continuado empujando.
-Ah...
Andrey... -dije yo, una vez que hube recuperado un mínimo de
resuello- Tengo... tengo que saberlo... tú... ¿me ves como una
mujer?
"Aquello
lo inmovilizó. Dejó mi cuello en paz y me lanzó una mirada seria,
penetrante; era obvio que la cordura se había vuelto a imponer en su
cerebro. Apretó las mandíbulas, la sacó rápidamente y me lanzó
sobre el asiento, y bastante bruscamente, he de decir. Aterricé de
manera poco cómoda sobre mi espalda, aunque él no tardó en echarse
sobre mí y acorralarme con aquellos brazos que podían resultar tan
enardecedores y a la vez tan intimidantes. Lo mismo que su mirada.
-Tosha
-me dijo con voz agitada, porque aún no se había normalizado su
respiración-, ¿quieres explicarme a qué viene esa pregunta? ¿Es
que alguna vez he hado a entender, en lo más mínimo, que te viera
como una?
-Yo...
no puedo evitarlo... La manera en que tratas de protegerme... la
manera en que... me tomas... Puede que sea un alfeñique, comparado
contigo; puede que realmente me parezca demasiado a mi madre y, sin
darte cuenta...
"Andrey
me sujetó por la mejillas tan firmemente que no pude continuar. Sus
ojos, bajo sus tupidas cejas y su ceño extraordinariamente
fruncido, me taladraron muy poco amablemente.
-No
sigas hablando, porque lograrás hacerme enfadar. Tosha, nunca me
sentí atraído por nadie hasta que te conocí. Si te soy sincero,
poco me importó que fueras un chico o una chica. ¿Sabes lo que es
ese impulso, ese... vello erizado que sientes cuando ves a alguien y
que te dice que esa persona es especial, que te tienta como la miel a
una mosca y que no puedes hacer nada por evitarlo? Eso eres tú para
mí. Es cierto: al principio no me importó que fueras hombre o
mujer, pero ahora, Tosha -me miró de arriba abajo antes de seguir;
su pene descansaba entre mis piernas, y al decir esto frotó su
pelvis contra la mía de una forma tan erótica que me hizo
estremecerme-, te digo que no puedo imaginarme un cuerpo más hermoso
que el tuyo, y que no lo cambiaría por nada en el mundo -la mano que
atenazaba mis mejillas se aflojó; bajó la cabeza y reclinó la
frente contra mi cuello-. Y la manera en que te tomo... mi única
excusa es que aún no puedo controlarme, me vuelves loco, me...
"Volvió
a mirarme. Se echó junto a mí, sobre su espalda; sus manos
enlazaron mi cintura y me colocaron con facilidad sobre él. Era una
experiencia completamente nueva, tener que volver la vista hacia
abajo para mirarlo... Mis cabellos me caían a ambos lados del
rostro; Andrey los recogió con suavidad detrás de mis orejas.
-Serás
tú quien tome la iniciativa ahora, ¿de acuerdo? -me dijo, dejando
caer los brazos a ambos lados de su cuerpo- Yo me quedaré aquí
abajo, muy obediente, y tú serás el amo hasta que te canses. Soy
todo tuyo.
"Fruncí
el ceño, incrédulo. Por una vez, yo estaba arriba y mi primo se
colocaba voluntariamente a mi merced. Por un momento acaricié la
peregrina idea de gozarlo de la misma manera que él hacía conmigo.
¿Me atrevería a hacerlo? Y, lo que era más importante, ¿lo
deseaba de verdad? Yo no sabía lo que se sentía al penetrar a tu
pareja, no lo había probado nunca. Tal vez lo hiciera, ¿por qué
no? Pero no allí, ni entonces: no sabía lo que se sentía, pero no
podía imaginar que fuera a ser más intenso que lo que me embargaba
cuando Andrey entraba en mí... Así que separé las piernas, agarré
aquel enorme mástil húmedo y comencé a guiarlo a través de mi
entrada posterior. ¿Y la mayoría de los nuestros sienten temor de
una estaca de madera? Por Caín; para saber lo que era una estaca, yo
les habría retado a empalarse
en aquella entrepierna.
"Andrey
me contemplaba, entre asombrado y excitado; su pulso se aceleraba, a
medida que su carne me llenaba poco a poco; era obvio que luchaba
para contener el impulso de extender los brazos y tomarme entre
ellos, y dirigir en balanceo de mis caderas. El cabello volvió a
ocultarme el rostro, pero ni tan siquiera se atrevió a apartarlo,
sólo trataba de atisbar mi expresión entre los largos mechones.
Sonreí, entre gemido y gemido; tanto me conmovió su autocontrol que
entrelacé mis manos con las suyas para que no echaran de menos mi
piel, y las usé para impulsarme sobre él. La forma en que me
miraba... No pude evitar sentirme, ciertamente, como si fuera su
dueño.
"No
voy a decir que el Andrey dominador desapareció aquel día. No lo
hizo, ni yo lo hubiera deseado así. Pero sí puedo afirmar que se
echó a un lado y me dejó un hueco en el sitial de mando.
"Y
pasó el tiempo. Nuestras vidas continuaron, lidiando con las
obligaciones durante el día, disfrutando el uno del otro cuando
estábamos a solas. Cuando cumplí los dieciocho ya estaba bastante
familiarizado con el oficio y el comercio de mi padre; no me atraía
en lo más mínimo, y aún menos al saber que la gente de mi primo no
lo aprobaba, pero tampoco veía la forma de escapar a ello. En cuanto
a Andrey, continuó con el suyo, trayendo alguna que otra pequeña
herida nueva de tanto en tanto, pero volviendo. Volviendo siempre.
"Una
tarde escuché, sin proponérmelo, una conversación entre mi padre y
Lyuba. Padre comentaba que los parientes de mi primo andaban
acosándolo para que tomara una esposa, y él se negaba. Era cierto,
decía, que era el hijo menor y sus hermanos ya se habían encargado
de bendecir a la familia con numerosos hijos, pero también era
verdad que Andrey ya debería estar pensar en sentar la cabeza en vez
de vagabundear por ahí conmigo.
"Sentí
que me faltaba el aire: no sólo pretendían que Andrey... que mi
Andrey
se casara, sino que además... él jamás me había dicho una sola
palabra. ¿Es que no confiaba en mí? Y pensar que había tenido que
enterarme de aquello por mi padre...
"Abandoné
la casa a toda velocidad. Tenía que hablar con él, y no podía
esperar. ¿Dónde podría encontrarlo? No estaba en nuestro
santuario, ni en los alrededores. Acompañado de los perros, me
acerqué hasta la linde del bosque. ¿Debía atreverme a entrar? Mi
primo me había avisado de que un par de lugareños imprudentes se
habían extraviado en aquellas últimas semanas y era muy importante
que yo me mantuviera alejado; y lo decía muy
en serio.
"Traté
de volver sobre mis pasos; de verdad que lo hice. Pero el hormigueo
que sentía en el estómago no me permitía estarme quieto. ¿Y si no
regresaba hasta la noche? ¿Y si no regresaba aquel día? No podía
ser tan malo si sólo me adentraba un poco en el camino que se perdía
entres los árboles. Además, los perros me protegerían; además...
era culpa suya, por no haberme hablado de ello... Oh, Andrey...
"Caminé
durante una hora por una zona que ya conocía, por haberla visitado
juntos. No noté nada especial al principio pero, a medida que
avanzábamos, se hacía más evidente que los perros estaban
nerviosos. No es que aquello me tranquilizara, pero aún me sentía
seguro, porque no me había apartado del camino. Lo más seguro es
que hubieran olido el rastro de alguna alimaña. Continuamos un buen
trecho y la luz comenzó a declinar; aquello sí que no era bueno, y
lo quisiera o no tendría que dar la vuelta, porque no estaba tan
ciego como para no darme cuenta de que estaba arriesgando el pellejo.
"Justo
entonces me encontré ante una bifurcación del camino, y los perros
se pusieron como locos. Comenzaron a ladrar y andar en círculos,
olfateando, y finalmente desaparecieron por aquella pequeña senda
que se perdía entre los árboles y los arbustos. Los llamé,
alarmado, pero no acudieron; ni gritos ni amenazas lograron que
aquellas bestias idiotas obedecieran. Malhumorado, opté por
seguirlos, con la esperanza de que solo hubieran olfateado un conejo
y no hubieran llegado muy lejos. Si hubiera un peligro, razonaba, ni
siquiera ellos serían tan estúpidos como para correr hacia él,
¿verdad?
"Y
la noche, que cada vez estaba más cerca... Maldije a mis animales de
nuevo mientras me abría paso entre las ramas. Al menos aquella
pequeña senda estaba en uso, porque el suelo estaba hollado, pero la
maleza me causó algún que otro arañazo. Cuando les pusiera las
manos encima, los iba a tener un día sin comer.
"Al
final los encontré; estaban parados junto a un árbol, muy quietos,
y gruñían. Me disponía a lanzarles una retahíla de insultos, pero
algo en su actitud me contuvo. Parecían estar contemplando algo;
busqué qué era lo que llamaba su atención.
"Entonces
lo vi. Unos metros más allá había otro perro; uno bastante grande,
gris, muy llamativo. Miraba de hito en hito a mis chuchos aunque
estaba mucho más calmado que ellos, y cuando aparecí yo, también
me miró. Bueno, era evidente que ya me habría olido hace rato, por
la manera tan tranquila que tenía de quedarse allí, simplemente,
con los ojos fijos en nosotros.
"De
repente, desapareció. Echó a correr entre los árboles, como una
sombra gris, sin dejar la más mínima huella de que hubiera estado
allí. Así que aquello era lo que había atraído la atención de
mis bestias... Me volví hacia ellos y comencé a gritarles todo lo
que se me ocurrió, y ni aun así pude arreglármelas para que me
siguieran. Mi paciencia estaba a un tris de agotarse...
"Me
dispuse a emprenderla a puntapiés en las posaderas con aquellos
desgraciados, pero debieron leerme el pensamiento, porque salieron
despedidos como alma que lleva el diablo. Eso fue lo que pensé yo:
¿qué diablos...? Por más que quisiera darle una explicación, la
manera en que se habían largado, con las orejas gachas, no era
normal; pero ya no podía demorarme más. Decidí volver al camino
cuando aún quedaba un poco de luz y confiar en que todos
regresaríamos a casa sanos y salvos.
"Entonces
me llevé el susto de mi vida: alguien me agarró del brazo. Sin
previo aviso, sin haber dado ninguna señal de que estaba allí, en
completo silencio. Supongo que la expresión de alivio que debió
cruzar mi cara en aquel momento habría hecho reír a cualquiera,
porque ese alguien no era otro que Andrey; y supongo que los pocos
segundos que tardé en volver a ponerme pálido habrían hecho las
delicias de un fisonomista, porque mi primo me contemplaba con la
mirada más iracunda que yo había visto jamás. De hecho, la fuerza
con la que me sujetaba era tan desmedida que pude notar cómo el
rostro se me torcía en una mueca de dolor.
-¡Te
avisé, te avisé bien claro, te
ordené
que nunca vinieras aquí tú solo! ¡Maldita sea! ¡Ahora...!
"Creí
que iba a romperme el alma a golpes hasta dejarme sin sentido. Te doy
mi palabra, Elias, de que me eché a temblar como si fuera a matarme
allí mismo. Y sí que se me echó encima; todo cuanto pude hacer fue
cubrirme la cara con la mano libre.
"Pero
no iba a golpearme. Tan sólo se interponía entre mí y algo que
surgió entre los árboles. En número de tres, para ser exactos. No,
esta vez no creí que fueran perros; nunca había visto un lobo, pero
estaba casi seguro de que aquellos grandes animales lo eran, con sus
pelajes marrones y sus penetrantes ojos anaranjados. Tenían los
colmillos, los largos colmillos, desnudos, y gruñían.
"Continué
temblando, pero no tan violentamente. Resulta paradójico, ¿verdad?
Tres lobos enormes nos amenazaban y yo me calmaba un poco; y aun así
parecía tener sentido en aquella situación. Estaba seguro de que mi
primo nos mantendría a salvo; era ingenuo, pero estaba convencido. Y
además... prefería enfrentarme a cualquier cosa antes que a aquella
mirada de Andrey. Las bestias siguieron gruñendo...
"...
Y Andrey también lo hizo. No puedo explicarlo de otra forma, es la
verdad, pero gruñó. Sonidos guturales salieron de su boca; no como
si estuviera tratando de intimidar a los lobos, sino como si
pretendiera comunicarse con ellos. ¿Era eso lo que hacían los
guardabosques con las bestias? No, yo tampoco sabía qué pensar
entonces.
"Lo
peor estaba por llegar. Lo peor, cuando noté las uñas de Andrey
clavándose cruelmente en mi brazo hasta hacerme sangrar, para
después soltarme... Lo que comenzó a empujarme a la locura, cuando
se volvió y observé aquel brillo animal en sus ojos, y cuando creí
distinguir sus largos colmillos creciendo al doble de su tamaño
cuando me siseó "¡Corre!".
"Había
sido un imprudente, pero no era un cobarde. No iba a dejarlo solo
enfrentándose a aquellos animales, y nada del mundo habría podido
obligarme a obedecerlo en eso. Nada, excepto...
"Su
cuerpo cambió. Comenzó a crecer, a cubrirse de pelo; sus ropas
simplemente se hicieron pedazos, incapaces de contener aquella masa
que se desbordaba; su cabeza se hundió entre unos hombros
prodigiosamente anchos; sus manos se volvieron enormes garras de uñas
temibles; la articulación de sus rodillas mudó, como la de un
cuadrúpedo... Es increíble la cantidad de detalles que puede
apreciar el cerebro aun estando bajo presión; allí estaba yo,
cuando debiera haber echado a correr por mi vida, paseando la vista
por el pelaje grisáceo de aquella bestia humanoide de tres metros en
la que había mutado Andrey. Por otro lado, ¿qué más podía hacer?
El terror, pero también la incredulidad, me habían clavado en el
sitio. Por el rabillo del ojo vi que los lobos también estaban
aumentando de tamaño.
"Aquella
criatura se volvió otra vez. Al ver en lo que se había convertido
el rostro de mi primo, la sangre se me heló en las venas. Cualquier
parecido entre una cara humana y aquello... Pero cuando sus enormes
fauces se inclinaron sobre mí y volvieron a gritar "¡Corre!",
con una voz que estaba más cercana a un aullido que a otra cosa...
"El
terror que hasta entonces que había paralizado pareció darme alas
en ese instante. Corrí; corrí por donde había venido; no sé qué
santo, espíritu o ser sobrenatural había decidido conceder a mis
pies la gracia de elegir la dirección correcta, pero lo hicieron. No
volví la vista atrás de asustado como estaba, pero fui consciente
de que lo que había sido Andrey se estaba lanzando contra aquellas
bestias; de hecho, fue el último pensamiento consciente que mi
cerebro registró en mucho tiempo. Oí sonidos de lucha...
"Corrí
todo el camino hasta casa. Cuando llegué, me encerré en mi
habitación; los pulmones me ardían tanto que apenas podía
respirar, que creí que moriría ahogado justo en ese momento. Aun
así, el sonido de mis desesperados intentos por tomar aire no fue
capaz de acallar el estruendo de los latidos de mi corazón. No
recuerdo gran cosa, salvo que me hice un ovillo, abrazándome las
rodillas, aterrado por la idea de que una de aquellas bestias fuera a
entrar por la puerta y sacarme el corazón entre jirones de carne y
chorros de sangre. Esa noche no pude dormir. Ni siquiera pude dejar
de temblar.
"Al
amanecer me metí en la cama y me negué a salir de ella. Debía
estar febril y sin duda presentaba un aspecto lamentable, porque mi
padre decidió dejarme en paz. No pude probar bocado, y me pasé las
horas paseando la vista, nervioso, desde la ventana a la puerta.
"¿Qué
le había pasado a Andrey? ¿Se había apoderado de él un espíritu
malvado? ¿Un demonio?¿Un oborot,
un hombre lobo? Nunca había tenido ningún contacto con lo
sobrenatural; era vagamente consciente de que nuestro sacerdote, en
la iglesia, nos avisaba constantemente de que debíamos guardarnos
bien del maligno.
¿Era
aquello a lo que se refería? ¿El demonio había venido a tentarme
encarnado en la persona de mi primo? ¿Pretendía devorar mi alma?
"La
fiebre me hizo delirar durante el resto del día. Al caer la noche,
cuando la enésima pesadilla comenzó a asaltarme a pesar de mis ojos
abiertos, salté de la cama. Mis ropas estaban empapadas de sudor,
pero no me molesté en cambiarme. Me deslicé subrepticiamente fuera
de la casa y eché a andar. Había tomado una decisión.
"No
me importaba si Andrey era un demonio, un espíritu o el heraldo de
Baba Yaga en persona. Allá en el bosque se había interpuesto entre
aquellas bestias y yo. Lo conocía desde que era un crío, había
sido mi primer amigo, mi primer... mi primer y único amante. Tal vez
había una explicación lógica, tal vez había sido un sueño, una
pesadilla; debía encontrarlo y hablar con él.
"Llegué
al santuario y me paré en seco. La puerta estaba abierta; aquí y
allá, diseminadas en el camino, había gotas de un oscuro color
rojo. Contuve la respiración; di un pequeño paso, y luego otro; me
asomé al interior de la habitación.
"Andrey
estaba allí, acurrucado en una esquina. Estaba desnudo, y cubierto
de sangre seca; sus enmarañados cabellos escondían su rostro, y
aunque sus piernas encogidas no me dejaban apreciarlo, era evidente
que estaba herido. Lo miré en silencio. Él alzó la cabeza y me
devolvió la mirada, sus grandes ojos abiertos de par en par. Estaba
sorprendido de encontrarme allí. Me di la vuelta muy despacio.
-Por
favor... por favor, Tosha... no te vayas... -me pidió, con voz
suplicante.
-Espera;
voy a buscar algo para limpiarte.
"Y
así lo hice; tan sencillo como eso. Corrí hacia la casa, tomé
algunos paños limpios, aguja, hilo y ropas. Volví al santuario,
donde mi primo me esperaba, ansioso. Pareció respirar aliviado
cuando crucé la puerta; sus mejillas recobraron un poco de color.
"Me
arrodillé junto a él; notaba sus ojos fijos en mí, pero ninguno de
los dos nos atrevimos a hablar. Lo obligué a apartar las piernas y
los brazos; estaba cubierto de heridas, y la más horrenda era una
enorme marca de garras
que le cruzaba el vientre de lado a lado; ya no sangraba, pero aún
estaba abierta. Tragué saliva, intentando hacer de tripas corazón,
agarré una botella de vodka y lo usé para limpiarle las heridas.
Apretó los dientes para aguantar el dolor. Finalmente me habló de
nuevo.
-Creí...
que no querrías volver a verme nunca más.
"Seguí
sin decir nada. Simplemente tomé aguja e hilo y me dispuse a coser
aquellos enormes surcos. Aunque no había aprendido con seres que
respiraran y se movieran, estaba bastante familiarizado con el arte
de la costura. Para mi sorpresa, él me detuvo.
-No.
Para los míos, las cicatrices son motivo de orgullo.
-Te
lo han hecho por mi culpa -tragué saliva de nuevo, aguantándome las
ganas de gimotear-. Siempre que las veas...
-...Siempre
que las vea recordaré que, gracias a que las llevo, la persona que
más me importa en el mundo no ha sufrido ningún daño.
"Alcé
la vista, al fin. Lo miré a los ojos; eran los mismos ojos de color
avellana, no habían cambiado. Él alzó la mano tímidamente,
indeciso sobre si debía atreverse a tocarme. Yo no me moví, aunque
di un respingo cuando la posó suavemente en mi mejilla.
-No
fue un sueño, ¿verdad? -pregunté, armándome de valor- En el
bosque... aquello pasó de verdad, ¿no es cierto?
-Sí...
-¿Eres...?
¿Qué... qué eres, Andrey?
-Garou.
"Me
contó la que para mí fue la historia más increíble que había
oído en mi vida, Elias. Que era lo que el folklore conocía como un
oborot,
un
hombre lobo, o Garou,
como
se llamaban a sí mismos. Que era una condición que se adquiría por
nacimiento, y en absoluto como lo contaban aquellas supersticiones de
mordiscos infectados, rituales bajo la luna y demás supercherías.
La familia de mi madre tenía sangre de hombres lobo, ¿te lo puedes
creer? Yo, por todos los Antediluvianos, pertenecía a una familia de
aquellos seres... aunque la herencia no era transmitida a todos los
individuos, sólo a unos pocos; y esos pocos, como mi primo, tenían
la habilidad de cambiar de forma, desde un lobo a esa monstruosa
bestia en la que él se había metamorfoseado, así como otros dones
especiales. En fin, ya te he puesto al corriente sobre ellos. Para ti
es fácil, en tus actuales circunstancias, creer todo eso; para mí...
no fue tan sencillo. Estaba asustado; estaba también herido, porque
Andrey nunca me había contado nada.
-Deseaba
hacerlo, Tosha, de veras que lo deseaba. Pero mi gente, mi manada, no
me lo permitía, porque no perteneces a nuestro mundo, sino al de tu
padre, y él es un humano normal; como Lyuba; como tú... Además,
tenía... tenía tanto miedo de perderte... Y ahora... Por favor,
Tosha, perdóname. Sé lo que debes pensar por lo que has visto, pero
créeme, yo nunca te haría daño: antes me arrancaría el corazón.
Todo se me vino encima cuando te vi en el bosque, porque sabía que
ellos
rondaban
por allí. Creí que te harían daño, o que no podrías soportar ser
testigo de mi... transformación. Creí que pensarías que era un
demonio, que te mantendrías alejado después de aquello. Me arrastré
hasta aquí porque lo único que deseaba era estar en un lugar con tu
olor; nunca soñé que... -su manos se hundió ligeramente en mis
cabellos; su voz se volvió expectante- ¿Puedo... puedo abrigar
esperanzas? ¿Puedo tener la loca idea de que no vas a huir de mí?
Mi vida está en tus manos; por favor, haré lo que tú quieras,
Tosha, cualquier cosa que me pidas...
"Es
extraño; la importancia que concedemos a veces a las cosas es tan
relativa. Allí estaba mi primo, suplicándome que aceptara el hecho
de que era un hombre lobo. ¿Y qué pensaba yo mientras tanto? Que
seguramente me había salvado la vida. Que, sin duda, me quería y,
de la misma forma, yo lo amaba a él. Que a pesar de aquella
descabellada historia, él seguía siendo el mismo... Pero también
pensaba que no confiaba en mí lo suficiente. ¿No es gracioso? Podía
perdonarle que se estirara hasta los tres metros de altura y que le
crecieran el pelo y las garras, pero no que me ocultara que su
familia le buscaba una esposa.
"No
me mordí la lengua. Le dije que no lo sabía, que tenía demasiadas
cosas en las que pensar, que él tenía demasiadas explicaciones que
darme. Me juró solemnemente que respondería a todas mis preguntas y
había tal ansiedad, tantas esperanzas depositadas en sus promesas
que no pude evitar sentirme conmovido; pero entonces le solté a
bocajarro que su familia nunca aceptaría que tuviéramos una
relación tan... sincera, ya que deseaban casarlo cuanto antes. Se
quedó lívido.
-Es
cierto -admitió-. Es cierto que me han presionado para que lo haga,
que es lo que esperan de mí. Sin embargo, no te han contado toda la
historia, Tosha. He dado mi palabra de que protegería a los míos y
a nuestra tierra, de que honraría nuestros ritos, de que
permanecería leal a mi gente. Pero también les he dicho que jamás
aceptaré una esposa, y si tengo que sufrir cualquier castigo por
ello, incluso el destierro, lo haré con gusto. Mientras ambos
vivamos sólo podrá haber una persona para mí: y esa persona eres
tú.
"Un
escalofrío me bajó por la columna vertebral, comenzando allí donde
sus dedos descansaban. Me incliné sobre él, con cuidado de no
reabrir sus heridas; quería tocarlo, abrazarlo, besarlo... y no me
atrevía.
"Él
sí se atrevió. Tiró de mi nuca ligeramente y plantó sus labios en
los míos. Su beso fue muy suave; tenía un ligero gusto metálico.
"Las
cosas no volvieron a la normalidad tan fácilmente, todo hay que
decirlo. Puede que estuviera dispuesto a admitir aquella
particularidad
de Andrey y aquella inesperada revelación sobre mi familia, pero no
podía evitar temblar ligeramente cuando sentía sus manos sobre mí.
A nivel subconsciente aún estaba aterrorizado de esa criatura en la
que lo había visto convertirse, y necesitaría más tiempo para
acostumbrarme. Él lo sabía, y aunque le dolía, procuró mantener
las distancias y dejar que fuera yo quien las acortara poco a poco.
Supongo que aun así daba las gracias al Creador, a los santos, a la
Madre Tierra y a quienquiera que elevara sus oraciones porque yo no
había huido de él.
"Cumplió
su palabra y me enseñó todo lo que pudo sobre los Garou.
Su
familia nunca llegó a comportarse de manera amigable conmigo; y no
era tanto por el hecho de que no estaban convencidos de que guardaría
su secreto, como por la sospecha (totalmente fundada por cierto) de
que yo era la causa de que Andrey no siguiera los pasos de sus
hermanos. Sólo su tío me dedicaba algún que otro saludo. Era un
hombretón que me intimidaba: igual de grande que mi primo y, como
Andrey me reveló, un hombre lobo como él. De hecho, era a él a
quien había visto en el bosque, aquel imponente perro
gris
que había salido corriendo después de que yo me lo encontrara; a
buscar al resto de su manada,
como supe más tarde.
"A
pesar de sus heridas, mi primo debía continuar sus tareas de
protector; entonces más que nunca. Yo no podía entenderlo muy bien:
si aquello tres seres del bosque eran hombres lobo como él, ¿por
qué nos habían atacado? ¿Acaso los Garou
estaban en guerra unos con otros? Él me dijo que eso era cierto en
bastantes casos, que a veces había derramamiento de sangre entre
miembros de diferentes tribus, pero que el motivo por el que aquellos
hombres lobo extranjeros pretendían atacarme era diferente: habían
olido las huellas del oficio de mi padre en mí y aquello los había
puesto más nerviosos de lo que estaban. Me habría reído si no
hubiera resultado aterrador.
"Aquellos
forasteros se habían adentrado en el territorio de mis... parientes
persiguiendo a un grupo de vampiros. Sí: la noticia de que existían
otras criaturas sobrenaturales cayó sobre mí para añadir más
confusión a mi ya embarullado cerebro. Pero los vampiros, me explicó
Andrey, eran particularmente inhumanos y peligrosos, y los de la
calaña de ese grupo, aún más. Ser infectado con su sangre era para
un Garou
un
destino mucho peor que la muerte. El bosque no era seguro para mí en
condiciones normales; con aquellas sanguijuelas,
como
los llamó él, rondando por allí, aún menos. Me dijo, muy serio,
que no debía aventurarme sin él ni tan siquiera a nuestro
santuario. Sin en algo apreciaba mi vida, debía obedecerlo.
"Así
lo hice, por más que me resultara insoportable pensar que yo estaba
encerrado en casa y él ahí fuera, exponiéndose a aquella locura.
Dí vueltas dentro de aquellas paredes como un animal enjaulado;
maldije más que nunca mi cuerpo, que consideraba débil e inútil;
maldije que la sangre de mis parientes que corría por mis venas no
fuera más potente...
"Sólo
una noticia vino a distraerme de todo eso, y no precisamente buena:
el vientre de Lyuba había comenzado a hincharse. Alguna vez alcancé
a oír a las mujeres en la cocina murmurar acerca de ello,
especulando quién sería el padre. Pero yo estaba al corriente, y
aunque me sentía turbado, debía componer un rostro indiferente y
pretender que no sabía nada. No podía dejar de admirarme ante la
sangre fría de Padre, cuyo comportamiento sosegado nunca reveló la
verdad a nadie; a nadie, menos a mí.
"Cierta
noche mi padre me comentó que alguien del pueblo había visto a unos
vagabundos cerca del antiguo secadero. Como sólo estaba yo en la
casa, me dijo, y Lyuba se encontraba enferma, ¿podría ir a echar un
vistazo? No me apasionaba la idea de desobedecer a Andrey, pero
tampoco podía discutir con Padre, así que suspiré, tomé una
lámpara y, tras pensarlo bien, un hacha, y salí con pies ligeros,
decidido a volver lo antes posible.
"Había
luna llena, y me habría sido posible llegar hasta allí aun sin la
luz adicional. Todo estaba silencioso, aunque yo miraba a mi
alrededor sin descanso, preocupado por lo que pudiera encontrarme.
Sujetaba el hacha con tanta fuerza que los dedos se me habían
agarrotado alrededor de la madera. Sólo unos pocos pasos más...
"Una
débil claridad se filtraba bajo la puerta del santuario. Tragué
saliva; podrían ser aquellos vagabundos de los que había hablado mi
padre, aunque también podía ser Andrey adecentándose después de
un día en el bosque. Me devané los sesos decidiendo qué debía
hacer: ¿echar una ojeada? ¿Ir por ayuda? ¿Qué habría hecho mi
primo? Habría entrado, sin duda. Pero
él podría medirse con una manada de lobos, si quisiera, y tú sólo
eres un crío debilucho, decía
una voz en mi cabeza. ¿Y
qué vas a hacer? ¿Esconderte tras él toda tu vida? Sé un hombre y
entra ahí, sólo son unos vagabundos, decía
otra voz. Yo ya había dejado la lámpara en el suelo y sujetaba el
tirador de la puerta. Empujé.
"Cuatro
rostros estaban vueltos hacia mí cuando asomé la cabeza a la
habitación; tres, mejor dicho, pues uno de ellos estaba encapuchado.
Sí que parecían ser unos desarrapados corrientes que simplemente
habían forzado la puerta, habían encendido un fuego y se habían
sentado en torno, aunque a una distancia prudencial. Uno de ellos era
un jovencito muy guapo, cuyos ojos rasgados delataban que procedía
del este; otro era un hombre de mediana edad, con algunas hebras
grises en las sienes; el tercero era moreno y muy delgado; del cuarto
no pude distinguir nada. Ese encapuchado se había instalado
cómodamente el el asiento de la piel de conejo, donde Andrey y yo
solíamos... Aquello me enfureció. Sujeté el hacha con fuerza y me
dispuse a decirles que aquello era una propiedad privada y que debían
marcharse.
"Alguien
me arrebató el arma y cerró la puerta de golpe a mis espaldas,
alguien a quien no había visto hasta entonces. Volví la vista a mi
derecha, sorprendido: una mujer joven me miraba desde las sombras,
con una sonrisa desagradable, mientras jugueteaba con mi hacha. Me
había estado esperando junto a la entrada... De repente, ya no me
sentí tan valiente: eran cinco, y aquella chica me había desarmado
como si nada. Decidí tratar de recuperar el arma, pero alguien me
agarró el brazo; no sé cómo, el tipo moreno que hasta hace un
segundo estaba sentado cerca del fuego se había colocado junto a mí.
-Mirad
qué regalito nos han dejado en la puerta -dijo la mujer, con voz
burlona-. ¿El desayuno, tal vez?
-A
duras penas llegará para todos, pero es un comienzo -contestó el
tipo que me agarraba, con una fuerza desproporcionada para su
complexión-. Y venía armado, como un gallito peleón.
-Tal
vez sea una lástima que no juguemos un poco con él antes de comer
-aportó el de más edad-. Fijaos en esos ojos color miel tan
bonitos. Quiero verlos más de cerca.
-Traedlo
aquí -ordenó el encapuchado, con la voz más profunda y extraña
que pudiera imaginarme.
"El
moreno que me sujetaba corrió a obedecer a su compañero. Sin que
hubiera podido hacer nada para evitarlo me encontré de rodillas ante
él, mientras aquellos brazos flacos y férreos me mantenían clavado
en el sitio. El encapuchado alzó una mano y me tomó por la
barbilla; sentí cómo la sangre se me helaba en las venas, porque
aquella mano tenía muy poco de humana: era más bien una garra, de
dedos largos y delgados y uñas negras y enormes, tan afiladas como
las de un ave rapaz. Pero lo más estremecedor era la hilera de púas
que surcaba su envés, desde los dedos hasta la muñeca, perdiéndose
dentro de la manga de su extraña túnica. Aquellas uñas horribles
se clavaban en mi carne, impidiéndome forcejear siquiera. Me obligué
a quedarme quieto, a pesar de que el corazón casi me explotaba en el
pecho, preguntándome cómo había sido tan estúpido. Rogando para
que Andrey no andara lejos.
"Aquel
ser se bajó la capucha. Si hasta entonces había creído que estaba
asustado...
"Porque
no quedaba mucha humanidad en su rostro. Ni un solo pelo crecía en
él; en vez de eso, más de aquellas púas gruesas surcaban su cráneo
pelado, bajando por su frente hasta el puente de su... de lo que
fuera que tenía por nariz. No tenía orejas, apenas dos orificios a
ambos lados de la cabeza. Sus ojos eran dos esferas completamente
negras, y a pesar de que carecían de pupilas sabía que me estaban
atravesando. Su piel era violácea, y sus dientes... oh, aquellos
dientes de tiburón me hicieron temblar, y sus colmillos eran tan
prominentes que dudo que pudiera mantener la boca cerrada. ¿Ese...
monstruo era un vampiro? ¿Y por qué sus compañeros parecían
normales? ¿Y qué demonios importaba? Iba a morir; iba a morir si no
ocurría un milagro.
-Tienes
un rostro muy hermoso, aunque podría mejorarse -susurró aquella
criatura, cuyo sexo jamás habría podido identificar, porque incluso
su voz sonaba equívoca e inhumana-. ¿No sería un desperdicio que
cerrásemos esos bellos ojos para siempre? ¿Qué te pasa, muchacho?
¿Tienes miedo de mí? ¿No te parezco una belleza, a mi manera?
"Se
calló de repente. Algo pareció atraer su atención, algo del
exterior; a él, y a todos los demás. El tipo moreno que me sujetaba
me lanzó hacia un lado; salí volando, literalmente, contra una de
las paredes de la habitación, mientras aquellos intrusos se alzaban,
en posición de alerta. Aterricé sobre un costado; la cabeza me dio
vueltas.
"Una
fuerza increíble desprendió la puerta del marco y la impulsó hacia
el interior del cuarto. Algo bloqueó la entrada, algo enorme... Creo
que la mujer y el moreno se lanzaron sobre aquello; pero, sin previo
aviso, el techo se hundió, y otra de aquellas enormes bestias cayó
sobre el chico de rasgos mongoles. El tipo de más edad clavó sus
grandes colmillos en el hombro peludo de la criatura, que aulló de
una forma capaz de poner los pelos de punta a cualquiera. Aún otra
de aquellas pesadillas gigantescas se coló por el agujero del techo;
creo que vi al tipo moreno salir despedido y aterrizar sobre la
chimenea; creo que también aulló...
"Pero
lo más extraño fue lo que hizo el vampiro de las púas. En aquel
momento no habría podido jurarlo, porque me había golpeado la
cabeza y estaba contemplando la escena más dantesca que había visto
en mi vida; y, no obstante, yo creí ver cómo se deshacía... Así
es: se deshizo en un charco de sangre, roja y viscosa, y se coló
entre las grietas del suelo, dejando únicamente su túnica oscura
tras de sí. Después no vi nada más, gracias a todos los santos; me
sumí en el piadoso letargo de la inconsciencia.
"Cuando
desperté estaba en el bosque, junto a un riachuelo que cruzaba cerca
del linde. ¿Cómo había llegado hasta allí? La respuesta a mi
pregunta me llegó rápidamente cuando vi a Andrey inclinado sobre
mí. Me estaba quitando la ropa sin ninguna ceremonia, examinando
cada parte de mi cuerpo que iba quedando expuesta. No comprendía qué
esperaba ver en la noche, por más que la luna fuera tan brillante,
pero a él aquella luz escasa parecía bastarle. Iba a protestar,
pero cuando reparé en su rostro ceñudo y sus mandíbulas apretadas
la protesta se me agarrotó en la garganta.
"Una
vez que estuve completamente desnudo y hubo acabado su inspección,
me agarró bastante rudamente por la barbilla y me preguntó, con los
ojos llenos de ira:
-¿Has
tragado sangre de esas sanguijuelas? ¿Aunque sea una gota? No me
mientas, Anton.
"Sacudí
la cabeza negativamente. Estaba asustado; acababa de pasar por una
prueba semejante y mi primo me sometía a aquel trato. Comprendí que
debía estar furioso por no haberle hecho caso, pero, ¿es que no oía
cómo me latía el corazón? Y ni siquiera mi respuesta pareció
aplacarlo. Me olfateó y torció el rostro en una mueca de disgusto.
-Apestas
a escoria no-muerta...
"Me
lanzó de cabeza al agua. Estaba helada. Cuando emergí, boqueando y
temblando de frío, me agarró por el hombro desde la orilla y me
sacudió.
-Te
dije que te quedaras en casa. Siempre hay una de los nuestros
vigilando. Pero tú... ¿Es que no comprendes que si hubiéramos
llegado un minuto más tarde, tú...?
-Padre
me dijo que fuera a comprobar si... -respondí, con un hilo de voz-
Lo... lo siento.
"Entonces
me di cuenta de que él también estaba desnudo. Andrey había sido
uno de los enormes seres... de los Garou
que
habían atacado a los vampiros. Debía estar agradecido porque no
tenía más que un par de rasguños sin importancia. En cuanto a las
otras lesiones, estaban curadas por completo; tan sólo el garrazo de
su vientre había dejado unas grandes cicatrices. Me mordí el labio,
recordando por qué estaban ahí. Andrey me miró, sin decirme nada
más, aunque sus ojos hablaban con más claridad que cualquier
recriminación que pudiera hacerme. Finalmente me soltó.
"Salí
del agua y me abracé las rodillas, temblando. Andrey decidió que
también necesitaba un baño, o que también apestaba, porque tomó
mi lugar en la corriente de agua y se sumergió completamente. Al
sacar la cabeza, sus cabellos salpicando agua en todas direcciones,
tuve la suficiente presencia de ánimo como para mirarlo y apreciar
la belleza de aquel cuerpo húmedo, brillando bajo la luz de la luna.
Lo cierto es que no habíamos tenido intimidad desde el episodio en
el bosque; yo había tenido miedo, tanto de abrir sus heridas como,
no puedo negarlo, de lo que era. Pero ya estaba curado; y yo era
joven; y vaya, seguía deseándolo.
"Él
notó mi mirada. La suya se volvió hambrienta de golpe, como si sólo
hubiera estado esperando a que yo le hiciera una señal. Me agarró
las muñecas, separándolas de mis rodillas, y tiró de mis piernas
hacia sí. Salió del agua con un salto poderoso y se instaló entre
ellas, apoyando los brazos junto a mis costados. Su cuerpo, su rostro
tan próximo, su aliento, mi propia lujuria... hicieron que entrara
en calor tan pronto que me olvidé de que estaba desnudo y empapado
junto a un río en medio de un bosque. Andrey me besó, introduciendo
su larga lengua en mi boca, que la esperaba. No tardó mucho en
echarse sobre mi pecho, en apoderarse de mis nalgas, en alzarlas y
separarlas para poder acceder al camino que le había sido negado
durante bastante tiempo. Me penetró de golpe, y habría gritado si
sus labios no hubieran estado amordazando los míos. Comenzó a
empujar bruscamente; yo aún no lo sabía, pero era difícil
liberarse del influjo de la luna llena...
"Aflojó
el ritmo; sus movimientos seguían siendo intensos, pero mucho más
gentiles: había recuperado el control. Dejó ir mis labios y
depositó un suave beso en ellos, a modo de disculpa; en cuanto a mí,
todo lo que podía hacer era gemir de placer, abrazarlo, tirar de sus
largos cabellos húmedos para mantener su cuerpo pegado al mío...
Ángeles y demonios... cuánto lo había echado de menos...
"Aquel
vampiro monstruoso que había creído ver fundirse en un charco de
sangre había escapado. Mi primo vino a darme la noticia a la noche
siguiente, después de un intenso día de persecución. Su visita fue
muy oportuna para volver a explicarle a Padre por qué el antiguo
secadero se había convertido en una ruina.
"Sólo
me atreví a volver allí a plena luz del día, acompañado. Para mí
fue muy duro contemplar el estado en el que había quedado nuestro
santuario, la habitación donde habíamos pasado tantas noches, el
asiento con la piel de conejo, donde Andrey y yo... Ya nunca sería
lo mismo, no después de lo que había pasado. Él me puso una mano
en el hombro, y me susurró que pronto encontraría otro santuario
para nosotros, que no debía importarnos, y que, de hecho, la noche
junto al riachuelo había sido la más placentera que recordaba en
siglos.
Yo le contesté, nervioso, que aquello no tenía nada de especial,
dado que habían pasado siglos
desde
la última vez que lo habíamos hecho. Él se rió, y yo también,
pero no pude evitar sentir temor: la criatura de ojos como el abismo
aún andaba suelta por ahí.
"Pasaron
algunas semanas. A medida que el embarazo de Lyuba progresaba, Padre
se separaba menos de ella. Recayó en mí, en gran medida, la
responsabilidad del negocio familiar, así que hube de visitar el
pueblo más a menudo; y como Andrey estaba preocupado por mi
seguridad, él mismo me acompañaba en la mayoría de las ocasiones.
Una tarde, al disponernos a volver a casa, uno de sus parientes se
acercó y le pidió que lo acompañara, que tenían un pequeño
asunto familiar que tratar. Como siempre había alguien vigilando a
la familia y me acompañaba un chico con el carro, me dejó que me
adelantara, pero me advirtió que no me demorara en el camino y que
lo esperara a puerta cerrada, que el volvería cuanto antes.
"Recuerdo
que el paseo transcurrió sin incidentes. Ya hacía rato que había
anochecido cuando volví, y todo estaba tranquilo. Mandé al chico a
ocuparse del caballo y yo entré en la casa.
"No
salió nadie a recibirme; bueno, seguramente Padre estaría con mi
medio hermana y las mujeres no habrían perdido la oportunidad de
holgazanear un poco. Me quité el zipun
y
me acerqué a la cocina, porque estaba hambriento. Había un puchero
en el fuego, pero no se veía a nadie por allí. Extraño... ¿Se
habría sentido Lyuba enferma y estaban atendiéndola? Mas entonces
seguramente se oirían gritos e imprecaciones, porque aquellas
mujeres eran muy ruidosas. De todas formas, decidí acercarme a su
cuarto a mirar.
"Subí
las escaleras. Arriba todo seguía silencioso, pero había luz en el
cuarto de Lyuba y me acerqué. La puerta estaba abierta, así que no
me molesté en anunciar mi presencia; simplemente entré. Pero apenas
crucé el umbral, tuve que detenerme en seco.
"Las
mujeres estaban allí, tiradas en el suelo, en una posición tan poco
natural que me espantó. Claramente estaban muertas, porque no se
movían, y su ojos abiertos estaban fijos en el techo o las paredes.
Unas heridas apenas ensangrentadas en el cuello y las muñecas
delataban la manera en la que las habían atacado. Pero eso no fue lo
peor; porque en una silla, sentado muy erguido, como si estuviera
contemplando el espectáculo, estaba Serguéy, mi padre. De nuevo sus
heridas eran tan pequeñas y había tan poca sangre que ni siquiera
parecían la causa de... la causa de su muerte. Porque estaba muerto
también, con esos ojos vidriosos y desencajados abiertos, mirando al
vacío. Sé que fui un imbécil; sé que tuve que haber echado a
correr en ese instante... pero no lo hice. Tuve la insensatez de
acercarme al cuerpo de Padre, de tocarlo, de comprobar que no
respiraba. De cerrarle los ojos.
"Ahora
comprendo que seguramente no habría servido de nada que intentase
huir, que el resultado habría sido el mismo. Es lo más probable; y,
sin embargo, es posible que aquella acción me hubiera librado de
contemplar lo que había más allá del cuerpo de mi padre, en la
habitación contigua, y de las pesadillas que me acosaron durante más
tiempo del que puedo recordar.
"El
cuerpo de Lyuba estaba allí, tirado en el suelo. A diferencia de los
demás, era más que obvio que estaba muerta, pues descansaba en un
horrible charco de sangre. Su piel pálida, exánime, estaba casi
enteramente teñida de rojo; sus ojos, congelados en una mirada de
terror. Las heridas de su cuello eran tan salvajes que parecía que
una manada de animales rabiosos se habían cebado en ella. Ojalá no
hubiera bajado la vista, ojalá me hubiera detenido ahí... La manera
en que su asesino había sacado a su bebé de su cuerpo... lo que
había hecho con la pobre criatura... Aquello... aquello...
"Una
garra me atenazó el cuello por detrás, cuando estaba a punto de
desmayarme. Apretaba demasiado fuerte, sus enormes uñas se clavaban
en mi carne; creo que noté cómo fluía mi propia sangre. Aquella
extraña voz que no había podido olvidar susurró junto a mi oído:
-Te
saludo de nuevo, muchacho. Llegas a tiempo para la fiesta; yo ya me
he saciado, aunque creo que aún me queda hueco para un poco más. No
te preocupes: dolerá, pero será un dolor exquisito...
"Y
dicho esto, clavó sus dientes afilados en mi cuello. Mintió; fue
doloroso, doloroso hasta el punto de que me hizo gritar de agonía.
Él se ocupó de que fuera así, te lo aseguro; él sabía bien cómo
tenía que hacerlo para que el sufrimiento fuera brutal y sacudiera
todo mi cuerpo, y tan concienzudo que ningún desvanecimiento piadoso
pudiera aliviarlo. Oh, ahora sé bien que era un experto.
"Al
final me sentí morir, pero no demasiado pronto; y noté un gusto
extraño en mi boca, como si hubiera tragado un sorbo de mi propia
sangre. Eso juzgué entonces. Pero aquello duró poco.
"La
criatura me soltó bruscamente y me dejó caer al suelo. A partir de
ahí apenas tengo recuerdos, tan sólo jirones de imágenes, retazos
de sonidos y palabras... Gruñidos y aullidos que me parecieron muy
lejanos, a pesar de que debían sonar en aquella misma habitación;
revuelo de lucha; salpicaduras de algo cálido y viscoso sobre mi
piel; y el dolor... Recuerdo que el dolor se retorcía cruelmente
dentro de mí, y que yo estaba tan débil que ni siquiera tenía
fuerzas para doblarme ni para gritar... Recuerdo un silencio
repentino, y alguien que llamaba mi nombre en la distancia, con
desesperación...
-...Mordido,
Andrey... tarde... tragado sangre... -mis oídos captaban algunas
palabras sueltas pronunciadas por una voz que no me era del todo
desconocida- ... tú lo sabes... matarlo...
"El
desvanecimiento piadoso llegó en el momento más inoportuno.
"Desperté.
Abrí los ojos de golpe. No sabía dónde estaba; parecía una cueva,
y una lámpara iluminaba las paredes desnudas de roca. Miré mi
propio cuerpo, las ropas cubiertas de sangre seca que llevaba; noté
el hedor que desprendía, y me sentí enfermo. Aunque el mal olor no
era la causa, en realidad, sino el hambre, el enorme vacío que tenía
en el estómago, tan intenso que tuve que llevarme las manos al
vientre y apretar los dientes... Y entonces me di cuenta de que me
había clavado mis propios colmillos en el labio. ¿Cómo era
posible? Alcé las manos y los toqué; y eran...
"Me
entró el pánico. Ya puedes adivinar lo que sentía en aquel
momento, Elias. Estaba palpando la longitud de mis enormes colmillos,
y estaba aterrorizado. Me miré los dedos y vi unas gotas de mi
propia sangre en ellos, y todo lo que deseaba... era lamerlos. Y así
lo hice. El sabor de mi propia sangre me hacía morir de deseo.
"Alguien
entró en la cámara de roca donde me encontraba. Dí un salto, con
la esperanza de que fuera Andrey, pero no lo era. ¿Quién...? Ah,
sí, su tío. A él pertenecía aquella voz que había oído en mi
delirio.
-¿Andrey?
¿Dónde está Andrey? -pregunté, asombrado por el extraño sonido
de mi propia voz.
-No
va a venir -lo miré, alarmado, porque creí que le habría pasado
algo, pero continuó hablando- Escucha, Anton: escucha lo que voy a
decirte, porque nunca antes habrás escuchado algo más importante en
tu vida. Esa sanguijuela te mordió. ¿Sabes lo que sucede cuando un
vampiro te muerde? Sí que lo sabes, Andrey te lo habrá contado. ¿Y
sabes lo que sucede si el vampiro te alimenta entonces con su propia
sangre? ¿Lo sabes, muchacho?
"Asentí
muy despacio. Noté cómo me quedaba sin respiración. ¿No es
gracioso? No tenía una respiración que perder, y yo creía que lo
estaba haciendo. Si no hubiera estado helado ya, también habría
notado cómo se enfriaba mi cuerpo.
-Nosotros,
los Garou,
somos enemigos de los vampiros, porque ellos lo son de todas las
criaturas vivas. Convertirse en uno es una de las peores maldiciones
que pueden caer sobre nosotros. Hubiera sido mejor para ti que
estuvieras muerto. Te habría matado yo mismo, y habría sido un acto
misericordioso.
"Pero
Andrey no me dejó hacerlo. Ofreció su vida a la entera disposición
de nuestra tribu si perdonaba la tuya. Me lo suplicó. Nosotros
creíamos, muchacho, que en cierta forma lo habíamos perdido cuando
puso los ojos en ti. No soy un ingenuo, sé muy bien lo que había
entre vosotros.
"¿Lo
que había?
Oh, por todos los santos, ¿por qué utilizaba el pasado al hablar,
pensaba yo entonces? Andrey... ¿dónde estabas?
-Dejarte
vivir a cambio de recuperarlo a él me pareció un trato justo. Lo
conozco, y sé bien que habría sido capaz de dejarse morir si no
hubiera accedido. Es mi sobrino, y es muy querido para mí.
Seguramente esto me traerá graves problemas con los míos, pero no
veo qué otra cosa puedo hacer.
"No
mires a la entrada, no va a venir. Eres un vampiro recién nacido,
quién sabe qué locuras podrías hacer. Podrías intentar morderlo,
y él podría dejarse... No voy a arriesgarme a eso.
"Seré
sincero: no tienes muchas posibilidades de sobrevivir sin un mentor;
dejarte solo sería casi como condenarte a muerte. Así que te dejaré
cerca de algún lugar donde habiten los tuyos, donde habite la
maldita estirpe de esa sanguijuela que has tenido la desgracia de que
te mordiera. Tendrás que arreglártelas. Y tendrás que mantenerte
alejado de aquí, Anton. Ahora elijo perdonarte la vida, pero si veo
que intentas acercarte a Andrey puedo elegir acabar con ella. Si
algunas vez lo apreciaste, harás lo que te pido, y le ahorrarás
sufrimientos a él y a ti mismo.
"Creo
que no seguí escuchando. ¿Marcharme? ¿A llevar una existencia que
se me antojaba horrible? Y, sobre todo, ¿lejos de él? ¿Por qué no
me mataba allí mismo? ¿Qué sentido tenía lo que me proponía?
Andrey... Mi Andrey...
"Pero
lo dejé hacerlo todo tal y como lo había planeado. No quería
acabar con mi existencia; no, si aquello supondría que Andrey no
querría seguir con la suya. Yo quería que viviera. No me importaba
ser un maldito engendro del demonio si sabía que él continuaba
viviendo en algún lugar, bajo el mismo cielo que yo. Tal vez,
incluso, pensara en mí de tanto en tanto. Tal vez me recordara con
afecto, como el Tosha que había sido.
"Pensaba,
además, que era muy probable que no sobreviviera a aquella prueba.
Tú puedes consideraste afortunado, pero te aseguro que en esa época,
en ese lugar, los nuestros eran aún más brutales de lo que pueden
llegar a serlo ahora.
"Pero
sobreviví. Me uní a un grupo de nómadas, uno de los cuales era de
nuestra estirpe. Me enseñó todo lo que debía saber, me dio todo lo
que necesitaba.
"Salvo
una razón para seguir. El tiempo pasa de una manera distinta cuando
eres un inmortal, Elias. Y cuando eres uno joven, que necesita cada
minuto de cada noche para aprender a mantenerse vivo
y cuerdo, lo hace aún más extrañamente. Yo, lo confieso, sentí
curiosidad por muchas de las cosas que descubrí en aquellos años; y
sentí igual repugnancia por otras que me vi obligado a hacer. Lo que
quiero decir es que me mantuve ocupado, activo. No me eché en el
camino a esperar a que saliera el sol. Peleé, pateé, mordí.
"Lo
hice por él. Abrigaba la esperanza, diminuta, pero real, de que
algún día podría volver a verlo. Soñaba con que me mirara, con
que pronunciara mi nombre; anhelaba que no me hubiera olvidado.
"En
veinte años, y a pesar de la pesadilla en la que se había
convertido mi existencia, mis sentimientos hacia él no habían
cambiado. Y entonces... tuve una oportunidad de dejar a mi propia
manada
y
volver a mi pueblo, a Arzamás, el único lugar del mundo en donde
podía echarme a dormir directamente en la tierra, en la bendita
tierra que me vio crecer.
"Fui
muy cauteloso, créeme. Había aprendido bien a controlar mis nuevos
poderes. Asumí una identidad totalmente diferente, y aunque no
esperaba engañar a un hombre lobo sobre mi auténtica naturaleza,
procuré mantenerme a distancia de ellos. Sólo quería tener la
ocasión de contemplarlo, aunque fuera de lejos.
"Y
la tuve... Por Caín que la tuve. Lo reconocí en seguida, a pesar de
que los años habían hecho mella en él. En su rostro habían
aparecido arrugas; en sus sienes, hebras plateadas. Creí reconocer
viejas cicatrices, y descubrir otras que no conocía. Pero era él,
inconfundiblemente: alto, imponente, atractivo... Mi Andrey.
"Si
alguna vez, en todo aquel tiempo, lamenté con todas mis fuerzas que
mi corazón ya no palpitara, fue en ese momento, en ese preciso
instante en que lo vi.
"Hice
averiguaciones. Alguien me contó que seguía dedicándose a la misma
tarea de siempre; que estaba casado -mi Andrey, casado...-; que tenía
varios hijos... No voy a decir que no lo esperara, pero la
confirmación fue como un mazazo para mí. Aguanté, no obstante,
estoicamente. Lo seguí, desde lejos, hasta un lugar más apartado.
Decidí entonces que no me acercaría a él, que no le revelaría
quién era yo. No iba a turbar su vida con mi intromisión.
"Pero
se volvió. Se volvió y me identificó como lo que era, un vampiro,
uno de esas odiosos seres que él no podía sino odiar. No tenía
forma de saber quién era, porque había modelado mi carne y adoptado
otra apariencia; no podía recordar mi olor, porque hacía mucho que
había dejado de ser un humano; él creyó que era... eso, un
enemigo. No tardó en abalanzarse sobre mí, agarrarme por el cuello
y clavarme al tronco de un árbol. No estaba tan mal, pensaba: podía
dejarlo que me matase, que acabara con mis sufrimientos en ese mismo
momento. Él continuaría con su vida y yo... iría a arder en el
infierno, o tal vez a purificarme en el purgatorio, si tenía la
suerte de caer en unas manos lo suficientemente piadosas. Pero fui
débil. No podía soportar la idea de que... Había seguido todos
aquellos años, sólo con la esperanza de oírlo pronunciar mi nombre
una vez más.
-Andrey...
-susurré- Andrey, soy yo...
"Sus
manos apretaron con más fuerza, temeroso de que fuera a emplear
algún truco con él.
-Soy
yo... Tosha...
"Se
detuvo al instante. Sus manos se congelaron en mi cuello mientras me
miraba con incredulidad, porque había hablado con la misma voz de
siempre, y mi apariencia volvió a ser, en unos instantes, la misma
que él había conocido, la misma que recordaba de aquel muchacho de
veinte años atrás.
-No
es ningún truco, Andrey... Soy yo... Lo siento...
-¿Anton?
¿Tosha? -aún no podía creérselo- ¿Eres tú de verdad?
-Lo
siento... -repetí- Sólo quería verte... Yo... si quieres, me
marcharé en seguida; o puedes entregarme a los tuyos, si prefieres
hacerlo; o puedes... -mi voz se convirtió en un susurro- o puedes
hacer lo que quieras conmigo...
"Andrey
tragó saliva. Aún no acababa de aceptar que fuera yo, y no algún
impostor que estuviera robando sus recuerdos o alguna otra treta
similar. Pero me soltó el cuello y me arrastró lejos de allí.
"No
podía creerlo. Me arrastró hasta nuestro santuario.
"Había
reparado el lugar. Esperaba que la cerradura estuviera oxidada, pero
la llave la abrió perfectamente. Entonces imaginé que la habitación
sería una ruina, pero era una copia casi exacta de lo que había
sido cuando nos pertenecía. Incluso había una manta de piel de
conejo...
"Me
acerque al asiento, sin pensarlo, y la acaricié. Casi podía sentir
el dolor en el pecho, la necesidad de llorar esas lágrimas que ya no
tenía. Me volví hacia él...
"Andrey
sí las tenía. Por primera vez en mi vida, lo vi llorar. Me había
reconocido, había aceptado que era yo realmente, que de algún modo
había sobrevivido. A pesar de que ya no era humano, a pesar de que
ya no era su Tosha, me había reconocido.
"Pero
él seguía siendo mi Andrey. Me acerqué, porque no soportaba
causarle dolor, y me atreví a deslizar los pulgares sobre sus
mejillas. Me puse de puntillas, y limpié aquella humedad con mis
labios.
"Me
abrazó. Casi pude sentir cómo temblaba al rodear con sus brazos
aquella cosa fría, rígida y sin latido en que se había convertido
mi cuerpo, pero aquello no lo echó atrás. Sus dedos se hundieron en
mis cabellos, en mi espalda, en mi cintura, en cada parte de mí con
la que entraron en contacto. En cuanto a mi, también lo abracé;
podía oler su dulce aroma, que aún recordaba, y oía su corazón
contra mi pecho. Era la sensación más embriagadora que habría
podido imaginar, la tentación más increíble que había tenido que
vencer.
"Mas
nunca le habría hecho daño. Sabía que si aventuraba un mordisco,
aunque fuera una sola gota de sangre sobre mi lengua, me arriesgaba a
entrar en un estado de frenesí que borraría toda mi cordura y me
convertiría en un peligro para ambos; así de poderosa es la sangre
de un hombre lobo. No, nunca le habría hecho daño. Habría
preferido arrancarme mi propia cabeza con mis propias manos. Aquel
abrazo debía ser suficiente, más que suficiente. Y había vuelto a
oír mi nombre de sus labios. Y él... él no me había olvidado.
-Tosha...
"Me
besó. ¿Por qué lo dejé hacerlo? Mi beso era frío y seco, y
dejaría en su lengua el sabor de la muerte, aunque eso tampoco lo
echó atrás. Oh, Andrey...
"No
dijo gran cosa. ¿Qué podía decir? Los dos sabíamos lo que
sentíamos. Los dos sabíamos que era imposible.
Mientras ambos vivamos sólo podrá haber una persona para mí: esas
habían sido sus palabras. Pero lo cierto, Elias, es que yo ya estaba
muerto.
"Continué
visitándole, de tanto en tanto. Su tío ya había fallecido, pero
conocí a sus hijos; les enseñó a tolerarme, pues a pesar de todo,
teníamos la misma sangre.
"Lo
vi envejecer. Me dolió, y sé que a él también, pero no podía
mantenerme apartado de su lado.
"Lo
vi morir. Murió en mis brazos, en aquella misma habitación, en
aquel santuario en el que yo, a mis quince años, me había puesto en
los suyos por vez primera. Fiel a su palabra, había entregado su
vida a su parentela. Pero su muerte me la entregó a mí. Fue la
única hermosa, la única auténticamente pura e inmaculada que jamás
tuve en mis manos.
Tosha
se quedó en silencio, al fin. Ya no destilaba dolor por aquella
historia. Había pasado hacía demasiado tiempo, y para él sólo era
un recuerdo; el único recuerdo hermoso que tenía antes de conocer a
Fidias, pero un recuerdo, al fin y al cabo. Su compañero de siglos
lo sabía bien, pero Elias era muy joven y no había aprendido a usar
sus habilidades. Abrazó a su creador con la mirada más triste que
el ruso había visto en aquellos bellos ojos oscuros. Correspondió a
su abrazo, acariciando su negra melena, y sonrió.
-¡Ea,
pues! ¡Ya, ya! No te he contado esto para que gimotees como un
cachorrillo abandonado. Ya pasó hace mucho tiempo. Además, en
cierto modo, obtuve algo muy bueno de todo eso. Sigo acudiendo a
Arzamás, y siempre me las he arreglado para mantenerme en contacto.
Aún pertenezco allí, Elias, aún hay gente que lleva mi sangre. Los
hijos de los hijos de los hijos...
-Pero
estabas realmente enamorado de él... Acabas de decir que su muerte
fue la cosa más hermosa que tuviste en tus brazos... -Elias sí que
parecía estar a punto de gimotear.
-Eh,
yo no he usado esas palabras, piénsalo bien. Además, ¿qué
importancia puede tener ahora? Eres tú quien está ahora en ellos.
No se me ocurre nada mejor con que llenarlos.
Elias
sonrió al fin. Tosha alzó los ojos y los fijó en aquellos otros de
color gris que lo miraban con serenidad. En
realidad sí se me ocurre una manera, una pequeña manera, de mejorar
esto, pensó
el rubio vampiro.
Las
comisuras de los labios de Fidias se arquearon. Se acercó a Elias
por la espalda y lo besó en un hombro; esos mismos labios se alzaron
hasta los del ruso y los rozaron delicadamente.
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