«Sin
duda aquel debía ser uno de los asiáticos más guapos que había
visto en su vida. Sus rasgos eran regulares, delicados sin resultar
afeminados; la nariz era fina, los labios bien proporcionados y con
una curva pronunciada, y el flequillo negro le caía, como al
descuido, sobre la sien izquierda, enmascarando unos ojos… Nathan
arqueó las cejas; también eran azules, y su claridad destacaba a
voces en el marco de aquellos óvalos rasgados de pestañas
oscurísimas».
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