2017/05/31

MIROIR Y GARETH, DE «LAS RAMAS MUERTAS DE NAKAHEL», POR MAR ESPINOSA






«Por el rabillo del ojo, el joven moreno atisbó el codo de su compañero clavado en la roca, flanqueándolo. Intentó no recordar a qué sabía su lengua ni revivir la sensación punzante de la barba rubia sobre su mentón. Y era tan difícil… Estaba muy cerca, el calor de su aliento se tornaba algo palpable en el aire frío y húmedo que emanaba del curso del río. Si bien Ogmi le había inculcado que el contacto no era prudente, una pequeña voz no dejaba de preguntarle por qué. Gareth estaba en lo cierto, al fin y al cabo; ya sabía lo que era y no iba a denunciarlo, podía confiar en él. ¿Podía? ¿Tenía la certeza de que no lo traicionaría cuando esto terminara? Por otro lado, ¿importaba? Dudaba que la confianza estuviese relacionada con el placer. ¿Acaso él se fiaba de sus clientes cuando compartían sus fantasías sexuales? ¿No tenían los hombres… necesidades?
Los dedos del mercenario se deslizaron por su nuca y arrancaron un estremecimiento a las áreas de piel sensible en torno a sus puertos. Al tratar de controlar el redoble dentro de su pecho, descubrió que era mucho más complicado que en el burdel. Tampoco era sencillo dejar de ser él mismo y olvidar los temores que lo habían acompañado todos aquellos ciclos»
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Esta es la versión de Mar Espinosa de Miroir y Gareth, los protagonistas de «Las ramas muertas de Nakahel». Esas manos y esa imaginación suyas valen oro. O escamas de dragón. 
¡Pinchad en su nombre para ver más!





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2017/05/04

MIROIR, DE «LAS RAMAS MUERTAS DE NAKAHEL», POR MAR ESPINOSA








   «Miroir era un jacq. El término, que aludía en argot a quienes se conectaban mediante cable a dispositivos inseguros, había pasado a denominar en exclusiva a los profesionales del sexo. En una sociedad donde la ley obligaba a todos y cada uno de los ciudadanos a llevar módulos neurales —los llamados implantes— desde su nacimiento, el propio cerebro se convertía en un órgano vulnerable que había que defender de posibles asaltos externos. Solo alguien muy confiado —o muy temerario— se atrevía a introducir un cable extraño en uno de los puertos de la base de su cráneo, arriesgándose así a ser víctima de manipulación, sustracción de datos o, incluso, un ataque físico.
   Si bien las relaciones sexuales neurales se habían convertido en la norma, la prostitución en sí chocaba de frente con los estándares morales de la sociedad. Enfrentados a los riesgos de contratarla en su versión inalámbrica y quedar expuestos —las conexiones inalámbricas eran menos nocivas pero más fáciles de interceptar por terceros—, los entendidos preferían acudir a un jacq. Aunque eso los obligaba a contar con un buen arsenal de programas de defensa, también les proporcionaba privacidad, ocultación y un increíble mundo de percepciones que únicamente podían lograrse mediante una unión tan íntima y profunda».


   Otra versión de Miroir, de «Las ramas muertas de Nakahel», obra de Mar Espinosa. El cyberpunk puede ser lírico, y ella posee una sensibilidad especial que... Bueno, me fascinan sus dibujos, sus textos y sus visiones de mis paranoias.