«—Tiempo atrás creían que un enorme dragón de piedra, metales y gemas habitaba el interior del planeta —relató—. La cabeza tocaba una cara, la cola la otra, y una vez en cada ciclo se revolvía y hacía temblar los continentes. La criatura representaba la fuerza insalvable, pero también la sabiduría. Su corazón latía justo en el centro, bombeando la sangre roja que otorgaba el conocimiento. Mediante los ríos de venas y capilares alcanzaba cada punto de su piel, cada diente, garra y escama. Y había lugares bendecidos donde esa savia se filtraba hasta la superficie a través de estas plantas, semejantes a las entrañas del Dragón. Hay un templo y una escultura, haciéndose pedazos en lo alto de la isla, que lo recuerdan.
»Un día alguien se apropió de la idea para usarla como emblema, y lo curioso es que ya casi nadie sabe de dónde surgió. El árbol es una metáfora del sistema, donde el tronco, el nodo central, alberga al corazón que sustenta la Enramada por la que todos nos movemos».
¿Os gusta? Es mi nueva novela, «Las ramas muertas de Nakahel», y podéis leer los tres primeros capítulos en la página de la editorial. ¡Animaos y decidme qué os parece! : D
La maravillosa ilustración —que me ha quitado el aliento— representa a Miroir, el protagonista, y es obra de la maravillosísima Mar Espinosa. Pasaos por su blog y decidme si no queréis también a vuestro propio muchacho ; ):
¡Yottabytes de gracias, Mar!
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